La oscuridad se sentía diferente en aquel momento. Era pesada, sí, se había mantenido así desde que había llegado a aquella cabaña, pero no me molestaba que lo fuera. Siempre había sido consciente de la oscuridad que rodeaba a Grier, desde que llegué a este lugar la sentí, pero en los últimos días esta se había sentido con mayor intensidad. Era pesada, peligrosa, intensa, y muy, muy aterradora. Sin embargo, ahora, mientras estaba sentada en aquella cama rodeada por ella, simplemente podía pensar que no quería nada más.
Me había acostumbrado a ella, no había salido en toda una semana al sol, tampoco me había molestado en abrir las cortinas que cubrían las ventanas, y mucho menos había querido salir a hablar con las personas que habían estado conmigo en aquella cabaña. Pero sabía que debía salir pronto de este estado, aun así, en aquel momento me daba igual. Suspiré, pasando la sabana con la que había estado durmiendo esa semana por mi cabeza, mientras escuchaba como detrás de mí la puerta de la habitación se habría con cuidado.
—La comida está lista— la voz de Dave resonó por toda la habitación, un escalofrío me recorrió entera al sentir la brisa fría que entró por la ventana—deberías comer algo, Stacey, no has probado nada en todo el día.
—No tengo hambre—respondí, ignorando el olor a miel que me llegaba gracias a la brisa. También me había acostumbrado a ese olor, e incluso admitía que empezaba a gustarme— deberías dejar de intentar que coma, el solo pensar que mi madre o alguna de mis amigas puede no estar haciéndolo hace que se me quite el apetito.
—Lo entiendo— giré mis ojos, porque por supuesto que no lo entendía, no lo conocía de nada, pero sabía que algo como aquello jamás le podía haber pasado. —pero ¿cómo crees que se sienten ellas? Probablemente, también estén preocupadas por ti, debes comer algo.
No me apetecía, simplemente quería cerrar mis ojos e imaginar que seguía entre las paredes de mi cuarto, escuchando la melodía de mi madre que estaría en la cocina, haciendo dulces o algún pastel. O quizá estaría en la cafetería con mis amigas, hablando de algún chisme del instituto de Carla al que también habíamos asistido nosotras.
—Nada de esto está bien, Dave— volví a susurrar, en ese momento no me pareció extraño desahogarme con él. — no sé qué debo hacer, ni cómo enfrentar todo esto. Es un verdadero desastre. Yo soy un verdadero desastre.
Dave hizo silencio por un largo momento, pensé incluso que se había ido sin cerrar la puerta porque iría a buscar la comida para obligarme a comerla, pero luego suspiró y sentí como se sentaba en la cama detrás de mí y luego como sus palabras salían suaves. Quizá me hicieron sentir mejor.
—No tienes que enfrentarlo aún, solo debes empezar por comer, quizá por salir de aquí, aunque sea a la terraza, no importa— hizo silencio, quizá pensando que me molestaban sus palabras, pero al contrario de lo que creía, el saber que no debía hacerle frente a la responsabilidad tan pronto me hizo sentir mejor. Entonces continuó: — primero debes estar sana, un rival sano es mejor que cualquier cosa.
Entonces me molesté, aunque no se lo hice saber cuándo salió de la habitación y cerró la puerta tras él. Me molesté porque esas habían sido las palabras que habían estado usando, él y Scolly, en estos días: rival, enemiga, poder, y batalla. Ah, también había utilizado: entrenamiento. Scolly se hallaba de un humor peor al mío porque al parecer no se esperaba que me fuera a tomar el secuestro de mi madre de esta manera, pero bueno, no vine aquí para agradarle a nadie, vine aquí porque no tenía a donde más ir.
Pero de alguna manera las palabras de Dave habían funcionado, porque minutos después me pasé un abrigo por el cuerpo y decidí salir de aquellas paredes por primera vez en una semana. Así que agarrando toda la fortaleza que necesitaba, me aferré al abrigo y salí, ignorando las punzadas de mi cabeza que probablemente me empezaban a indicar sobre un desmayo si no comía algo pronto.
La tierra afuera se hallaba mojada, había estado lloviendo en estos días, acompañado al luto de las personas del pueblo con una brisa suave y melancólica. Los árboles en esa parte del bosque eran mucho más altos y de tallos gruesos y oscuros, y la hierba me ralentizaba los pasos una vez que estuve bastante alejada de la cabaña. Era extraña la manera en la que me había sentido esos días. No sabía qué hacer, qué sentir, qué preguntar o siquiera qué pensar. Así que simplemente seguí caminando, esperando en algún punto simplemente desaparecer en la profundidad del bosque, allí donde nadie me buscaría jamás.
Pero era un pensamiento que sacrificaba mucho. A mi madre, a mis amigas, a mí misma. Mi libertad, y mis ganas de descubrir en qué embrollo estaba metida, así que quise dar una vuelta y volver por donde había venido, sin embargo, el camino había desaparecido tan rápido como yo me había puesto nerviosa. La hierba ocultaba mis pasos y los árboles no dejaban mucho a la imaginación, y entonces pensé que lo que había querido segundos antes se había hecho realidad.
«Desaparecer no hace que tus problemas lo hagan igual»
—Sabes, Stacey, las personas como tú siempre le huyen a la responsabilidad.
Una voz se escuchó de entre la naturaleza, y mi corazón, que ya se había mantenido latiendo con fuerza, empezó a hacerlo a mayor velocidad. Escuché pasos, eran lentos, firmes pero cuidadosos, y no buscaban acercarse a mí, más bien me rodeaban. Y la voz había sonado seductora, segura, fina como la de una mujer.
—¿A qué te refieres? — pregunté en voz alta, porque en ese momento no quise pensar en que quizás esa persona buscaba hacerme algo malo, mientras no fuera Adriaen o aquella mujer de labios rojos, suponía que no corría mayor peligro. — ¿Dónde estás?
—Estoy aquí y allá, en un árbol o un lago, frente a ti o detrás— sentí un escalofrío detrás de mí en cuanto pronunció esas palabras, pero no me moví, los pasos seguían sonando a la distancia— esa no es la cuestión, la cuestión, Stacey, es si estás preparada para todo lo que está por suceder.
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Editado: 12.09.2024