La tensión en la escuela parecía haberse apaciguado después del ultimátum de la directora, pero tanto Fiat como Leo sabían que su rivalidad no se disiparía tan fácilmente. No cuando su enemistad había tenido un comienzo desde años atrás, aunque al menos podían hacer una excepción solo por esa vez.
Al día siguiente, la calma antes de la tormenta reinaba en los pasillos mientras los estudiantes se preparaban para el inminente evento con el representante del ministerio a la última hora de la jornada escolar de turno mañana. Especialmente las alumnas, que corrían de un lado a otro cuando se les acercaba una brigadier para revisar que no tuvieran maquillaje o las uñas pintadas. No hacía falta decir que las que habían sido atrapadas ya estaban el baño bajo la atenta supervisión de las policías escolares, por lo que los servicios higiénicos femeninos estaban abarrotados.
Fiat caminaba por el pasillo principal, rumbo a su salón, intentando ignorar el recuerdo del altercado del día anterior. Su tez trigueña parecía brillar bajo los rayos solares, aunentando la intensidad de su mirada con esos orbes miel. A su lado, Thiago, su mejor amigo desde la infancia, lo acompañaba con su característico buen humor. Thiago era un chico moreno, alto, con una sonrisa fácil y una actitud despreocupada, siempre dispuesto a hacer una broma para aliviar la tensión.
"¿Ya estás planeando tu próxima movida contra Leo o vas a tomarte un respiro hoy?" bromeó Thiago, lanzándole un empujón amistoso a Fiat.
"No sé de qué hablas, T" respondió Fiat, usando el apodo que solo él usaba, aunque no pudo evitar esbozar una sonrisa. "La directora fue clara, si armamos un lío, estamos fuera."
Thiago soltó una risa sarcástica. "Sí, claro, y yo soy un monje budista. Todos sabemos que no vas a dejar que Leo se salga con la suya."
Antes de que Fiat pudiera responder, escucharon las risas de un grupo que se acercaba desde el otro extremo del pasillo. No tardaron en reconocer a Leo, flanqueado por sus dos mejores amigos: Max, un chico robusto de cabello rizado y expresiones exageradas, y Gabriel, delgado y silencioso, pero con una mente afilada y siempre listo para un comentario sarcástico. Como siempre, Leo estaba en el centro de ambos, dirigiendo a su grupo, su porte alto lo hacía fácilmente el líder y su piel clara lo hacían relucir más, puesto que era el más blanco entre sus amigos.
"Ah, mira a quién tenemos aquí", dijo Leo con una sonrisa burlona al ver a Fiat y Thiago. "¿Estás listo para tu próxima humillación, Fiat?"
Fiat se detuvo en seco, mirándolo con una mezcla de irritación y desafío. Thiago suspiró, sabiendo que la paz había durado menos de lo que había esperado. Max y Gabriel se posicionaron al lado de Leo, creando una especie de barrera en el pasillo.
"¿No tienes nada mejor que hacer, Leo?" replicó Fiat, cruzando los brazos. "O es que te gusta tanto perder que vienes a pedirme otra lección."
La sonrisa de Leo se ensanchó, aunque sus ojos lanzaban chispas, realmente no soportaba a ese mocoso desubicado.
"¿Perder? Eres tú quien debería tener cuidado, no sea que te lastimes de verdad esta vez."
Thiago intentó intervenir, tratando de evitar que la situación se saliera de control.
"Vamos chicos, no queremos que la directora nos vea aquí. ¿Recuerdan lo que dijo?"
Pero tanto Fiat como Leo estaban demasiado concentrados en su enfrentamiento para escuchar, ya habían iniciado una guerra de miradas. Los ojos cafés de Leo transmitían toda la apatía por su contrincante, mientras que el miel de la mirada de Fiat expresaba el rechazo que el trigueño tenía ante un niño que él consideraba engreído de cuarta.
Los demás estudiantes que pasaban por el pasillo empezaron a detenerse, anticipando otra confrontación, algunas estudiantes fueron más disimuladas y se quedaron tras un árbol mientras enfocaba con sus dispositivos tecnológico, para evitar ser descubiertos como testigos y cómplices potenciales y recibir un castigo por eso. Los murmullos comenzaron a elevarse, creando una atmósfera electrizante que hacía latir los corazones de todos con expectación.
Fiat dio un paso hacia adelante, acortando la distancia entre él y Leo, a pesar de que era más bajo por cinco centímetros no le impedía dirigirle una mirada filosa a su oponente.
"Si tienes algo que decir, dilo de una vez y déjame en paz."
Leo lo miró fijamente, y por un momento pareció dudar, pero su orgullo no le permitió retroceder.
"Lo que quiero decir es que eres un cobarde desde ahora, y estoy aburrido de tu actitud de superioridad cuando solo eres un ridículo a quién se le ha subido los humos."
La tensión alcanzó su punto máximo cuando ambos se acercaron tanto que sus rostros quedaron a escasos centímetros el uno del otro. Las palabras mordaces estaban a punto de escapar de sus labios, cuando, en un giro inesperado del destino, un empujón accidental de un estudiante que pasaba corriendo los hizo perder el equilibrio. Era una chica que se había hecho un delineado y estaba siendo perseguida por su prima mayor para ser reprendida, era comprensible, siempre había una mezcla de respeto y miedo ante una escolta que pertenecía al escuadrón principal.
Antes de que pudieran reaccionar, sus rostros se acercaron aún más, y en lugar de otro insulto, lo que ocurrió fue un accidente tan sorprendente como inaudito: sus labios se encontraron en un beso breve, pero indudablemente real.
El pasillo se sumió en un silencio sepulcral, seguido por un estallido de maldiciones por aquella suerte y exclamaciones sorprendidas. Thiago se quedó boquiabierto, sin poder creer lo que acababa de presenciar, intentando asimilar que su mejor amigo había besado a otro hombre. Max y Gabriel se miraron entre sí, atónitos, antes de que el rizado empezará a reír a carcajadas mientras que el otro sacó su paño para los lentes y los limpió para ponérselo nuevamente y quedar helado por segunda vez al verificar la escena.