Black

CAPÍTULO 24: Palpito.

 

Giselle

 

El helicóptero vuela por los aires, desde la altura puedo observar el panorama de un Halton Hills frío, cubierto por la nieve y la neblina.

Me encuentro de vuelta a Baldorpharma.

Estoy nerviosa con todo lo que está pasando en las últimas horas, trato con todas mis fuerzas mantener control de mis pensamientos y de evadir ese inaudito pensamiento de la posibilidad de haber muerto entre las llamas de aquel laboratorio junto a los oficiales científicos que no pudieron salir. Incluso, me es inevitable no sentir pena por aquellas almas y hacia el terrible duelo de dolor que pasan sus familias en estos momentos.

El recuerdo de lo que paso posterior a la explosión se distorsiona quitándole credibilidad y llenándome de dudas, no sé cómo he logrado salir con vida, pero estoy al tanto que se debe a él.

El segundo interrogatorio se llevó a cabo hoy en horas de la tarde por exigencia del Dr. Keynes quien alegó que nos quedaba imposible quedarnos en la Isla de Terranova un día más. Por mi parte, mantengo mi coartada diciendo toda la verdad, o más bien, de lo que me acuerdo hasta antes de mi estado de inconsciencia.

El helicóptero aterriza en el rascacielos del edificio principal de la industria, las hélices disminuyen la velocidad hasta detenerse y en unos minutos uno de los pilotos desliza la puerta de la aeronave. Me retiro el cinturón de seguridad y tomo las compras que he traído de la Isla.

Elián Keynes se apresura en marcharse apenas abre las puertas y lo detengo agarrando su mano, su actitud que ha tomado en las últimas horas contra mí es apática, su expresión ahora es fría, molesta y parece impaciente. Me permito dudar lo voy a decir y hacer, tanteo por un instante, pero termino arrepintiéndome de cualquier acción y suelto su mano lentamente.

—¿Qué? —pregunta con desconcierto

—Nada —respondo.

—¿Qué pasa? ¿Qué quieres? Me estresa que no digas nada —dice iracundo.

—Que no pasa nada, imbécil —digo de la misma forma.

En un movimiento veloz y brusco lleva sus manos a mi cuello e impacta sus labios contra los míos para devorarlos con fuerza bestial, correspondo de la misma forma expresando toda mi molestia por su actitud hacia mí en un brusco beso con lametazos y mordidas. El sentir su lengua y sus labios en mi boca trae consigo el recuerdo de lo suave y delicioso que se sintieron contra la piel de mis pechos anoche dentro de la cabina fotográfica mientras sonaba Minnie The Moocher.

Su otra mano vas hasta mi espalda recorriendo mi espina dorsal, descendiendo hasta mi trasero y les da un leve apretón a mis glúteos. Mis manos se deslizan hacia arriba por todo su torso, recorriendo y tocando los pectorales que son duros tanto que parecieran de acero. Cuanto quisiera que este fuese el último para colocarle un alto a esto raro entre él y yo que está empezando a nacer, pero el placer que nos proporciona está rareza lo hace una cuestión imparable.

El sonido de unas pisadas procedentes del exterior del helicóptero me hace empujarlo de golpe, la atención de ambos se dirige en la puerta del helicóptero, una persona de aproxima a pasos lentos, cabizbajo y usa un uniforme negro que logro reconocer y darme cuenta que es de nuestro equipo de trabajo. Esa persona levanta la cabeza mostrando una expresión un tanto extraña que no logra disimular con la sonrisilla carismática.

Kevin Mckidd, logra sacar ese disgusto y fastidio inmediato en el mayor de los Keynes.

—Dr. Keynes, Dra. Wester —menciona nuestros apellidos a modo de saludo.

—Imbécil bueno para nada —masculla el Dr. Keynes bajando del helicóptero dedicándole una muy mala mirada.

Bajamos del rascacielos a los laboratorios de la planta. Se encuentran unos pocos del grupo laborando en compañía de auxiliares y asistentes, mientras que los demás salieron hace una hora a sus hogares a descansar. Por otro lado, no hay rastro de Vanya ni Canon, algunos de mis compañeros dicen que han estado ausentes estos días y que es poco el tiempo que han pasado en el laboratorio, ya que desaparecen constantemente sin decir una palabra.

El Dr. Kyene observa y analiza a cada uno de mis compañeros de trabajo, quienes se muestran incómodos y nerviosos ante la presencia del Keynes mayor.

—Pickett, a la sala de juntas con los expedientes del avance de estos dos días.

Suelta la orden y se va. Miro a la cara de Amanda que está de pie congelada y parece que hubiese entrado en un trance o en un debate.

—Es mejor renunciar, iré donde el Sr. Baldor.

—Amanda, trabajas aquí desde hace dos años. —le dice Kevin colocando una mano sobre el hombro de Pickett

—Dos años, qué más da —eleva sus hombros—, no me voy a dejar echar por un Keynes para que me arruine mi hoja de vida hasta mi reposo en una tumba con frases ridículas.

Diría que está exagerando, pero sé cómo se comporta Elián frente a ellos y cómo les transmite frialdad, apatía, indiferencia e insensibilidad.

—Deja de decir esas cosas, más bien, ve y lleva el expediente antes de que se enoje y tengamos que renunciar todos. Además, Wester va a estar contigo, ¿no es así?

—Sí —me limito a decir.

La veo más tranquila ante la mención de mi presencia. Amanda va por los expedientes y yo me adelanto a la sala de juntas en donde ya se encuentra el Dr. Keynes sentado en el asiento presidencial con el móvil en la mano, concentrado en la pantalla de este. Agradezco que Pickett no tardará en aparecer con las dos carpetas azules bajo el brazo, ella camina hasta la mesa y se sienta en el asiento frente a mí.

Nos reparte las carpetas, prosigo a revisar y leer las hojas. Miro a Dr. Keynes quien porta una postura que lo hace ver bastante tranquilo y relajado, reposa su espalda en el espaldar del asiento y sostiene la carpeta con una mano mientras lee la información. Trato de concentrarme en el contenido del expediente que está estructurado con un análisis, comparación, gráficas y justificación del avance del caso durante los dos días de nuestra ausencia, pero cada que pasó una hoja logra preocuparme más al no tener un avance significativo en el registro, no ha habido un hallazgo importante, no avanzaron en nada y es como si no hubieran trabajado esos dos días. Sin duda el que Elián Keynes se haya ausentado esos dos días fue un gran desperdicio de tiempo y un impacto negativo a la investigación.



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En el texto hay: cienciaficcion, drama, muerte

Editado: 16.01.2024

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