Black

CAPÍTULO 44: Hola y Adiós, Amor. Parte 2

Alexis

Actualidad

—Caballero, le pido que se tranquilice y tomé asiento en la sala de espera, ya el doctor le estará informando sobre el estado de la señora —dijo una enfermera de turno quien junto a dos guardias de vigilancia se acercaron para apartarme de la puerta por la que habían ingresado Danae y que hace un par de segundo estaba azotando con desespero.

En la ambulancia había logrado estabilizar su ritmo cardiaco, pero ella seguía inconsciente.

—La mujer que amo está ahí adentro, no me pida que me tranquilice.

—Alex —escuché la suave voz de Giselle quien se acercó y me jaló suave de los hombros para que me apartara.

—No, no… yo tengo que estar con ella —pasé el dorso de mi mano limpiando las lágrimas que había derramado por todo el trayecto.

Ella tomó mi rostro entre sus manos, para que la mirara y dejara de forcejear.

—Pronto nos la dejarán verla, pero no hagas el trabajo más difícil para los médicos.

El forcejeo disminuyó y Giselle me llevó hasta un asiento de la sala, dejé caer mi cuerpo en la silla.

Mi mente no lograba entender qué pasó. No estaba bien, pero había repetido que no era nada grave que me lo creí, maldita sea debí insistir más en ir a un centro médico mucho antes, esto también es mi culpa, se supone que tengo que cuidarla.

—No entiendo —dije después de un rato.

—¿Qué? —preguntó ella tomando mi mano, entrelazando sus dedos con los mío y haciendo una pequeña caricia con su dedo pulgar.

—Qué pudo pasar, estaba indispuesta, pero dijo que no era nada grave y que estaría bien. En casa de los Keynes, le pregunté cómo se sentía y dijo que estaba bien, que solo tenía sueño y estaba cansada, debí preguntar otra vez, debí insistir en ir al médico…

Mi voz se rompió y se me dificultó hablar por aquel nudo insoportable de mi garganta. Giselle me atrajo hacia ella, para que escondiese mi rostro en el hueco de su cuello y acarició mi espalda.

—No podíamos haberlo sabido, Alex —su voz también tembló e hizo un sorbido con la nariz. No sabía quién se estaba refugiando en quién, pero ambos sentíamos dolor, tal vez no de la misma forma, no de la misma magnitud, pero lo sentíamos y en este momento éramos nuestra única compañía, éramos nuestro único consuelo.

Pasaron algunos largos minutos, casi una hora si no estoy mal, no decían nada y tampoco daban respuesta a mis preguntas, en algún punto llegué a desesperarme y le grité al personal de la salud. Pero después de la eterna espera un médico se dignó a hacer acto de presencia no con buenas noticias.

—Familiares de la señora Danae Marie Stevens.

Giselle y yo nos levantamos de los asientos de inmediato.

—¿Ustedes son…?

—Yo soy su pareja sentimental —aclaré.

Ya había avisado a la familia de Danae que recién llegaban a su ciudad natal y tuvieron que volver por el estado en que se encuentra.

—Ok… la señora Stevens fue diagnosticada con cáncer de páncreas hace más de dos meses.

Mis ojos se abrieron con impacto.

—¿De qué está hablando?

—¿No sabían? —preguntó el doctor.

Un nudo se hizo en mi garganta y negué con la cabeza.

—El cáncer de páncreas es… —no lo dejó hablar y lo interrumpo.

—Sabemos qué es el cáncer de páncreas, somos médicos.

—Como médicos saben que el adenocarcinoma pancreático es el más común, se origina cuando las células exocrinas en el páncreas empiezan a crecer fuera de control… —explica lo que ya sabemos.

La mayor parte del páncreas se conforma de células exocrinas que forman las glándulas exocrinas y los conductos. Las glándulas exocrinas producen enzimas pancreáticas que se liberan en el intestino para ayudar a que se pueda digiera los alimentos. Las enzimas se liberan en pequeños tubos que finalmente drenan en el conducto pancreático. El conducto pancreático se une con el conducto biliar común y desemboca en el duodeno —la primera parte del intestino delgado— a la altura de la ampolla de Vater.

—También saben que es poco probable que el cáncer se detecte en sus primeras etapas donde puede ser más tratable, debido a que no genera síntomas sino hasta que el tumor se esparce a otros órganos del cuerpo. Siendo médicos creo que saben las pocas probabilidades de supervivencia que tiene la enfermedad.

Todo esto se siente como si fuera un mal sueño del que quiero despertar y ver a Danae con esa gran sonrisita diciéndome una y otra vez que soy un cobarde. Siento que voy a perder la cabeza en cualquier momento.

El médico continuó:

—Este fue el caso de la señora Stevens, fue detectado hace dos meses, el cáncer estaba en etapas avanzadas, la señora voluntariamente se negó a recibir el tratamiento.

—¿Pero se puede hacer algo? —pregunté con el corazón retumbando en mi pecho.

—La paciente por el momento está estable, está recibiendo la atención médica adecuada, se estará tratando con terapia paliativa para bloquear los nervios del abdomen y aliviar el dolor, pero no se le garantiza más de un mes de vida. Lo lamento.

Me quedaré solo. No podré seguir sin ella, no me siento capaz, no soy capaz. Me niego a dejarla ir. El miedo y la ansiedad empiezan a hacer de las suyas, temo que voy a enloquecer en cualquier momento.

—Podemos verla —pregunta Giselle a mi lado.

El médico asiente y nos indica el camino.

Caminamos por un pasillo, hasta llegar a la habitación en la que habita, tragó fuerte antes de introducirme en ella y verla acostada sobre esa camilla, tan débil y frágil, tan cansada, tan enferma. Nos ve a ambos y trata de emitir una sonrisa débil, intenta moverse, pero el dolor se lo impide y termina recibiendo una reprimenda por parte del doctor. Yo me acerco a pasos lentos, ella extiende sus pequeñas manos para que la tome entre las mías y las lleve a mi mejilla.



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En el texto hay: cienciaficcion, drama, muerte

Editado: 16.01.2024

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