Beso accidental.

Capítulo 3: Fotos y videos.

El eco del timbre del colegio resonó por los pasillos vacíos, indicando el final de la jornada, mientras que la directora bajaba del estrado en compañía del representante del ministerio de educación.

Sin embargo, ese día, el ambiente estaba lejos de ser el típico murmullo de estudiantes apresurándose a salir. En lugar de eso, un zumbido inusual recorría cada rincón del colegio, alimentado por la sorpresa y la curiosidad morbosa. Los estudiantes testigos seguían con el asombro intacto con el impresionante hecho y se morían de ganas de comentárselo a medio mundo.

El beso entre Fiat y Leo no había tardado en convertirse en la noticia del día, y en cuestión de minutos, las redes sociales se habían llenado de fotos y videos que capturaban el preciso momento del “accidente”.

Fiat no pudo soportar más la presión. Después de salir del baño tras la formación obligatoria, donde había permanecido todo el tiempo, salió disparado del colegio, arrastrando a Thiago con él. No le importaba que la clase aún no hubiera terminado o que las miradas se clavaran en él a medida que atravesaba los pasillos con la cabeza baja y el corazón latiendo a mil por hora. Solo quería desaparecer.

Thiago, siempre el amigo fiel, lo siguió sin preguntas, manteniéndose a su lado mientras ambos corrían hacia la puerta trasera del colegio, evitando a toda costa la puerta principal, que a esa hora estaría vigilada por las auxiliares. La adrenalina los mantenía en silencio, pero el sonido de las notificaciones en los teléfonos a su alrededor era imposible de ignorar. Cada pitido y vibración parecía un recordatorio cruel del desastre que acababa de desatarse.

"¡Fiat, espera un segundo!" jadeó Thiago, alcanzándolo finalmente cuando llegaron a la esquina de una calle tranquila, lejos del bullicio del colegio. "¿A dónde vamos a ir? Ni siquiera tenemos nuestras mochilas."

Fiat no respondió al principio. Sus ojos miel estaban llenos de una mezcla de pánico e incredulidad, mientras intentaba recuperar el aliento. Finalmente, se apoyó contra la pared de un edificio, frotándose la cara con ambas manos.

"No sé, T. No puedo regresar ahí. Todos lo saben. Todos lo han visto. ¡Esto es un desastre!"

Thiago observó a su amigo con preocupación. Sabía que Fiat podía ser dramático, pero esta vez, había un pánico genuino en su voz. Sin embargo, siendo el amigo práctico que era, sabía que tenían que pensar en una solución antes de que Fiat hiciera algo impulsivo.

"Vamos a tu casa. Ahí podremos pensar en algo, ¿vale?" sugirió, poniendo una mano en el hombro de Fiat. "Lo importante es que no te vean ahora. Cuanto menos te expongas, mejor."

Fiat asintió, tragando saliva mientras intentaba calmarse. "Sí, tienes razón. Vamos."

Mientras tanto, en otro rincón del colegio, Leo se había refugiado en la biblioteca. Siempre había sido su lugar de escape, un santuario donde podía mantener su imagen de chico inalcanzable, donde nadie lo molestaba. Sin embargo, en esta ocasión, ni siquiera el silencio reconfortante de la biblioteca podía ayudarlo a procesar lo que acababa de ocurrir.

Sentado en una esquina, con la cabeza entre las manos, Leo intentaba controlar su respiración. La presión en su pecho era casi insoportable, y las imágenes del beso accidental seguían repitiéndose en su mente. No podía creer lo que había pasado, y mucho menos lo que había seguido después: la explosión en redes sociales.

"¡Maldición!" murmuró entre dientes, golpeando la mesa frente a él con el puño. Había trabajado tanto para construir su imagen de chico perfecto, inalcanzable, y ahora todo se estaba desmoronando por un maldito accidente.

Justo en ese momento, su teléfono vibró con una notificación. Leo lo tomó con manos temblorosas y vio que era un mensaje en el chat grupal con Max y Gabriel. Su corazón se hundió al ver la foto adjunta: él y Fiat, en pleno beso, publicada de manera anónima en la popular cuenta de confesiones del colegio.

Max: ¡Amigo, te has pasado! Jajajajaja, ya no eres solo el chico inalcanzable, ¡eres el chico que besa a sus enemigos!

Gabriel, con su tono siempre sarcástico, agregó otro comentario al chat: Supongo que ya no te importan las chicas, ¿eh, Leo? Qué progresista de tu parte.

Leo cerró los ojos, sintiendo cómo la ira comenzaba a hervir dentro de él. Quería gritar, golpear algo, cualquier cosa que le permitiera liberar esa frustración. No podía soportar la idea de que todo el colegio lo viera así, como si fuera una broma.

Voy a matarlos.

Pensó, pero sabía que, por ahora, lo único que podía hacer era escapar. Rápidamente, abrió la conversación con su madre y le envió un mensaje desesperado:

"Mamá, me duele mucho el estómago. ¿Puedes mandar al chófer para que me recoja? No me siento bien."

La respuesta fue casi inmediata, como siempre.

"Claro, cariño. Me pondré en contacto con el auxiliar para que te deje salir. Estará ahí en unos minutos."

Leo suspiró con alivio. Su madre siempre había sido rápida para protegerlo, para asegurarse de que nada lo afectara más de la cuenta. En cuestión de minutos, podría estar fuera de ese infierno y, con suerte, podría pensar en cómo arreglar las cosas.

Mientras tanto, Max, que no podía dejar de reír, fue interrumpido por un profesor que lo regañó por estar usando el celular en plena formación. Gabriel, que estaba parado al lado, solo lo miró con una mezcla de resignación y juicio, sin entender cómo su amigo podía ser atrapado tan fácilmente.

"Te van a confiscar el teléfono otra vez, idiota," murmuró Gabriel, mientras Max intentaba disimular.

Pero el daño ya estaba hecho. La foto había sido vista por casi todo el colegio y, con cada minuto que pasaba, más estudiantes se unían al coro de chismes y rumores. A medida que la última hora de clases llegaba a su fin, los grupos de amigos se reunían en los pasillos y el patio, compartiendo la imagen y teorizando sobre lo que podría significar.




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