Una picazón en el brazo lo trajo desde la inconsciencia, el aire se sentía tan frío contra sus pulmones, y su cerebro parecía haber ganado paseos gratis en una montaña rusa. Lo bueno, era que estaba vivo, lo malo... Alguien lo había drogado... Y ese alguien estaría con un menú a base de sopa y pan por unas cuantas semanas apenas descubriera su identidad...
Nadie bromeaba con el cocinero de Gold Pride.
Excepto...
No estaba exactamente en ningún sitio de Gold Pride.
Ese conocimiento le vino de golpe cuando abrió los ojos, y se encontró con enormes ventanales en un techo diagonal, dejaba pasar mucha luz, ver un cielo de blancas nubes, manchones de azul entre ellas. Debía ser una especie de tragaluz gigante
Extraño. Ninguno de los leones que tenían cabañas propias tenían una construcción de ese tipo.
Un pinchazo ligero, y algo se sintió diferente, bajando la mirada, contuvo un grito de sorpresa, habría salido muy agudo y fuerte. Su corazón se disparó. La mujer más hermosa del planeta dormía con su mejilla apoyada en un lado de su pecho, una mano descansaba en el otro extremo, su cabello castaño oscuro, bucles ondulados, rico color chocolate escondiendo ese rostro que había visto tantas veces en su imaginación.
Gala.
Sentir su esencia a un nivel tan íntimo despertó al león, estirándose, el animal mostró los dientes complacido. Ambos estaban cubiertos por una manta blanca, demasiado suave y cálida para ser real.
Un gruñido paralizó sus sentidos, Alexander movió la cabeza, y ahora estaba seguro de que estaba en un sueño loco, o el efecto de la droga todavía no terminaba de consumirse. Un cachorro de oso polar estaba olfateando la piel de su brazo, la pequeña cosa peluda tenía su nariz tan fría y húmeda que despejó la idea principal.
¿En donde rayos estaba?
Tratando de no asustar a aquella bolita tierna y blanca, Alexander cerró los ojos, su mente era una bruma de confusión. Ahora estaba seguro que eso era producto de un sedante... Tuvo paciencia para encontrar sus recuerdos, Gala emitió un suspiro mientras seguía en su sueño, el aliento cálido contra su piel fue una caricia que erizó los vellos de su nuca.
Era difícil tratar de pensar en algo cuando uno de sus sueños se estaba volviendo realidad... Bueno, al menos en parte.
El osezno comenzó a morder la manta, y al ver esa pequeña cosa jugar, su corazón se llenó por completo, nadie podría resistirse a eso, un oso estaba lejos de ser normal en Gold Pride.
Gold Pride.
Su mente reactivó un recuerdo que envió la tierna escena a otro plano diferente, se vio a sí mismo espiando por la puerta apenas abierta de la cabaña de emergencia de Gala, oculta en lo profundo del bosque en el territorio de la coalición. Recordó haberla visto entrar cuando la siguió, y cuando se atrevió a echar un vistazo... La vio transformarse en una enorme osa polar.
¡Gala era una osa polar!
Eso era terror a otro nivel. Pero se encontró sintiendo más fascinación por ella que miedo por sus mortales garras.
—¿Tayuk? —Alguien preguntó, la voz lejana, femenina, hizo que el osezno levantara la cabeza y esas diminutas orejas—. ¡Tayuk, cachorro!
En el exterior se escucharon pasos, probablemente de la madre del osezno. Gala volvió a moverse entre sueños, más cerca de su cuerpo, los pensamientos de Alex se nublaron con la oleada de placentero calor que barrió con fuerza. Algo parecido a una cerradura moviéndose, sonó por el silencio de esa especie de... Cabaña. Levantando un poco la cabeza, vio que al fondo había tres sillones grises frente a una chimenea, a la derecha de estos se encontraba una puerta entre abierta.
La misma que fue abierta desde afuera. El cachorro entró en alerta y Alexander también, recostó la cabeza contra una especie de almohada en forma de tubo y esperó. No podía ver bien por la falta de luz, pero quien entró fue una mujer.
—Tayuk —llamó, voz severa.
El cachorro obedeció y corrió hacia ella, fue tomado en brazos, protegido. La mujer fue acercándose lentamente, con su cachorro sostenido con fuerza del pelaje. La mujer permaneció en la sombra, donde la luz que entraba por el techo de vidrio no le alcanzaba, pero Alex pudo ver como olfateaba.
—Tú no eres un oso —dijo, su voz acerada—. ¿Por qué estás con Sialuk?
No pudo evitar fruncir el ceño al oír el nombre raro, luego entendió que se estaba refiriendo a Gala. Las piezas restantes llegaron por si solas, cuando Gala desató una impresionante ola de furia contra él y por poco patea su trasero de león, un montón de voces extrañas los acorralaron junto a un arroyo.
Un arroyo.
La persecución rabiosa los había orillado a salirse del territorio de la coalición. Él los había orillado ahí, Alexander quería patear su propio trasero peludo.
—¿Quién eres tú? —La pregunta salió rasposa de sus labios. Alex tosió.
—Tú responde eso —demandó, pronto sintió la oscuridad de ojos negros como la noche.
Santo infierno, los osos daban miedo.
—¿Por qué estás con Sialuk? Me dijeron que ella llegó sola.
Deteniendo el gruñido del león, Alexander tomó la muñeca de Gala y con el pulgar formó círculos sobre la piel de su mano, saciando un hambre de contacto que venía soportando durante medio año.
—Ella no es Saluk.
—Sialuk —corrigió.
Rodó los ojos.
—Sialuk... Eso es incorrecto, ella se llama Gala Duvall.
Fue conveniente evitar hablar de más y proclamar que ella le pertenecía. ¿Posesivo? Podía declararse culpable por eso, pero Alex era más león que hombre, aunque por fuera pareciera solo un niño bonito, sabía lo que quería, y Gala era todo su mundo, su vida, el problema era que ella no quería darse cuenta o siquiera hacerle caso.
No era tan bruto como para obligarla. Y ahora que sabía sobre el animal poderoso en el que se convertía... Hacer una acción en su contra significaba terminar con la garganta hecha trizas. Alexander quería seguir viviendo.
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Editado: 04.11.2020