Between two loves

Prólogo

COREY: ¿Cómo han ido sus calificaciones? -Preguntó al adorable par de jóvenes pelirrojos que tenía enfrente de su escritorio -Espero que bien -entornó sus ojos en dirección a ellos, pero su tono desmentía su postura-.

-El par rio y contestaron al unísono: “Son las mejores”.

-“No creo que nos hallas mandado llamar solo para preguntar por nuestras notas, ¿o sí?” -preguntó el más joven-.

COREY: Hay algo que quiero mostrarles y quiero que pasen tiempo aquí, conmigo.

-“¿A Kerstin no le importará?” -quiso saber el mayor-.

COREY: Ella está encantada con la idea.

-“¿Qué es lo que nos quieres mostrar?” -preguntaron ambos-.

La puerta del vestíbulo se abrió de  par en par y entraron dos hermosas vampiresas, no tendrían más de 120 años, eran casi idénticas a excepción del color de su cabello, una lo tenía color azul celeste mientras que la otra de un tono rojo rubí, ambas tenían los ojos color jade, eran esbeltas y llevaban un vestido de corsé en color negro y rojo respectivamente. -

-“Se nos hizo un poco tarde” -dijo la pelirroja con cierto tono dulzón-.

-“Ha sido culpa mía, me entretuve con Pushen” -se apresuró a agregar la peliazul-.

COREY: Vaya, creí que Pushen se había fugado la noche anterior, pero veo que sigue siendo fiel a su dueña -le sonrió tiernamente. Al mirar de reojo a los chicos notó sus caras de confusión -Pushen es el gato de ellas -aclaró-.

La pelirroja sintió una mirada intensa que no la dejaba estar en paz, giró levemente la cabeza para encontrar un par de ojos esmeralda fijos en ella; se ruborizó al instante en que notó bien al joven vampiro, no parecía tan mayor... unos 140 años, su tez era tan blanca que resaltaba el tono de sus ojos, su cabello era de un rojo cobrizo, lo llevaba un poco largo, solo lo suficiente; era muy bien parecido. Su corazón comenzó a acelerar el pulso, se sonrojó más debido a la vergüenza, ¿cómo podía su corazón latir tanto por un extraño? El chico le sonrió y ella desvió la mirada-

COREY: Bueno ya que están los cuatro aquí. Niños, ellas son: Hoshi -señaló a la pelirroja- y May -señaló a la peliazul-, son mis pequeñas hijas; y ellos son: Ayato -señaló al chico de cabello rojo cobrizo- y Edward -señaló al de cabello rojo carmesí -también son mis hijos -agregó-.

HOSHI: -Sintió que su cara ardía aún más tras dicha noticia, ¿estaba loca? Por un instante había sentido algo lindo por el chico de cabello rebelde y ¡ahora resultaba que era su hermano! - ¿Significa que somos hermanos?

COREY: Sí, son medios hermanos.

MAY: Nunca creí que tuviera un medio hermano... y menos, dos.

COREY: ¿Por qué no van al jardín y se conocen un poco más? -Los animó-.

AYATO: Me parece buena idea -volteó a ver a las chicas -¿Nos mostrarían el camino a su lugar favorito de la casa? -sonrió amplio-.

HOSHI: -El solo escucharlo hablar la derretía, pero no podía dejarse vencer por esos sentimientos...era su medio hermano, debía alejar esos pensamientos -¿Lugar favorito?

AYATO: El lugar donde se sienten más cómodas para poder conversar -le sonrió y ella se ruborizó-.

MAY: Nos gusta la casa del árbol, ¿quieren ir? -Sugirió la peliazul en tono infantil-.

AYATO: Suena un buen sitio, vamos Ed -se puso en pie-.

ED: Las seguimos -dijo poniéndose en pie también-.

Salieron del vestíbulo de su padre y cruzaron la mitad del castillo hasta llegar al jardín trasero donde a un lado de la gran fuente de dragones de piedra blanca se ubicaba un frondoso árbol de largas hojas que caían en cascada y un grueso en forma de remolino; en una de sus gruesas ramas descansaba una linda casita pintada de un tono violeta. Subieron a la casa con la ayuda de una escalera colgante, una vez dentro, se sentaron en los puff que había distribuidos por el suelo y May sacó una lata de sangre gaseosa para cada uno.

ED: Y ¿qué edades tienen?

HOSHI: Tenemos 110 años

ED: ¿Tienen?

MAY: Somos gemelas.

HOSHI: ¿Ustedes qué edad tienen?

AYATO: Ambos 140.

MAY: Después de todo no son tan mayores.

Pasaron el resto de la tarde conversando y conviviendo; a la hora de la cena, Corey les comunicó que los gemelos se quedarían en el castillo por una temporada, a las gemelas no les disgustó aquella noticia, pues al fin había alguien más en casa para poder convivir, además del hecho de que eran sus hermanos.

Pasaba de media noche, Ayato salió a caminar por el jardín, no podía dormir, así que pensó que la tranquilidad de la noche le ayudaría a calmar sus pensamientos; le pareció que la fuente era un buen lugar para sentarse, pero notó que la casa del árbol tenía luces encendidas, la curiosidad le ganó y subió para ver quién estaba adentro.

AYATO: -No quiso ser descortés así que primero llamó antes de entrar, una voz ya un poco conocida lo invitó a pasar. - ¿Qué haces aquí sola a estas horas? -Preguntó a la pelirroja quien estaba sentada en un puff leyendo un libro-.

HOSHI: -Hizo unas anotaciones en la página, cerró el libro y volteó a ver al chico. -Es mi hora de leer, aquí es muy tranquilo.

AYATO: Oh, ¿prefieres que me vaya? -Se rascó la nuca-.

HOSHI: -Se sonrojó. -No pretendía decir eso, puedes quedarte, si gustas.

AYATO: -Se sentó en el puff al lado de ella. - ¿Que lees?

HOSHI: Eh... un libro... -respondió dudosa-.

AYATO: Vale, si no quieres contarme no pasa nada -sonrió dulcemente-.

HOSHI: ¿A ti qué te trae por aquí tan tarde?

AYATO: Quería dar la vuelta -se encogió de hombros -eso es todo.

HOSHI: ¿De noche?

AYATO: ¿Qué tiene de malo? Tú prefieres leer a estas horas, ¿no? -Se rio-.

HOSHI: No me molestes.

***

Los meses continuaron pasando, a las gemelas ya se les hacía normal ver a sus hermanos todos los días, en ocasiones salían a cabalgar los cuatro y se detenían cerca del río a comer, otras, practicaban esgrima o platicaban en la casa del árbol mientras jugaban juegos de mesa. Por las noches Ayato iba a la casa del árbol para encontrarse con Hoshi, siempre con el pretexto de que no podía descansar, tan solo buscaba tiempo a solas con ella, y esa noche no fue la excepción.




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