Capítulo 02: vago teñido.
JASON.
Rosie. Ese es su nombre, había conseguido leerlo en el encabezado de la hoja con sus horarios.
Es bonito; se me asemeja a una rosa; delicada, fácil de quebrar y hermosa. Y no lo voy a negar, esa fue la primera impresión que tuve al verla. Empero, luego fue como si me hubiese dado una cachetada justo en el momento en el que desplegó los labios para llamarme caliente. Muy caliente.
Sabía que era sexi, pero escuchárselo decir me sorprendió y fascinó al mismo tiempo.
Desde luego, también hizo muy buenas cosas por mi autoestima.
Su vestimenta de niña ejemplar y a la vez sensual no se equivocaba, ella podría ser una extraña combinación de ambas cosas y eso me gustaba. Esa falda azul rey que colgaba de sus caderas y esa cintura de infarto eran como una perdición para cualquiera. Incluso me porté como un caballero al dejarla caminar delante de mí permitiéndome admirar su bonito trasero respingón. Podía imaginarla con ropa súper ajustada, nada que ver con lo que llevaba ahora y parecía una de esas modelos de revistas. Deseable y sensual.
Es delgada, con las proporciones correctas, unas piernas largas y preciosas. Lastimosamente, tenía poco busco.
Plana.
Quizá exageré en esa parte; pero en verdad no tenía mucho busto.
Igual es guapa, no voy a negarlo.
Su deslumbrante personalidad fue lo que concibió en mí el deseo de charlar con ella durante horas, parecía decir todo lo que pensaba y al mismo tiempo hablaba bastante.
Al llegar al aula de Maxwell el ambiente se volvió tenso. Percibía su necesidad de dar una buena impresión mientras que yo estaba completamente relajado, ¿notan la diferencia? A ella le importaba, a mí no. Se disculpó por la tardanza, pero lo que enamoraba era que se disculpaba por ambos, cuando lo cierto es que yo pasaba de llegar a tiempo a clases. Maxwell la perdonó por ser nueva y, pese a que Rosie le explicó que yo la había ayudado a encontrar su aula, recibí la advertencia de que una más y afrontaría las consecuencias.
A veces sentía pena por Maxwell, como si en verdad sus amenazas valieran algo.
Seguí esa desordenada pero bastante bonita cabellera rubia a través de las mesas, hacia el fondo. Ella tomó asiento en la última mesa, junto a una de las ventanas y yo me arrellané a su lado, despreocupado de lo que decía el pizarrón.
Sacó sus cuadernos de la mochila al momento en que yo me acomodaba en mi lugar. Me fijé en que algunos tenían un bonito dibujo de unicornio y otras, fotos de bandas pegadas en la fachada; lo que definitivamente todos tenían en común eran los diseños con lentejuelas. Tan femenino. No pude evitar soltar una risilla y ella clavó sus preciosos ojos avellanas en mí. Me sentí como una comida a la venta cuando se relamió los labios sin apartar su mirada de la mía.
Y esos eran unos labios preciosos, gruesos, húmedos y pintados de un lindo rosa carmín.
— ¿No vas a sacar tus cosas? —cuestiona.
—Ni siquiera voy a tomar nota, hace semanas que ya no lo hago.
Mi declaración le confundió, lo supe por su cambio de expresión. Ahora me observaba ceñuda, como si yo le hubiese dicho la mayor desfachatez.
En mi defensa, si viera mis calificaciones no estaría tan sorprendida. Tengo buena memoria, pero no soy el mejor.
— ¿Eres un vago?
Amplié mi sonrisa.
—Sí.
Reí al ver cómo arrugaba su frente en una clarísima cara de horror. Le horrorizaba que yo no fuese el cerebrito de la clase. Rosie no dejaba de sorprenderme; no conseguía entenderla.
— ¿Cómo es que pasas de año entonces? —Inquirió susurrante luego, sin dejarme contestar, hizo un ademán con la mano—. Olvídalo, no quiero saberlo. Necesito concentrarme.
Volvió la mirada a su cuaderno y empezó a tomar apuntes. Su letra es bonita, delicada y curvada; nada comparada a la mía que, si bien no era la mejor, era bastante legible.
Hice un gesto con la cabeza hacia Darrell, mi mejor amigo, quien nos miraba con desinterés. Su atención no estaba puesta en nosotros a pesar de que nos miraba. Darrell siempre parecía estar en su mundo; nunca interesado en lo que sucede a su alrededor sino que, prefería adsorberse en sus pensamientos. Definitivamente, la palabra para definir a Darrell no es curioso, quizá más bien discreto o callado. Eso sí, poseía una voz impresionante y un talento para la composición inigualable. Creo que lo que nos unía era nuestra pasión por la música y eso hacía que pudiésemos llevarnos a pesar de nuestras distintas personalidades.
Miré el pizarrón, leyendo la información y analizándola mentalmente. Sin embargo, no podía centrarme, no teniendo a esa chica intrigante sentada junto a mí.
—Te gusta ser una empollona —afirmé. Ella levantó la mirada, sus perfectas pestañas kilométricas revoloteando hasta fijarse en mí.
—No es tu problema —dijo, cortante.
— ¿Qué ocurre? ¿Molesta porque llegamos tarde a clase? —Pregunté con burla—. No creí que fuera a importarte tanto, princesa.