Borden

Capítulo 12.

 

Carla

No recordaba la última vez que había estado en aquel lugar. O si lo hacía, básicamente porque había estado viniendo todos los días a aquella casa abandonada. Pero hacía dos días en los que no había puesto un pie ahí, y ahora volvía a observar las ventanas de madera de las que tanto se había quejado Stacey cuando vivía aquí.

La casa desde afuera parecía normal, como si una cálida familia hubiese estado viviendo en aquel lugar, aunque las cortinas permanecían cerradas, dejando dentro el olor a tragedia que había quedado tras la desaparición de sus huéspedes. Me preguntaba qué había pasado, y las respuestas por más que vagaran en mi cabeza simplemente no podía entenderlas.

 Algo me habían contado, lo suficiente para entender por qué los guardias estaban por todo el pueblo, y también lo suficiente para darme cuenta de aquella pesada neblina que siempre había oscurecido a Grier. Las personas eran las más afectadas: después de una semana se podía respirar un poco más, pero muchos habían tenido que enterrar a sus muertos y los funerales habían empezado a producirse de manera simultánea.

Eran días grises para el pueblo, y la llegada del alcalde lo había producido.

No sabía exactamente quienes eran los involucrados, pero después de ver a Mia con profundas heridas en su cuerpo, después haber visto la magnitud de aquellas llamas producidas por los guardias y después de haber visto a las personas caer al suelo muertas y calcinadas, sabía que lo que ocurría era mucho más peligroso de lo que Annie me había contado.

«Si un día estamos fuera, donde sea, ven a aquí y salva el secreto»

Sus palabras se sentían como humo en mi cabeza. Tenía miedo de entrar a la casa, pero las palabras de aquella maravillosa mujer me hicieron caminar hacia la entrada recordando todo lo que había sucedido aquella fatídica noche.

Iba a ir. Por supuesto que sí, pero Annie me detuvo cuando estuve a punto de adentrarme en el tumulto de personas, me había mirado con ojos llorosos y había susurrado aquellas misteriosas y preocupantes palabras, ahora ahí, en la sala de su casa sentía que su presencia me arrastraba hacia lo que había llamado “verdad”

Subí los escalones y me senté en la cama de Stacey cuando estuve en su habitación. En el escritorio había una rosa a la que ya se le caían sus pétalos, después de tanto tiempo sola y en oscuridad. No hubo nada interesante ahí, así que fue a la habitación de Annie.

 «Detrás del cuadro»

El único que había estaba guindado en la pared frente a mí. Eran Annie y Stacey sonriendo, vestidas de mi color favorito, el blanco. Se veían perfectas, impolutas, radiantes. Pero no paraba de pensar en el rostro deformado y preocupado de Annie antes de perderse entre las llamas de la hoguera. Empujé el cuadro con delicadeza y este cedió, se hundió unos segundos y luego se abrió hacia un lado, como una ventana. Dentro solo había una carpeta, aunque me preocupé cuando vi el nombre del expediente.

«La amenaza de los Borden»

Empecé a leer entre las gastadas páginas, parecía ser esos archivos con los que las chicas habían trabajado en la comisaria, pero sin duda temblé con las asquerosas noticias que estaban siendo detalladas ahí.

«Accidente»

«Asesinato múltiple»

«Robo de poder»

Al final del archivo había una foto, era muy reciente y de fondo se hallaba el palacio del Eliseo, los hijos de Steve Borden se hallaban gloriosos en aquella foto, eran casi idénticos, pero en ambos relucía aquella aura poderosa que te hacía querer mirarlos por siempre. Detrás de ellos estaba Steve, el mismo hombre serio que había visto en fotografías en el pueblo, y a un lado de ellos y de espaldas se hallaba una mujer.

Un escalofrío me recorrió entera.

—Es la misma— susurré, observando el cabello largo y rojizo.

El sol lo hacía resplandecer, y mis manos temblaron cuando reconocí que aquella persona era la misma que salía en la foto con Adriaen que mi madre me había mostrado. La misma posición recta y demandante, el mismo cabello largo y rojo, y un aura negra que entraba en contraste con el aura jovial de los hermanos Borden.

«A ella le gusta el oro, también le gusta la sangre, y son esos los colores de su gobierno»

Me pregunté entonces qué hacía Annie con aquella información, en esa carpeta había demasiadas noticias que por años habían intentado borrar de los periódicos del país, había recortes, había más fotografías y muchos borrones de tintas, es como si la madre de Stacey hubiese pasado demasiado tiempo observando todo aquello, quizá pensando en qué hacer para protegerse por tener en su poder aquella arma que podría resultar tan destructiva.

A lo mejor por esa razón los guardias se habían mantenido rondando la casa, a lo mejor por eso habían registrado de arriba abajo el pueblo, a lo mejor por eso se mantenían en todas las calles observando, vigilando, analizando a cada persona para encontrar aquel archivo que podía poner en riesgo el gobierno de Steve Borden en el pueblo.

Me puse de pie cuando hube organizado todo de nuevo dentro de la carpeta. Sabía que no tenía mucho tiempo, los guardias podían estar merodeando el lugar, incluso podían estar ya informados de mi presencia aquí, pero debía asegurar la información porque Annie me la había confiado a mí, y si tenía la oportunidad de volver a ver a Stacey, sería a ella a quien se la daría.

«El peligro la persigue»

Quizá ese era su secreto. A lo mejor y ambas estaban siendo perseguidas por el mismo peligro que había asechado a Grier todos aquellos años y que apenas hasta ahora decidía aparecer.

Afuera la calle parecía estar igual a cuando había entrado. Las calles agrietadas, los árboles secos que parecían haberse marchitado más desde lo sucedido en la hoguera, y los guardias, que, aunque no iban por ahí en ese momento, parecían dejar amenazas no susurradas que hacían temer a las personas. El sol empezaba a esconderse y las personas de esa cuadra, vestidas de luto, iniciaban sus rituales para darle fin a otro desagradable día en Grier.




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