Todo iba de maravillas; me iba a casar, era feliz. Tenía al mejor hombre a mi lado, la Universidad iba de muy bien, todo estaba a mi favor pero entonces el mal sueño comenzó.
A mediados de septiembre hace ya dos años la salud de mi abuelo empeoró, debió ser hospitalizado y al pasar de los días no se veía mejora alguna, lo impensable estaba ocurriendo. Debo ser sincera al decirles que odio ir a hospitales, no me gusta visitar a enfermos, no me gusta ir a funerales y mucho menos a entierros. Soy consciente de lo mal que puede llegar a ser visto pero no me gusta quedar con esas imagenes como último recuerdo de las personas que amo por lo que a mi abuelo nunca fui a verle, eso me costó regaños y ofensas por parte de mi familia quienes creyeron que mi posición al respecto era debido al desinteres más que otra cosas; nunca pudieron entenderme en ese aspecto.
Al pasar de los meses mi abuelo falleció, aunque sabía que ese día llegaría realmente nunca estuve del todo preparada, siempre guardamos una pizca de esperanza aunque eso sea engañarnos a nosotros mismos. Recuerdo quedar devastada, recuerdo estar en casa cuando la noticia llegó a mis oídos, recuerdo haber llorado en silencio con miedo a que mi abuela y mi padre se enteraran (mi abuela en ese entonces tenía 98 años y la noticia podía afectarle, a mi padre quien era muy cercano a mi abuelo podría descontrolarse y como le hacían emodialisis podría de igual manera ser perjudicial para él). Recuerdo haber coincidido la noticia mientras estaba escuchando una canción, una canción que cobró otro sentido desde entonces; Stones de Heuse.
Mis tíos, mis primos, mi madre, todos lloramos en silencio y finjiamos alegría para que mi padre y mi abuela no se dieran cuenta pero eventualmente luego del funeral y el entierro, mi papá lo supuso, pues las noticias sobre mi abuelo habían cesado.
Pasó lo que pareció mucho tiempo hasta que todo volvió a la normalidad, otra vez había alegria en la casa, mi papá estaba muy bien con su tratamiento y mi abuela era feliz, ya tenía una fecha para mi matrimonio; Marzo 17 del 2018.
Los días pasaron y estaba encantada pues iba a casarme con el hombre que tanto amo, mi papá me llevaría al altar y todo sería perfecto, o eso pensaba hasta que lo impensable volvió a ocurrir; mi papá empeoró de salud el 7 de diciembre de 2017, debieron internarlo pues tenía una infección que debía ser tratada. No era la primera vez que mi papá era hospitalizado por la retención de liquidos y todo lo que eso conllevaba, siempre salía en perfectas condiciones por lo que pensé estupidamente que esta vez no sería diferente. Algo a tener presente de mi querido padre, era terco como una mula y se rehusó a ser internado puesto solo tenía una fuerte fiebre.
Le hicimos caso, le tratamos la fiebre como sabíamos y seguimos pendientes de todo pero confiados que no era nada grave. Mi papá se mejoró y todo fue genial, complí años el 15, escuchabamos música y todo era genial, llegó 24 noche buena e hicimos la cena, arreglamos la casa, esperabamos que llegara la familia pero la fiebre regresó y con más fuerza. Teniamos que llevarlo a urgencias.
- No, yo estoy bien. No quiero arruinar la navidad.
Las palabras de mi padre me arrugaron el corazón y aunque teníamos visita yo me quedé con él, cambiando los pañitos de agua de su frente, estando a su lado en todo momento. Hablaba con mi prometido por whatsapp, le dije que mi papá tenia fiebre y quería estar a su lado, la barba me dijo que estaba bien y era una buena hija al hacerlo, que debía ir a casa de una prima y no podía hablarme por un rato pero que me amaba.
Yo sabía muy en el fondo que algo iba a pasar pero lo tapé una vez más con la esperanza que todo iba a estar bien, sentía un vació en la boca del estómago, me sentía triste por mi papá, tenía ganas de llorar pero las reprimí, me he vuelto buena en eso y entonces el amor de mi vida entró al cuarto. Cuando lo hizo no pude hacerme la fuerte y lloré sin pudor, nos abrazamos y le conté como me sentía; su prima resultó viviendo a unas cuadras de mi casa y no me había contado nada para darme una sorpresa, el corazón se me hinchó de amor, lo necesitaba mucho en esos momentos y me invitó a casa de su prima para que me distrajera un poco, mis tías y mi mamá me insistieron y así me alejé un rato.
Mi papá falleció el 20 de enero del 2018, cumplió su promesa, no nos arruinó la navidad; una vez más sentí el mundo caer a mis pies pero esta vez con mucha más fuerza, fui al funeral, fue todo lo que pude hacer, al acercarme al ataud le susurré que haría que me aseguraría de hacerlo orgulloso entre lagrimas antes de que la barba me alejara para que me calmara un poco. Le dije a mis amigas que mi papá había fallecido de igual manera les insistí que no era necesario que me acompañaran al entierro porque no iría, ellas parecieron entenderlo o eso es lo que me gusta pensar. El matrimonio seguía en pie porque ya todo estaba pago y listo pero con lo ocurrido no podía ser como tenía planeado, yo ya no quería fiestas, no quería nada.