EMMA
Abro los ojos y tardo en captar el lugar, no logro reconocerlo y percibo un ligero temor recorrer todo mi cuerpo, hasta que en el proceso siento la calidez de algo alrededor de mi cintura; identifico el brazo fuerte y la mano grande que me rodea, sus anillos son irreconocibles logrando notificar notablemente que falta uno en un dedo en particular y es el de matrimonio.
«¿Querrá contraer matrimonio?» asalta la dichosa pregunta. Hemos hablado muy poco de ello, después de mi asunto con Alonzo.
De pronto me vi vestida de blanco entrando al altar con mi padre a mi lado y mis sobrinos de paje, mientras en el altar me espera Ulises en un impecable traje con su barba delineada y su cara de pocos amigos hasta que la música suena y su cara cambia en una sonrisa perfecta, aun lado están Ismael, Manuel y Saúl. «soñar no cuesta nada y a parte es con el primero que lo imagino, con Alonzo nunca me imagine. Un punto para el Mimado»
Borro la imagen al instante y la sonrisa tonta que se formó en el proceso. Veo la hora y son las 3:15 am, el sueño vuelve a vencerme minutos después.
—Te amo preciosa.
Abro los ojos y veo la blanca sonrisa de mi loco enamorado.
—Buenos días, ¿hoy amanecimos románticos? —dice la que se imagino en el altar con él.
Pone los ojos en blanco y niega con un movimiento de cabeza.
—se supone que no deberías haberlo escuchado.
Sus mejillas tomaron un rojo excesivo.
—pero lo escuche y no deberías sentir pena por ello.
—no siento pena, lo sabes.
—aja, por eso te pusiste todo rojo. —digo con sorna.
—eres insoportable, Emma.
—Tú m’aime.
—Ni como negarlo, Belle fille… —le doy un beso con cariño en su mejilla.
Después de tomar el desayuno emprendemos marcha a ir de nuevo a su casa.
En el camino su celular no deja de recibir llamadas y el timbre ya me ha interrumpido tanto que comienzo a creer que es una emergencia.
—¿No vas a responder? Parece ser urgente.
—No, estoy ocupado.
—pues pon el altavoz y responde.
—no es por ir manejando, es porque voy contigo y nuestro tiempo juntos es más importante que cualquier cosa.
No logro esconder la sonrisa de niña caprichosa que solo él provoca.
Seguimos hablando de cosas que ya ni sabía que me gustaba hablar o que más bien nadie notaba. Hasta que su teléfono vuelve a estallar en llamadas.
—contesta ya, por favor.
Al recibir la llamada una tímida voz logra saludar en un Ingles perfecto y da el recado con un muy notorio temblor.
La cara de Ulises dice de todo menos bonito hasta que en el mismo idioma le pide que no interrumpa sus vacaciones y que le envié todos los documentos al correo.
—Disculpa.
—Disculpado. ¿Quién era y por qué te teme tanto?
—Mi secretaría y no me teme, es solo que no logran hacer nada sin mí.
—No sé mucho de tus empleados, pero se de buena fuente que eres el Ferreira que tiene el peor humor y el más intimidante aparte de que vi cómo te contuviste por no gritar como un demente y por lo que sé; es la primera vez que sales de vacaciones obviamente están con miedo de no saber hacer algo sin ti, eres el Jefazo Mal humorado y temen por sus vidas.
Su carcajada sonora solo me afirma lo que he dicho, sé que todos hacen lo que él pide y de la forma en que lo pide, en su casa siempre los empleados preparaban todo como al señor mimado le pareciera, nada se mueve sin su autorización, sabe el poder que tiene en todo y no duda en aprovechar ese mando. Aunque como todo tiene su pequeña debilidad y sé quién es.
llegamos en la noche a casa y todo brilla con las luces navideñas, los adornos son infinitos y como ya dije todo esta perfecto solo para que el nieto consentido se sienta feliz y así sucede, su sonrisa y el brillo de sus ojos irradian felicidad.
Una empleada nos ayuda con las pequeñas maletas al bajar de la camioneta.
—Todos los empleados esperamos que le gusten la decoración, después de tanto tiempo sin venir dimos lo mejor para lograr el resultado, señor.
—Les ha quedado estupendo, gracias.
La sonrisa de satisfacción de la empleada es palpable.
—Sin duda te ha gustado, eres como un Grinch que le agrada la navidad, pero detesta todo el año.
—Así es, es mi época del año que más disfruto, ¿estás lista para escucharme cantar villancicos?
—Muy lista, señor.
Recuerdos de aquel año en que fuimos a Nueva York dónde nos hicimos novios, dónde vivimos la magia de aquellos momentos. Y me doy cuenta que no hemos tenido navidades juntos y que esta será la primera, después de la separación vine las dos primeras para ver si lo veía, pero no apareció.
Entramos a la cálida casa, se siente como si fuera mi hogar. El crujir de la madera al quemarse en la chimenea, sus abuelos leyendo en sus Sofá haciéndose ver como una escena de película.
Miro alrededor de la estancia y el enorme pino adornado con luces de colores e incontables esferas que lo adornan junto con los obsequios cubriendo su alrededor.
La tranquilidad se siente, siempre estoy dónde quiero estar.
—¿Pensando en?
La voz de Ulises me saca de mi ensimismamiento, mirándome con confusión.
—En lo bien que me siento aquí, lo veo como mi hogar, no extraño la rutina y eso es jodidamente sensacional y raro.
Sus labios dibujan una pequeña sonrisa.
—Me alegra que te sientas en casa, un punto a los anfitriones.
—Por supuesto, sobre todo a un señor mimado que tengo justo en frente.
—Efectivamente.
—Oye, ¿has pensado en algún momento de tu ajetreada vida en el matrimonio?
Me mira con atención, pero no emite ni una palabra, su cuerpo no está tenso y eso suma un punto. La mayoría de los hombres le temen a esta pregunta.
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Editado: 15.11.2022