Atrapada por un intenso calor del que no pretendía escapar, Gala hizo un esfuerzo por empujar los recuerdos a la bóveda, pero el cerrojo fallaba con cada intento y la puerta se abría, una y otra y otra vez, con tanta fuerza implacable, como si un viento despiadado la empujara de vuelta. Sus ojos ardían por las lágrimas y los sentía demasiado hinchados, sus párpados solo sabían cerrarse, su garganta se sentía pesada y rasposa, dolía como si hubiera estado gritando a todo pulmón durante horas, y un puño apretaba su pecho con una fuerza descomunal, sentía como si un peso aplastante intentara derribarla.
Shila está viva.
Las palabras de Malik hicieron que su oscuridad gritara y moviera, y su osa se levantó con un gruñido de respuesta que resonó dentro de su mente. El siseo se hizo un ruido intenso mientras trataba de regresar todo a como era antes para volver a tener el control, pero había perdido la llave, así como perdió la batalla contra el llanto agudo y doloroso que había suprimido por tantos años. Había pensado que lo superó con el tiempo, pero ahora solo sabía que lo único que había hecho era mentirse a sí misma, tantas veces hasta creerlo.
El pasado la perseguía, y ahora mismo la tenía agarrada con una sujeción de acero.
Alexander supo leerla como nunca antes, pero no le presionó para seguir hablando. No es como si pudiera o si quisiera hacerlo, la voz de Gala se encontraba fuera de su alcance, sus sentidos tan lejos, arrojados a los oscuros pensamientos que intentaban retroceder diez años en el pasado.
Gala sabía que con solo tocar uno de ellos se perdería a sí misma, y la oscuridad ganaría terreno dentro de ella, saldría para ver a Alexander encerrarla en un abrazo que no se trataba de un verdadero encierro sino en el afecto más suave, cálido y fuerte que había sentido en mucho tiempo. Ni siquiera el apoyo y soporte de Patrick era comparable con el calor fundido de Alexander, el ritmo de su corazón sonaba como una canción que arrullaba su alma, llegando a los puntos más profundos, más rotos...
Un latido después la vibración rítmica naciendo del fuerte pecho del hombre, acompañó las caricias suaves sobre su brazo y hombro. Este hombre que no entendía el verdadero peligro entre sus brazos, volvió a reafirmar su marca de olor sobre ella al pasar la mejilla en su cabeza, Gala sabía de su tensión, de la necesidad de protegerla que era un fuego hambriento demasiado crudo y real, sabía que luchaba por contenerse cuando estaba segura que quería respuestas, nombres o lo que fuera que le hubiera puesto en esa situación.
Pero no sabía si alguna vez podría explicarle, ¿cómo hacerlo si tan solo escuchar su nombre le hacía romper en llanto? Gala prefería que no le viera de esta forma, se suponía que ella era la que debía protegerlo del frío, de los osos y de sí misma, pero ahora los roles se invirtieron y no sabía como reaccionar con eso. No estaba acostumbrada a ser consolada de esta manera, cuando la presión era demasiada ella se distraía enfocándose en cuidar a los miembros de la coalición, eso le había bastado durante mucho tiempo, sus emociones bajo un control tan perfecto que todos esperaban que solo fuera eso.
Una mujer que sabía lo que hacía hasta con los ojos cerrados, que aparecía ante la enfermedad y el dolor y se lo llevaba con sus manos para luego desaparecer, volver a la periferia hasta que llegara otro momento donde la necesitaran. Gala protegía a la coalición desde las sombras, se aseguraba de que el Alfa descansara lo suficiente y que el lugarteniente dejara de tener atracones de comida por las noches. Todos tenían algo con lo que pelear, todos tenían secretos que guardaban de los demás evadiendo la lástima y la compasión para ser solamente los miembros capacitados de la coalición, para servir y proteger, para cuidarse unos a otros.
Gold Pride había sido un cable a tierra para la gran mayoría de los leones, un refugio soñado y seguro para algunos que habían sido víctimas de exhibiciones ilegales durante su niñez o adolescencia, aquellos sitios privados y escondidos donde se mantenían cautivos a diferentes tipos de cambiantes para el entretenimiento de humanos carentes de escrúpulos, esos sitios, sumados a las peleas y laboratorios clandestinos, el comercio y tráfico de cambiantes, eran el mayor mal que todavía existía para su raza.
Solo su pelaje tenía un exorbitante precio de cinco millones de euros en el mercado de pieles, la osa se sacudió el pelaje con gruñido fuerte al pensarse como presa de los Cazadores, y luego se fijó en quien la sostenía. Un león como Alex, demasiado común como para fijarle un precio, sería considerado como un excelente ejemplar para exhibir, su belleza feroz guardaba un encanto salvaje. Por primera vez desde que lo había conocido, la oscuridad de Gala vibró al imaginarlo encerrado, nadie merecía ser aplastado, su libertad quitada por un capricho y la absurda creencia de que eran animales, inferiores a los seres humanos.
El corazón de Gala volvió a latir apresurado al notar ese cambio, una luz tenue se encendió dentro de ella, pero la apagó antes de que pudiera esperar algo más, incluso si la parte rota y torcida de ella no lo veía como alguien a quien asesinar, no tenía garantía de que en un futuro no tan lejano, ella terminara con él en un arranque vicioso de ira. Porque no importaba cuan controlada fuera en el exterior, por dentro tenía una ira vieja y tan grande que era un peso clavado en su alma.
—Alex... —dijo, su voz era apenas un hilo de sonido que estaba ligeramente por encima del latido de su corazón, el crepitar del fuego y la suave llovizna de afuera.
—Nunca me cansaré de repetirte que llorar no te hace débil, a veces lo necesitas, una limpieza de adentro hacia afuera.
Su voz tenía un tono cálido y amable, siendo un león Alexander podía modular sus vocalizaciones para encandilar a las personas, esa habilidad secundaria de su condición de cambiante no era usada ni siquiera por aquellos que se convertían en criminales para sobrevivir, y Alex no la usaba con nadie, ni siquiera con Gala. Él sabía que podía atraerla usando un nivel de voz tan poderosamente seductor que no habría fuerza en el mundo que pudiera hacerla resistir contra eso, pero no lo hacía, “conozco mis capacidades pero nunca te obligaría a hacer nada que no quisieras, es tu elección, por eso yo solo te dejo piezas para mostrarte lo genial que sería si estuviéramos juntos” eso le había dicho cuando le confrontó sobre el perfume de lavanda y rosas que le dejó como un obsequio en su habitación, Gala estaba decidida a terminar con su cortejo y rechazarlo pero su respuesta le dejó con dudas.
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Editado: 04.11.2020