Besar a un angel

TRES

Frente a mí se encontraba un vaso térmico con café, que amablemente me había hecho James.

—Está caliente, no te vayas a quemar. —me avisa James, echándole un poquito de azúcar a mi café—, ¿Cómo te sientes Musa?

—Tengo dolor de cabeza, y casi no recuerdo lo que paso ayer.

—Es por la droga, no te preocupes... Te recomiendo tomarte todo el café.

—Está bien, gracias.

Asiento mientras acerco aquel vaso a mi boca para después soplar un poco y sorber de aquel líquido.

—Está muy amargo. —me queje sin poder evitar hacer una mueca.

—Lo sé, lo sé. Pero es lo más recomendable para que te despiertes y estés más en tus sentidos, ¿estás segura de que te sientes bien y que no quieres ir al hospital?

—James, estoy bien. —intento sonreírle para que él me crea, pero supongo no lo hace.

Esta mañana me había despertado con la mano de James en mi mejilla y con un «¿cómo te sientes?», la verdad me sentía en un cuento de hadas al tener a una persona que sin dudarlo me ayudo cuando más lo necesitaba, que llevo a una desconocida a su casa, aunque de lo primero que me di cuenta fue el inmenso dolor de cabeza que tenía.

Esto se sentía como un sentimiento extranjero, algo inexplicable. Se sentía como estar perdido en un desierto, guiándose por un sentimiento que se cría oculto o inexistente.

No podría decir que me gustaba James, o que estaba enamorada de él o algo parecido..., Pero me hacía sentir extraña al ver como él, se preocupaba tanto por mí al no ser ni siquiera mi amigo, eso me hacía sentir que le debía un gran favor o hasta mi próxima vida.

Mi teléfono suena en algún lado de mi bolso, y de pronto siento la grata necesidad de pedirle a Dios que la persona que me estuviese llamando no fuera mi madre, sino alguna persona equivocada.

Dejo el vaso sobre la mesa y me dirijo hacía mi bolso para ver quien era el que me llamaba: Mami

Maldigo una y otra vez en mi cabeza, por alguna extraña razón miro al techo esperando un milagro para después pasar a contestar.

—Hola mami, ¿Cómo estás?

—¿Qué cómo estoy? —me grita más que enojada mi madre, tanto que si en los teléfonos permitiesen introducir manos o chanclas hace rato me hubiese pegado con alguna de las dos—, ¿Se puede saber dónde mierdas estás? Y no me salgas con que estás con Sarah por qué la tengo a mi lado.

—Mami... ya voy para la casa...

—¡Más te vale!

Y sin más mi madre cuelga.

—Bueno..., el deber llama, supongo.

***

Cuando llegué a casa, después de que James, a pesar de que le dije que podía tomar un bus para ir a mi casa, él me llevo hasta unas casas antes de la mía.

—¿Vas a estar bien? —me pregunto por décima quinta vez James, cuando me baje de su moto para después entregarle el casco.

—Sí, no te preocupes.

—Al menos... —James hizo una pausa para llevar su mano a su cabello llevándolo hacia atrás—, ¿Me darías tu número? O sea, si quieres... no hay problema. —empezó a tartamudear nervioso, tanto que se le veía muy tierno.

Ante eso, no pude evitar reírme.

—Claro que sí, ¿tienes tu celular ahí?

Ante esto, James revisa sus bolsillos.

—Creo que no lo traje... pero —saco de su bolsillo un bolígrafo—, tengo esto.

Asentí, tomando el bolígrafo y tomé su antebrazo y empecé a anotar mi número.

—Listo.

—¿Y no me dejarás el besito de despedida?

—James estás loco... —Mis mejillas se tornan rojizas inevitablemente, después de lo que había hecho por mí esto era lo de menos.

—Era una broma, no te preocupes.

—¿Dónde lo quieres?

James me mira atónito, gira su cabeza hacia un lado, y yo decido mirar de un lado a otro para que ninguna persona mayor me viera y lo hice. Pude sentir su piel sobre mis labios, la cual era suave y además de que olía delicioso.

—¿Feliz? —le pregunté mientras le sonreía y lo miraba fijamente.

Ante esto, James tomo mi mano y me acerco hacia él. Paso su mano por mi cabello para después posar su mano en mi mejilla y acariciarla suavemente.

—En serio espero volver a verte, Qio Shun Pei.

Sin más, James se vuelve a poner su casco y después de despedirnos se fue.

Yo, por alguna extraña razón, me había quedado embobada viendo el lugar por donde se había ido. Tenía las mejillas sonrosadas y el corazón a mil.

Pero tristemente, mi burbuja fue explotada por el teléfono.

Cuando llegué a casa, cuando abrí la puerta, me recibió mi madre enojadísima, pero su postura por alguna extraña razón cambio al verme.

—Shun Pei, hija ¿pero ¿qué te paso?

—Nada mami —mentí—, estoy bien.

—¡¿Qué estás bien?! ¡¿Que no te has visto la cara?!

Y en eso me dirijo hacia uno de los espejos, y veo de lo que habla mi madre. La cachetada que me dio Yang me dejo un morado en toda la mejilla y hasta tenía el labio un poco partido.

—No te lo volveré a preguntar Qio Shun Pei, ¿Qué mierda te paso? —me pregunto entre una mezcla de furia y preocupación.

—Mami, es que...

—¿Es que, ¿qué? Habla rápido.

—Mamá, ayer me drogaron... y me quería violar uno de los amigos de Sarah, pero un compañero de la universidad estaba allí y me ayudo. Me llevo a una estación de policías y de allí me acompaño a un hospital. —dije intentando mostrarme fuerte y que mi madre no se preocupara tanto.

—Oh, Dios mío. —mi mamá se acercó a mí y empezó a golpear mi brazo—, ¿Y por qué no me llamaste?

—No te quería preocupar, má, estoy bien. No te preocupes.

Sin más, me comienzo a encaminar hacía mi habitación encontrándome a ni más ni menos que a Sarah.

—Shun Pei, ¿estás bien? —Me pregunto Sarah.

—Sí —Exclamé. —¿Qué era lo que decías?

—¿Recuerdas a uno de los chicos que estaba en nuestra reunión?

—¿Hablas de la fiesta donde invitaste chicos sin mi consentimiento? —Di media vuelta para encararla y ella en respuesta apretó su bolso más a su cuerpo.




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