—¿Qué haces aquí? —preguntó Ámbar acercándose a mí.
—Nada, sólo buscaba unos libros para estudiar, ya estaba por irme —seguía ocultando el libro.
—¿Y con quién estabas? Es que te escuché hablando hace un momento.
—Con nadie, ya tengo que irme.
—Yo también ya me iba, los chicos están afuera.
La acompañé y salimos de la biblioteca, no sin antes anotar nuestros nombres en unos documentos para poder llevarnos los libros a la habitación. Afuera estaban Dressler y Keren.
—¿Cómo te fue con la directora? —preguntó Keren curiosa.
—¡Lo había olvidado! —habló Ámbar.
—No pasó nada, sólo me dijo los sermones de siempre —me limité a responder.
—Igual me pasó a mí cuando quebré el frasco el primer día, pero me dijo que estoy en la cuerda floja —dijo Dressler.
—¿Qué libros trajeron? —Keren me arrebató los libros que traía— ¿El Origen de los Vampiros? ¿Te gustan este tipo de libros? —me miró extrañada.
—¿Ustedes creen que los vampiros existan? —preguntó Dressler.
—No creo, y si lo hicieran serían asquerosos. Imagínate que ni siquiera se bañan, y además de eso beben sangre, guácala —expresó Keren con asco.
Apreté fuerte mis dientes y cerré mi puño para contener mi enojo.
—Dame eso —le quité el libro a Keren.
—Los vampiros no existen ilusos, no creen que si existieran ya hubiéramos visto uno por lo menos —habló Ámbar incrédula.
Si supiera que tiene uno frente a ella.
—¿Porqué no te quitas ese abrigo? —me preguntó Dressler— Hace mucho calor hoy.
—Cierto, cómo desearía poder ir a la piscina, lástima que aún está inhabilitada —dijo Ámbar.
—¿Segura? Síganme, les tengo una sorpresa —habló Dressler.
—Yo prefiero ir a mi habitación, necesito hacer algo —les dije.
—No seas amargado, ahorita vas —habló Ámbar.
—Está bien, pero vamos rápido.
No me quedo de otra, los seguí y caminamos hacia un lugar más cercano a la entrada principal. Era una cabaña pequeña de madera que se encontraba cerca de la dirección, estaba algo descuidada y vieja. Se encontraba rodeada por algunos árboles de pino y muchas flores, entre ellas las rosas.
—¿Por qué nos traes aquí? —preguntó Keren.
—Ya lo verás. ¡Papá! —gritó Dressler.
Salió un hombre muy alto y robusto. Tenía el bigote y el cabello pelirrojos, con una calvicie.
—¿Qué ocurre hijo? —dijo mientras abría la puerta de su cabaña.
—Chicos, les presento a mi padre, Richard Gärtner —habló Dressler—. Mi papá es el encargado de la limpieza de la Universidad y de la piscina.
—Muy buenos días jóvenes, ¿qué los trae por acá? —su tono de voz era algo ronco y misterioso.
—Papá, ellos son mis amigos. Es que queremos ir un rato a la piscina —dijo Dressler.
—Hijo, sabes que eso no se puede. La piscina aún no está habilitada —habló Richard con una voz más pasiva.
—Por favor, sólo somos nosotros cuatro, además hoy hace mucho calor —insistió Dressler.
Me sentía incómodo en ese lugar, el padre de Dressler no paraba de mirarme, su mirada era penetrante y me provocaba inquietud.
—Dressler lo siento, me tengo que ir —le dije apurado.
—No te vayas Keyland —suplicó Dressler.
—Así que te llamas Keyland —dijo Richard.
—Keyland Blood, señor —le dije serio.
—Mucho gusto, Blood —noté que hizo énfasis en mi apellido.
Me retiré de allí, sentí un aire frío recorrer mi cuerpo. Caminé hasta la zona de habitaciones, el camino se encontraba bastante despejado. Subí hasta el piso 6, que es donde está mi habitación, quería relajarme un momento y poder estar lejos de todos, así podría leer y estudiar con más tranquilidad.
Tomé primero el libro sobre vampiros, tenía muchos interés de leer sobre este libro, aunque recordé la carta que había recibido en casa. Busqué mi bolso y encontré la carta, luego la tomé y me recosté sobre el suave sillón color carmesí que había en la habitación para leerla.
#23044 en Fantasía
#9234 en Personajes sobrenaturales
#13455 en Thriller
#7594 en Misterio
Editado: 16.11.2019