Abril

Eduardo pareció decepcionado, “Ah, y yo que pensaba invitarla a la merienda de Abril el domingo con las familias de la guardería. Bueno, ella no tiene figura materna para llevar y ustedes se llevan tan bien, pues quizás… pero bueno, eso sería muy forzado, ¿verdad?” En ese momento, Abril llegó corriendo al escuchar a su padre hablar de la merienda. “Lucy, mira, yo… me dijiste ayer que si yo quería una amiga, tú serías y yo se lo pedí a mi papá que te lo dijera para que nos acompañaras porque yo siempre voy solita y las demás niñas van con sus mamis.”

Le pregunté, “A ver, Abril, ¿a qué hora es la merienda?” Ella respondió, “¿Vas? ¿Sí? Es en la tarde, como así”, y puso tres deditos ante mis ojos. Le aseguré, “Bueno, voy al encuentro mañana en la mañana después de dejar a Lucero en casa, y estaré en la noche con ellos. Regreso en la tarde del sábado, puedo estar con ustedes el domingo a las tres en la merienda y así no estás solita. Y sí, yo siempre voy a ser tu amiga.” Abril gritó de alegría, “¡Sí! ¡Lucy va conmigo! ¡Lucy va conmigo!” Todos nos reímos de la alegría de esta belleza. Es como si le hubieran dado el premio del año.

“¡Pero qué niña traidora! Yo también voy y es como si no existiera”, dice Eduardo entre risas. “No, mi papito, yo te quiero, pero Lucy es mi amiga y así puedo enseñarles a todas que yo también tengo una amiga grande y una mamá en el cielo. ¿Entiendes?”

Un silencio pesado se instala en la estancia. Nadie se atreve a romperlo hasta que Lucre dice: “Esas razones son muy bonitas, nena, y fíjate que me dan ganas de llevarte ahora mismo a conocer a unos niños que les encantaría ser tus amiguitos. Así tu papá y la doctora pueden conversar más tranquilos. ¿Quieres?”

“Si no es muy lejos, no quiero dejar a mi papi solo”, responde la niña.

“Ven, es cerca y no estará solo. Estará con tu mejor amiga. ¿No crees?”

“¡Sí!”Se alejan hacia la casa de los padres de las doctoras y quedan Eduardo y Lucy solos en silencio.