Cuando eres el nuevo en una escuela es común que estes lleno de rumores, Jeon Jungkook no fue la excepción, todo el mundo pareciera que sabia algo sobre él.
Primero comenzó con lo más común, un chico guapo era igual a ser un aprendiz de una agencia que pronto debutaría, días después comenzaron a decir que en su antigua escuela era de esos chicos que aceptaban salir con una chica a cambio de cincuenta mil wons, y cuando comenzó a rechazar los chocolates, las cartas y obvio el dinero, dijeron que era un brabucón y por eso lo habían expulsado de la escuela.
Además de que el no ayudaba mucho. No cuando desaparecía e iba por todos lados mirando a las personas como si no existieran.
Y como sentarme en una mesa en la cafetería con mis compañeros de salón para solo escuchar hablar sobre Jungkook no me apetencia, tampoco podía ir a las canchas de nuevo, porque solo terminaba viendo el entrenamiento de Jihae, así que cambie de escondite, desde hace días, ahora debia pasar cinco minutos escondiéndome del guardián del pasillo para lograr entrar al salón de artes.
Una vez dentro apresure a llegar al otro extremo del salón, me senté en el suelo y saque mi cuaderno de dibujo, toda la mañana había traído en la mente un atardecer de color morado que se escondía detrás de las copas de un arboles mientras la noche comenzaba a llegar, lo había pensando luego de ver a un grupo de amigas subir al autobús, pero esa imagen desapareció cuando escuche soltar un fuerte suspiro, que hizo que congelo mi cuerpo entero.
—¿Quién está ahí?
Pregunto sin recibir respuesta comienzo avanzar entre el salón arrastrándome sobre las rodillas, atravieso las primeras dos hileras de mesas cuando nuestras miradas se cruzaron, mi plan desde ese segunda era darme la media vuelta y fingir que no lo había visto. Pero siempre había sido mala huyendo.
—¿Qué haces ahí? — pregunta mientras lo veo quitarse sus audífonos.
—¿Qué haces tu aquí? — pregunto por inercia, estaba acostumbrada a que el salón de artes estuviera solo. Al menos porque estaba prohibido entrar en receso.
— Ahora eres tú la que me sigue. —Mi rostro de inmediato se torna de color rojo—. ¿No te cansas de tenerme siempre cerca?
Ruedo los ojos molesta, porque el primera la razón por la que estoy aquí es por el, ya que las chicas fel salón no podían dejar de mencionarlo y eso ya cansaba.
—Solo entre y escuche que había alguien, tal vez deba irme, no quiero ser una llorona molesta que hace ruidos extraños—di media vuelta y regrese al lugar donde estaban mis cosas, quise levantarme y salir de ahí.
—Ese día fui muy duro— lo escucho decir desde aquel rincón y mi plan se cancela—. En el elevador, no me refería exactamente a que era molesto ver a chicas así, si no que no deberían de estar así. Es decir…
—Olvídalo, no tiene importancia— lo interrumpo y me quedo atenta cuando lo escucho moverse. Trato de bajar la vista a la hoja en blanco, cuando lo noto está sobre sus rodillas a poca distancia, de esta manera él se veía aún más alto.
—No era mi intención hacerte sentir mal— dice, y yo trago saliva, había pasado toda la semana pensando que era el peor chico de todos, mientras lo odiaba cada vez que lo veía en el día, y ahora estaba pidiendo disculpas, que me hicieron dudar, pero parecían verdad, o era muy bueno fingiendo esa mirada
—. Está bien, tampoco quise decir aquello, en elevador.
Mis palabras no eran verdad, apuesto a que mis ojos decían lo contrario,
—Por si acaso, podrías no contarle a ninguna otra persona que vivo en tu edificio y tampoco donde trabajo
—No lo hare, si quisiera ya lo hubiese hecho, ¿No crees?
—Tienes razón—suelta media sonrisa, luego su mirada pasa a las cosas que tengo entre mis manos, yo siento como se eriza mi piel cuando lo hace—. ¿Dibujabas?
—A qué otra cosa podría venir al salón de artes, genio— alza la ceja, de inmediato puedo imaginar miles de cosas que pasan por su mente con ese simple gesto—. Por supuesto que a dibujar.
Aparto la mirada incomoda. Esto era la conversación más larga que habíamos tenido, incluso aunque pasáramos la mitad del día sentados uno al lado del otro.
—El otro día sin querer vi tu cuaderno azul, estaba en el suelo, tus dibujos son muy buenos.
De nuevo siento como mi rostro se pone colorado, no estaba acostumbrada a que las personas viesen mis dibujos, y mucho menos que dijeran que eran buenos, no cuando yo los consideraba una basura.
—Supongo que gracias, pero no deberías de ir por ahí revisando los cuadernos de otras personas, menos si son privados.
—Lo siento— dice apenado, ahora yo me siento mal—. No pensé que fuera tuyo, imagine que sería alguno de esos regalos que suelen dejarme.
—Claro, debí imaginarlo— trato de quitarle importancia—¿Tu dibujas?
Le pregunto cuando lo veo sostener un cuaderno y un lápiz, y a menos de que estuviera haciendo la tarea de cálculo, era obvio que intentaba dibujar.
—Olvide como hacerlo
—Si tu excusa es que no sabes dibujar, esa es pésima
—No se lo digas a nadie, se crearía otro rumor.
—Te refieres al que dicen que eres el chico que saldría con una chica por 50 mil wons, o el chico que fue brabucón, no me lo creo, nadie tan interesante podría vivir al lado de mi departamento. Nadie interesante termina ahí. Por cierto, una chica me ofreció medio millón de wons si decidía cambiar de lugar, podemos tener la mitad, ¿Qué opinas?
—Es una oferta muy tentadora, pero no lo hagas. Me gusta que seas tu— confiesa, y yo noto como el espacio se vuelve incomodo—. Me refiero a que no eres como las otras chicas.
—También tienes intuición, y dijiste que la mía era fatal.
—Pensé que dejaríamos pasar lo que dije esa noche, me refiero a que todas ellas quieren saber quién soy.
—¿Y quién dice que no tengo curiosidad?
—¿La tienes? — niego de inmediato—. Además, no has llegado al punto de querer robar mis cosas, o poner esos papeles con caracteres chinos entre mis libros.