— ¡Serás hijo de…! —Exclamó Nan cuando ya estábamos bien alineados con los demás.
— Shh, sé que lo disfrutaste —le dije mentalmente, ya que era mejor hablar así porque la brisa estaba muy fuerte.
— No. ¡Casi me iba dando un paro cardiaco! Maldita sea, Cameron.
Reí.
— ¿Y a ti te da risa? ¿Qué hubiese pasado si me hubieses soltado? —Preguntó realmente molesta.
— Sabes perfectamente que no te dejaría caer —protesté.
Dicho eso, ella dejó de hablar. Agradecí eso, necesitaba admirar la noche… Hacía mucho frío para esa temporada y no tenía ni la menor idea si ella no sufría de eso.
— ¿Tienes frío?
Ella se estremeció sólo un poco, dándome la razón.
— Sólo un poco —admitió.
Ian iba de primero en la alineación para cuando aparte la vista de ella, pero no me importaba lo más mínimo decirle que teníamos que parar en un hotel cuanto antes, lo malo era que llevábamos menos de diez minutos en el aire y sí se lo sugería iba a querer asesinarme.
— ¿Crees que puedes esperar una hora antes de decirle a los demás que paremos? —le pedí.
Ella bufó.
— Dije que tenía un poco de frío, no que me estaba congelando. No hace falta que le digas nada a nadie.
Ya me la imaginaba poniendo los ojos en blanco.
— ¿Sabes que es de muy mala educación poner los ojos blanco?
— ¿Con qué moral me estás diciendo eso? —dijo riéndose.
Ella tenía razón.
— Sólo preguntaba si sabias, no dije más nada —dije.
— Claro, es lógico — dijo ella sarcásticamente.
Sus manos pequeñas y frías se movieron lentamente por mis antebrazos haciéndome sentir cosas que no deberá sentir en ésta ocasión.
— Nan…
— ¿Mmm? — murmuró ella.
Ella sabía lo que estaba haciendo, tenía que saberlo.
— ¿Podrías mantener tus manos controladas? Sólo para evitar que te suelte — le mentí.
Rápidamente sus manos cesaron sus caricias y fueron remplazadas por pellizcos. Se me escapó una risa gigantesca.
— ¿De verdad esto te da risa? —gruñó, pero paro de pellizcarme
Moví mis manos hasta donde finalizaba su camisa y la levanté un poco sólo para acariciar su estómago. A ella se le soltó un jadeo.
― ¿Por qué rayos sigues caliente? —murmuró.
Me reí y dejé que mi mano siguiera divagando por su estómago.
— ¿Todo bien allá atrás? —preguntó una voz que hizo que parara mis acciones.
Nannette dejó escapar un pequeño siseo de desaprobación. Maldita sea. Me gustó eso.
— Estamos bien, Ian —le gruñí.
— Uy, perdón señor malhumorado —bufó él.
Puse los ojos en blanco.
— ¿A qué se debe la interrupción?
— ¿Pasa algo? —Preguntó Nan, preocupada porque no había continuado con mis movimientos.
— Ariana me dijo que Amber se está congelando. Odié eso, pero la verdad es que hace demasiado frío como para que ella lo aguante. Hay un hotel a medio kilómetro de donde estamos, casi llegamos así que prepárate para aterrizar.
— De acuerdo. Le avisaré a Nan.
— Eres un amor —comentó burlonamente.
— Cameron… Me estás asustando, ¿pasa algo? —preguntó de nuevo, más nerviosa que antes.
Volví a acariciarle el estómago.
— Relájate —dije mientras se estremecía—. Sólo era Ian diciéndome que vamos a hacer una parada en un hotel.
No logré calmarla.