La boca de ella cayó completamente abierta.
— De verdad la amas —musitó ella.
— Con toda mi alma —admití.
Cerró su boca y me regaló una gran sonrisa.
— Asumo que ya no es virgen —argumentó.
Quedé estupefacto. Por más que no quería pensar en las escenas de sexo que tuve con Nan, todas aparecieron en mi cabeza, haciendo que Elle-Ryn las viera.
— ¡Basta! —se quejó—. No quería saber los detalles, Cameron.
Intenté parar la secuencia de imágenes que surgían en mi mente con mucho esfuerzo.
— ¡Cameron! —exclamó, asqueada.
Solté una risotada, parando por fin el giro de mis pensamientos.
— Gracias —dijo, dándome un pequeño golpe en el hombro.
— ¿Por qué?
— Por haberla cuidado. Está hermosísima y en mis sueños hubiese encontrado a un hombre ideal y capaz para que estuviese con ella sino tú —admitió.
— Ella es mi vida —respondí, sin más.
— Ahora lo sé.
Miré al cielo nocturno. Las nueve horas de viaje, por más que me encantaron, me habían dejado exhausto. Sumándole la aventura de hoy, estaba cayendo casi en coma.
— Eres un ser demasiado exagerado —objetó ella, leyendo mis pensamientos—, pero tienes razón. Estás cansado y no te he dejado dormir. Mañana seguiremos con la charla, mientras, vamos adentro.
Asentí y reanudamos la caminata hacia las puertas gigantes marrones.
— Una última cosa antes que me vaya a dormir —pedí, cuando estuvimos en el segundo piso, al frente de una puerta azul que decía “Cameron” en ella.
A Elle-Ryn se le oscureció el semblante.
— Ahora que ya sabe que no volveré a subir, su visita se adelantará —respondió el hilo de mis pensamientos—. Decir que tenemos tres días es mucho. Uno como máximo. Lo conozco y sé que está furioso. Tu mejor amigo debió informarle la situación
Estaba empezando a odiar a Miguel.
— Yo no debería sentir ese tipo de emociones, pero casi estamos en las mismas —reveló.
— No podemos tener tan poco tiempo, Elle. Puede que yo esté preparado, al igual que Ian, Kiara y Adam, pero ni mis hermanos, ni Nannette, ni mucho menos Amber estarán listos para pelear una guerra de tal magnitud —rebatí.
Ella asintió.
— Lo sé, Cam, pero tienes que ponerlos al tanto. Lo único certero que te puedo decir es que vendrán en un día. No tres. No cuatro. Uno. Ponlos al tanto de la situación, tienen que saberlo. Yo estaré a gusto de poder ayudarlos un poco —dijo.
— De acuerdo. Nos vemos mañana —despedí, entrando la habitación.
Toqué el pequeño interruptor que estaba al lado de la puerta y la habitación se llenó de luz. Dejé escapar un silbido por debajo. La habitación era grande. Era sumamente gigante. Decorada con tonalidades de azul y con una gran cama con cubrecamas a juego con las paredes, debía admitir que mi hermano tenía buenos planes.
Caminé hacia la gran cama y me senté en ella. Tenía que ponerlos a todos al corriente de toda esta mierda.
— Por mucho que quiera dejarlos dormir, necesito que los traigas, Ian.
Esperé su respuesta que no tardó segundos en llegar.
— Ninguno está durmiendo. Todos están metidos en mi habitación esperando que terminaras el paseíto con tu sobrina para abalanzarse encima de ti con centenares de preguntas —respondió él.
Ahogué una risa.
— Tráelos —pedí.
En dos minutos ya había un toque en mi puerta. No se esperaron a que les permitiera pasar y abrieron la puerta de par en par y corrieron hacia mí.
— Esperen —ordené, haciendo que se quedaran quietos—. Por favor, necesito que se sienten justo donde están. Tengo unas noticias nada agradables —miré a Amber con ademán de “si dices algo antes que yo mueres”.
Hicieron lo les pedí, salvo Ian que se quedó de pie detrás de ellos y rápidamente tuve una fila de indios ante mí.