Black

CAPÍTULO 42: DOLOR

Giselle

Dos semanas después...

El día está teñido de un gris profundo, todo se siente tan nostálgico, triste y vació que quizás solo era yo la que se siente así, éramos mi presentimiento y yo que se dedicaba a atormentarme. No había llovido, pero las nubes grisáceas anunciaban una gran llovizna sobre Halton Hills.

La mitad del grupo de investigación se encontraba en la sala de estar del departamento de los Keynes McLean. El departamento era lo más normal del mundo, tan ordinario que era insípido, sin decoración, sin cuadros, sin retratos, sin cerámicas, sin nada, solo muebles sin colores.

Yo me encuentro frente al ventanal observando a través del cristal todo ese mundo afuera; los fuertes vientos azotaban las ramas de árboles y la gente caminaba por la acera estremeciéndose y encogiéndose del frío.

Escuché unos pasos que se detuvieron cerca de mí y sentí la presencia de alguien a mi costado. Lograba ver su reflejo, la diferencia de estatura era notoria y la vestimenta era una de las tantas características que nos diferenciaba, él era como la oscuridad de un lugar y yo como la luz con todos aquellos colores luminosos.

Él iba de pantalón y camisa negras y yo de vaqueros azules, blusa palo de rosa y suéter de lana blanco, él con cabello suelto y yo recogido. Éramos como lo contrario del otro, aun así, había despertado mi interés y había hecho que lo amara.

—Le sugiero que se aparte un poco de la ventana —dijo, pellizcando la punta de su nariz.

—Yo le sugiero que te vayas al infierno.

—De allá vengo.

—Pues regrese de donde vino.

Mascullé, caminando en dirección contraria con el fin de alejarme de él, cuando me encontré a una distancia un estallido nos tomó por sorpresa e hizo saltar a todos en la sala. Me giré alarmada, el fuerte viento hizo estallar el cristal de la ventana en la que recién estaba parada.

—¡Dios! —gritó Emily con horror mirando un punto fijo.

Un sentimiento abrumador me invadió. Mis ojos se encontraron con los suyos, luego recorrió por su pecho hasta ver su brazo, hilos de sangre deslizaba hasta que pronto el líquido carmesí cubrió todo el brazo, era mucha y goteaba en la baldosa, algunos pedazos de vidrio se habían quedado incrustados en la piel. Mis ojos revelaban impacto, mientras que los suyos frialdad e indiferencia.

Pero que mierdas...

Todos se acercaron alarmados, pero él simplemente caminó por encima de los cristales rotos hacia una de las habitaciones.

—Es solo una pequeña herida —dijo con desdén antes de marcharse.

—El Dr. Keynes tiene que ir a un médico —le dijo Emily a Vanya.

—Ah… no se preocupen, él estará bien —respondió Vanya restándole importancia.

—Es mucha sangre y parece grave. Giselle puede revisarlo ella trabajó en urgencias —Propuso Richard.

Todos parecían estar consternados ante la situación y más por Elián. Yo sabía que Canon y Vanya no lo estarían porque ellos sabían lo que eran y no es como que pudieran morir dos veces, pero aparte de ellos, Danae se mantuvo al margen y alejada, ella no se levantó para ver qué había ocurrido, seguía sentada en el mueble de la sala con ambas manos en su abdomen y con su mirada perdida.

—Me pueden traer agua esterilizada en suero tres bolsas, jabón líquido neutro, gasas, alcohol antiséptico, un alfiler para remover las astillas, una pinza, vendas y antibiótico en crema —le pedí y Vanya asintió para luego retirarse e ir por las cosas que le pedí.

Yo me dirigí a la habitación a la que él se había encerrado y me adentré. Él se encontraba en la ducha del baño con el agua cayendo en su brazo.

—Déjame ver —dije entrando en la misma ducha y cerrando la llave.

Al principio se negó, pero luego se dejó agarrar su brazo. Lo tomé con delicadeza y observé, había múltiples astillas incrustadas por debajo de la capa superior de la piel, al parecer ningún cristal parecía haber perforado ninguna arteria. Trabajé durante varios años en el área de urgencias más que todo con doctores de trauma y en realidad no lo extrañaba para nada.

Dos toques en la puerta, era Abanie para pasarme las cosas que requería, le di las gracias y volví a cerrar la puerta. Ella volvió a abrirla adentrándose, miró a Black con una sonrisilla coqueta. Siempre me pareció que ella lo miraba muy extraño, pero pensé que eran ideas mías porque eran hermanos y era imposible

—Lárgate —le pidió Elián.

—Solo voy a supervisar.

—Fuera de aquí —dijo ahora ya fastidiado.

—Le diré a Hara.

—Dile las mierdas que quieras.

—¿Quién es Hara? —pregunté. No eran la primera vez que la mencionaban.

—Es un ángel, pero en Azrael la consideramos una diosa, es una guardiana y protectora de las mujeres, siempre escoge a una mujer humana por un tiempo prolongada y la protege como a si fuera su hija, la considera su hija, incluso se presenta frente a sus hijas ya sea con el rostro de una niña, una joven o una anciana. Un día si quieres puedo contarte sobre ella, te gustará mucho saber sobre ella.

—Me encantaría.

—No le hablaras sobre nadie.

—Jodete maldito —le dijo Abanie para salir cerrando de un portazo fuerte la puerta.

Yo proseguí a alistar las cosas para atender las heridas. Él se mantenía en la ducha recostado sobre la baldosa en total silencio.

Mientras dejé el alfiler sumergido en el alcohol, me puse los guantes y acerqué a él con una bolsa de suero.

—Extiende el brazo —le pedí y vertí la primera bolsa. Luego coloqué la punta del alfiler en llama para proceder a quitar todas las astillas que se habían incrustado ayudándome de una pinza—. ¿Te duele?

Pregunté en repetidas ocasiones, en todas negó. No se inmutaba, no se quejaba, no hubo ni una sola vez que alejara su brazo y chillara de dolor. Solo dijo que sentía un tipo de pinchazos muy leves.



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En el texto hay: cienciaficcion, drama, muerte

Editado: 16.01.2024

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