Capítulo 4: Las advertencias de Elise.
Luego de saborear el cielo con mi deliciosa hamburguesa con queso doble Stuarth me lleva casi a rastras de regreso a su auto índigo para dirigirnos hacia la fiesta del tal Martin. ¡Y yo que tenía esperanzas de escapar mientras él pagaba!
Durante el camino vamos en total silencio, con Blake Shelton en la radio como único hablante.
Aunque el silencio no es incómodo, me gustaría que charláramos un poco más. Stuarth se ve como alguien agradable, y es aún más simpático cuándo el hambre ya no atenaza mi estómago como una fiera. Sería lindo ser su amiga y no solo su aprendiz.
Observo su perfil, que parece cincelado y esculpido por Miguel Ángel. ¡Oh, es tan perfecto! No comprendo cómo es que no pude darme cuenta de que tenía a este chico en mi misma clase. ¡De ahora en adelante prometo no dormirme más!
Al cabo de unos cuantos minutos, y después de una variedad de canciones country, empiezo a escuchar el retumbar de la música y un instante después Stuarth aparca el coche frente a la casa más grande que he visto en mi vida. Puedo apreciar un extenso jardín protegido por una larga cerca de barrotes plateados con decorado elegante. El jardín está lleno de frondosos árboles de todos los tipos, miles de florecillas e incluso hay estatuas de mármol. Se nota que este es un sitio de gente adinerada.
Stuarth apaga el auto, abre la puerta y sale al exterior mientras yo continúo observando la mansión blanca de varios pisos, preguntándome si, al igual que su amigo Martin, Stuarth también es un millonario. No me sorprendería ya que tiene pinta de superestrella... pero ese no es el punto.
No es lo único que ronda mi cabeza. La mansión está atestada de gente. Probablemente todo el colegio esté aquí, incluso puede que haya gente de otros institutos. Sé que la mayoría de ellos están borrachos a más no poder y la música fuerte me dejará sorda por semanas.
Me odio a mí misma por haberme dejado seducir por una hamburguesa. ¡Nunca debí haber aceptado! Este no es un sitio para mí.
Al notar mi indecisión, Stuarth asoma por la puerta que dejó abierta para observarme con esos lindos ojos azules.
—Vamos, Snow. Te aseguro que no hay ninguna madrastra malvada esperándote ahí dentro.
La gracia no me resulta chistosa.
—Salgo en un minuto —le aseguro con una confiada sonrisa, aunque en mi interior estoy planeando un modo de escapar en cuándo se descuide. Casi puedo visualizarme en un traje ninja, huyendo en la noche director a mi hogar dulce hogar. Ni loca voy a quedarme en éste sitio.
—No confío en tu palabra —Stuarth entra en el auto y vuelve a sentarse en el asiento del piloto. Su mirada se posa en mí—. No me moveré de aquí hasta que bajes y entres a la casa. Mi misión es hacer que te diviertas y no fallaré.
—Tu misión es enseñarme lo suficiente de Física para no reprobar —le corrijo.
Él pone los ojos en blanco con una sonrisita en sus labios. Un gesto que me resulta extrañamente encantador.
—Pero no vas a aprender si sigues siendo una amargada gruñona que se estresa por no saber nada de una materia —¿una? Querrá decir seis—. Anda, Snow... Vamos a la fiesta.
—Ve tú si quieres. No te estoy reteniendo.
—Hicimos un trato. ¡Te compré una hamburguesa!
—No dije que no cumpliría mi parte del trato. Te dije que iría en un minuto —replico. Mi cabeza empieza a hacer cálculos mentales para correr en cuanto se descuide. Su insistencia comienza a irritarme, a pesar de que su mirada me resulta encantadora.
—Bien. Esperaré contigo —para enfatizar, cierra la puerta del coche y clava en mí sus ojos azules.
—No es necesario —le aseguro.
—Sí, sí lo es. No confío en ti —me repite—. Incluso puedo asegurar que estás planeando una forma de irte de aquí.
—¡No es verdad! —exclamo sonrojándome. No me agrada que haya descubierto mis planes con tanta felicidad. ¿Tan fácil soy de leer?
—¿Por qué quieres irte si ni has llegado? —pregunta ignorando mi réplica.
—Odio las fiestas —admito luego de un minuto—. No me gusta bailar, ni beber ni socializar con gente borracha.
Especialmente porque cuando la gente está ebria empiezan a ser más pesados con mis simulitures con Blancanieves. Haga lo que haga todo se convierte en una burla hacia mí, en una comparación. Es por ello que evito en todo lo posible las fiestas.
Editado: 25.04.2018