[beyblade] Ártico | Yuriy Ivanov |

Capítulo 4: Enrique el gladiador


 


 

|| Italia ||
 

 

Al llegar a la colina de una majestuosa mansión, la ojiazul encuentra a los Bladebreakers en la entrada siendo engañados por un carismático joven de corta y rubia cabellera.

— No cambia — susurra

Ciertamente le costaba creer que aquel carismático y despreocupado chico se tratara de su hermano, la futura cabeza de la familia Tornatore y campeón de Italia "El joven y talentoso Enrique" muchas cosas se decían sobre él.

Enrique, el que nunca ha perdido un desafió.
 


 




 


 

El primogénito y futura cabeza de la familia.
 


 




 


 

El heredero de la bestia sagrada del Clan Tornatore
 


 




 


 

El mejor beyluchador de Roma.
 

 

Desde que tenía uso de razón, recordaba toda la atención enfocarse hacia Enrique. El nacer dos minutos antes había marcado muchas diferencias entre ambos, el principal era el lugar que ocupaban dentro de la jerarquía familiar, al ser el mayor, Enrique había tomado lugar como el primogénito, sería la futura cabeza de una emblemática familia descendiente de la realeza, tendría el peso los negocios familiares cuando tuviera la edad y preparación apropiada, por lo cual toda la atención se centraba en el joven y talensoso Enrique, dejándola a ella relegada como la sombra de su hermano. Si bien ambos mantenían una buena relación también tenían grandes diferencias, entre ellas su forma de pensar sobre sus bestias bit, aquellos espíritus sagrados que les fueron entregados como herencia familiar, para Enrique Amphilyon era una herramienta que él podía controlar, para la ojiazul ellos representaban la protección de su Clan por lo cual merecían respeto, pero el rubio no lo entendía.

"Debes dominar tu bestia bit"
 

 

Dominar...

Cuanto odiaba esa palabra.

— Deberías dejar de mentir alguna vez

— Aria! — exclama un sorprendido Tyson al verla caminar hacia aquel rubio de sonrisa autosuficiente, el cual la observaba con sorpresa, ciertamente eran muy parecidos, pero antes que el italiano pudiera decir algo, es interrumpido por una voz proveniente de la mansión.

— Joven Enrique, su profesor de Trigonometría solicita su presencia en el cuarto piso, en el salón de baile. — comenta un mayordomo de gran porte y elegancia. — No debe hacerlo esperar

— Peterswoord! — saluda la ojiazul provocando que el mayordomo pose fijamente su vista en ella.

— Srt. Aria, es un placer tenerla de regreso. — hace una reverencia — el joven Enrique ha esperado su llegada.

— Enrique?! — exclaman con sorpresa los Bladebreaker, ahora todo estaba claro, aquel alocado chico era Enrique.

— Nos vemos!! — responde el rubio tomando rápidamente la muñeca de la ojiazul para llevarla con él hacia las barandas

— Joven Enrique, Señorita Aria! Esperen — pide Peterswoord

— No hay tiempo, Peterswoord! — dijo parándose sobre barandas — sube Aria

— Espera que....

— Adiós chicos! — señala a los Bladebreaker — Guarden sus habilidades para alguien que puedan vencer

Dicho esto, el rubio se lanza colina abajo junto con Aria que gritaba al ser nuevamente arrastrada por las locuras de su hermano.

— Estoy en grandes problemas — susurra el mayordomo.


 


 

|Rusia |
 

 

En las gélidas calles de Moscú, un joven de cortos cabellos pelirrojos se encontraba observando los frondosos árboles ser cubiertos por la nevada de la temporada, a su alrededor todo yacía cubierto por aquel manto que sepultaba sin contemplación alguna la ciudad.

— ¿Qué vez, Tala? — pregunta con retraimiento un pelilavanda

— La nieve — responde con parsimonia — La nieve es agradable...

Ante lo dicho, Bryan asintió con ligereza. La nieve sepultaba cualquier cosa a su paso, era como una muerte lenta, fría y letal, pero imparcial, que no diferenciaba entre la riqueza o pobreza, la felicidad o la tristeza, sin importar lo que ocurriera esta continuaba cayendo. Solo aquellos que conocían realmente de la pobreza y la tristeza sabían mejor que nadie que la nieve se llevaba todo, hasta sus recuerdos, incluso los más horribles, eso era lo que muchos buscaban.

Olvidar.
 

 

En la Abadía no tenías pasado.

Sin recuerdos
 


 




 


 

Sin Pasado
 


 


 


 



 


 

Sin esperanza
 


 



 


 


 


 

Morías al entrar a la abadía y un nuevo yo surgía.
 

 

Los recuerdos felices no eran algo que Bryan o él conocieran, de su pasado el pelirrojo recordaba a su padre, un orgulloso soldado, al menos hasta que  el régimen en Rusia cambió, producto de ello su padre perdió su estatus como un soldado, se convirtió en un hombre alcohólico y agresivo que  maltrataba constantemente a su madre y a él, cansada de la situación y cuando el maltrato empeoró, su madre los abandonó.

Lo abandonó.

Tala se quedó con su padre, el cual lo obligaba a conseguir comida y alcohol, tuvo que robar para permanecer vivo. Así fue cómo conoció a Bryan, en ese tiempo "Boris" con quien compartía un pasado similar, tenían mucho en común, entre ellos el sentido de supervivencia, por lo cual ambos engañaban y robaban a la gente de aquel pequeño y pobre pueblo, el cual solo tenía una sola área decente donde no podían robar sin pasar desapercibidos. A medida que continuaron caminando un sollozo llama la atención del pelirrojo, a pocos metros podía observar a una pequeña llorando junto a su madre, de cierta manera le recordaba vagamente a aquella pequeña niña que conoció años atrás en puerto de Severodvinsk, el cual había dejado hace tantos años.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.