El aroma, el aroma a tierra y lodo, la basura y la putrefacción. La sensación tenue de que algo es distinto esta noche, puedo olerlo, puedo percibirlo, es un aroma delicioso, algo que comer, algo que comer… Los caminos por los callejones se hacen más estrechos e intrincados a medida que avanzó cada paso, no puedo ver más allá de lo que tengo enfrente por la oscuridad de la noche, pero el aroma tan exquisito me conduce tan insistentemente, no puedo perderme, es simplemente suculento; comer, comer, comer. Ya estoy cerca de él, puedo olerlo, puedo saborearlo, y si, allí esta, allí esta. Tan suculento aroma que me conducía por en medio de los callejones para encontrarle, puedo percibirlo, aún por encima de la peste a putrefacción de la basura y correr, correr con las manos, acercándose hasta verlo con mis propios ojos negros. El, él se está robando mi comida, él, se levanta y voltea la cara hacia donde estoy. Es un hombre de traje y cabello claro, un hombre mayor.
—¿Una rata?, ya lo entiendo, ¿tienes hambre hermano? Yo he cazado esta presa… pero si lo deseas, puedes comer junto conmigo, después de todo, esta hermosa mujer es exquisita en carne y sangre- La sonrisa desquiciada que me muestra, y el loco brillo inyectado en sangre de sus ojos, mientras desgarra con los dientes el cuello de esa joven de cabellos oscuros que se tiende sobre el suelo, su boca bañada en sangre solo me despierta el deseo… de comer, yo aceptare su oferta. Me levantó yo también, y me acerco, tomo con mis dedos el brazo de la joven y le doy un mordisco, clavar mis dientes con tal profundidad hasta arrancar la piel del hueso, puedo sentir la carne de sus músculos cortándose entre mis dientes, es exquisito ver como la sangre macha mis manos y las rodillas de mi pantalón mientras cae gota a gota, ha es tan delicioso, pobre tonta, su vida me mantendrá cuerdo y rebosante de felicidad, necesito más, más, más… debo comer más humanos, hombres, mujeres, niños, necesito…
El sonido es inconfundible, el cuerpo del anciano cae contra el suelo en un estruendo como si azotara un costal, y su cabeza rodando hasta mí. Mi primer impulso es comerla, tomarla y darle un mordisco, esa clase de carne es exquisita, pero esta fría y pálida, su cabello claro manchado por la sangre y antes de morderlo es la reacción correcta al ver como su piel se desintegra cual cenizas. Alguien está a mi lado. Giro la mirada y allí lo veo, está de pie, ¿un muchacho? No, tiene el cuerpo de hombre y con la mano derecha escurriendo sangre mientras avanza a hacia mí, miro su cara y no es un hombre, es un monstruo, un monstruo, un monstruo…
No puedo dejar de correr, si me alcanza no sobreviviré, esa cara, esos ojos hechos de odio… es un lobo, ¿un lobo persiguiendo a una rata… por qué? No me he interpuesto en su camino, el no debería estar aquí, yo me muevo entre los callejones jadeante y asustado, pero allí, si, en casa, dentro de ella estaré a salvo. Ya he cerrado la puerta con candado, después de todo, es mi propia casa, no debo preocuparme aun cuando mi corazón explote como un cañón, no tengo miedo, ya no, el debió perder mi rastro, aquí estaré a salvo, si a salvo.
—Es hora.
El cristal, solo eso oí mientras me susurra, el rompió el cristal de mi ventana, y me arrojo contra el suelo, mi brazo, mi brazo sangra. Duele, duele tanto, el lobo toma mi brazo, hala, no, el dolor, el dolor…
—Por favor, alguna vez debimos ser hermanos— y el dolor de mi brazo desgarrándose, hasta que el mismo me lo arranca, me hace perder la cordura.
—sálvenme…
—¡¡¡Ahah!!! — la tensión ha sido demasiada, y su respiración se agitaba, los nervios atosigados, aun consumida por el miedo, el grito había sido fuerte.
—Tranquila, tranquila Kristell -Michael, que dormía a su lado la abrasó con gentileza y fuerza, tratando de que lograra recuperar la cordura, —fue solo una pesadilla.
La sensación de que se detenía justo antes de una larga caída, el golpe contra la realidad la invadió, Kristell lo sabía, solo era una pesadilla, otra más, ya era casi imposible dormir con tranquilidad, cada noche eran peores, y más largas.
—Solo una pesadilla— Ya ni siquiera llevaba la cuenta de todas las veces que lo había dicho, y esta vez era junto con Michael a su lado en la cama. Kristell se sentía avergonzada, jamás deseo que el compartiera esa experiencia junto a ella, pensó que podría controlarlo esta vez, pero como siempre, fue una equivocación, Kristell no dejaría de reprochárselo a sí misma, justo a la deriva en su mente del remordimiento y el dolor de ni siquiera saber porque poseía esta maldición, estas pesadillas desde niña que no la dejarían de perseguir.