—Jared —susurré, así el bastardo de Sebastian no nos escucharía —¿Por qué permites que ese idiota haga todo esto? Me refiero a destruir todo lo que mis antepasados lograron hacer con el paso del tiempo.
—Porque él no se debe dar cuenta que estamos de parte de usted mi Lady, o de Darsving. Por cierto, no creo que haya hecho bien al responderle de esa manera tan desagradable —pronunció las palabras con cuidado.
—Lo sé, pero no me arrepiento de haberlo hecho, él es cruel y se merece lo peor.
—Bueno, pero ¿qué le va a hacer? Lo hecho, hecho está —dijo resignado.
—En fin... ¡Ah! —grite.
—¿Qué pasa, Milena?
—Me tro… —no terminé de hablar, sentí un golpe en la pierna y Jared cayó sobre mí.
—Ya me di cuenta, gracias por avisarme —me dijo, sarcástico.
—¡Vamos, Jared! como si me hubieras dado oportunidad de hacerlo —le respondí, mientras que se levantaba torpemente y me ayudaba a ponerme en pie. A estas alturas ya no sabía que parte del cuerpo no me dolía.
—Mejor guarda silencio, ya quiero llegar a la cocina, me duele todo —le dije, mientras que seguía andando, sujetando mi mejilla y un costado de mi torso.
Metros adelante había una intersección donde se podían ver dos puertas, la curiosidad me invadía y deseaba investigar que podría haber en ellas.
“Una nos debe de llevar a la cocina, pero ¿la otra?” pensé.
—Milena, es por aquí —me dice Jared. Me toma del antebrazo, en la parte donde me había quemado horas atrás, entramos por la puerta derecha, pasamos un túnel corto, un poco más iluminado, pero en esta ocasión era por las rocas fluorescentes azules. Bajamos un escalón de más de medio metro de alto que tuve que saltar, porque mi estatura no me ayudaba ni un poco.
Jared en cambio, oprimió un botón rojo que estaba al lado y desplegó tres escalones más, que facilitaban el descenso. Yo me sobaba uno de mis talones, ya me dolía de tantas torceduras.
—Su impaciencia, Milena, no le llevará a nada bueno —me dijo, desaprobatoriamente.
—Lo sé, pero así soy.
—Tiene que aprender a serenar sus emociones, porque de esta forma nunca podremos acabar con las fuerzas oscuras de Bennu.
—Pero yo ni siquiera tengo a mi fénix, mis poderes son débiles a comparación de los demás elegidos, lo único que me hace ser fuerte es mi personalidad testaruda, que al parecer te está sacando de quicio, ya que “podría echar a perder”, la misión que se avecina —dije un tanto exasperada.
La cocina parecía una cueva, había raíces saliendo del techo y daba la impresión de que el techo no duraría mucho, sin embargo, se veía limpia. De alguna manera, me recordaba a mi antigua casa en Nacteo.
—¿Se les ofrece algo, mi señor y señora? —dijo una voz gruesa. Me giré, buscando de quién provenía esa voz. Me di cuenta de que venía de una criatura extraña con aspecto pulcro; su piel era azul claro, con textura suave, tenía figuras grabadas en la piel, palabras en un idioma distinto al que nosotros hablábamos, su cabello negro y largo hasta el hombro, lo suficiente para llevarlo peinado hacia atrás con algunos mechones despeinados, sus ojos eran gris claro e iba casi desnudo, con un pantalón corto, dejando ver su hermosa piel, casi por completo. Pude notar que tenía muchas cicatrices, como si lo hubieran torturado con látigos. Era una criatura extraordinaria.
—Hola, Blass —dijo Jared.
Yo estaba con la boca abierta, no podía creer lo que veían mis ojos. Ya había visto tantas cosas en mi estancia en Bennu, pero nunca un ser tan especial y diferente como este, como Blass. A pesar de su color peculiar, era muy interesante verlo. No lograba quitarle los ojos de encima, muchas chicas lo calificarían como sexy.
—Ella es Milena —dijo Jared, después de unos segundos, al ver que yo no lograba articular alguna palabra.
—Hola —fue lo único que pude decir.
—Él es Blass, el cocinero del castillo, tiene la habilidad de hacer que se multiplique lo que él desea, por eso es un eficaz cocinero —dijo Jared, pude observar en sus ojos que tenía algo más que decir, pero no lo haría. —¿Tienes hielo? —preguntó.
—Claro, estás en la cocina, Jared —dijo Blass, rebosante de confianza. Caminó hacia una compuerta en el suelo con forma rectangular, donde metió una de sus manos que era casi igual a la de nosotros, noté algo extraño, le faltaba el dedo meñique. Metió la mano y al sacarla, traía unas piedras de hielo con formas irregulares, las puso en un pañuelo rojo que tenía a su alcance. Se acercó y me puso la compresa en la mejilla, mientras acariciaba cuidadosamente la herida que tenía en la frente.
—¿Qué te pasó, Milena? —preguntó Blass. Al pronunciar mi nombre me di cuenta de que lo hacía de una forma diferente, hasta podría decir que algo coqueta.
—Me caí de cabeza cuando llegaba al nivel uno —dije con vergüenza. Omitiendo la paliza que me dio Sebastian.
—Le han pasado demasiados eventos desafortunados desde que llegó, Blass. Sebastian no la quiere aquí... —dijo cerrando la boca, como si no debiera haber dicho eso.
—Lo sé, pero este no es un buen lugar para hablar del tema, el castillo está lleno de espías y lo sabes, Jared.
—Nos vemos después, Blass. Vámonos Milena o levantaremos sospechas —dijo Jared.
Antes de irme, vi una manzana grande y roja sobre la mesa del centro, sin dudarlo la tomé, después la limpié en mi blusa, olvidando que estaba completamente sucia. Al morderla sentí su dulzor en mi paladar, era lo más delicioso que había comido en mi vida. Había olvidado por completo la última vez que comí.
Salimos por la misma puerta que entramos. Blass nos asintió en gesto de “nos volveremos a ver pronto”. Entramos al túnel con las piedras azules luminiscentes, después llegamos al pasillo con las antorchas que seguían encendidas. Como ya conocía el camino, anduve con más cuidado.
—¿Por qué te contuviste al hablar con Blass?