Borden

Capítulo 15.

 

Mia

Mis pies ya no eran lo suficientemente fuerte para seguir corriendo, o quizá simplemente ya no lo era yo. Estaba devastada, angustiada, y todo lo que podía hacer era observar al cielo, a donde la luna empezaba a vislumbrarse con fuerza mientras yo me desmoronaba poco a poco.

«Salvaré a tus padres»

Una oferta que por segundos me había tentado. El alivio de saber que mis padres estarían fuera de lo que sea que estuviera ocurriendo por segundos logró hacer que alzara la mirada y pusiera todas mis esperanzas en aquella persona. Pero así no funcionaba con ella. Era un juego. Siempre había sido un juego donde incluso si estabas completamente seguro de que no se metería en tu cabeza y la haría añicos, siempre encontraba la manera de hacerlo. Porque así jugaba ella.

Era horrible la manera en la que sus ojos te miraban con fuerza, obligándote a aceptar lo que no querías.

«Solo debes unirte al bando ganador»

No sabía cuál era el otro bando, pero estaba segura de que sería mejor que estar atada a ella, sin saber qué día vendría por ti a asesinarte simplemente porque no le gustó como hiciste las cosas. Lo sentía por Adriaen, pero yo definitivamente no iba a dejar que me comiera la cabeza como lo habían hecho con él, prometiéndole poder cuando ni siquiera a ella le pertenecía.

Seguí corriendo.

Recordaba a la perfección como había encontrado mi llave de salida. Había estado detrás de mí todo ese tiempo, solo esperando a que yo me diera cuenta y fuera lo suficientemente rápida para llevarlo a cabo. Y lo había hecho, pero no podía evitar pensar si haber salido de ahí sin tener una dirección fija había sido lo correcto.

—Deja de huir Mia— los pasos de Adriaen se escucharon detrás de mí, rompiendo las ramas que yacían en el suelo— sabes que esto no le conviene a ninguno de los dos.

—Menos a ti que a mí, supongo— hablé sin importar que con eso supiera dónde me hallaba— porque de seguro todas las consecuencias caerán sobre ti.

No escuché más sus pasos, tampoco su voz, pero escuchaba a lo lejos como el ejército del alcalde se acercaba implacable para hacer lo que Adriaen no podía. Llevarme de nuevo con la Dama de rojo, era aterrador, pero quedarme en aquel bosque oscuro y peligroso con Adriaen me parecía mucho peor. Sabía que podía defenderme si lo quería, pero mi cuerpo no estaba para eso, más bien parecía pedirme que dejara de correr o pronto perdería cualquier oportunidad de huir.

—Es bueno que sepas por qué lo hizo— siguió hablando, mientras sus pasos se seguían escuchando. Eran lentos, como si supiera que en aquella silenciosa batalla él tenía control—eso te dará oportunidad para pensar que lo que hace simplemente son consecuencias de otros. Y el pueblo, en este caso, siempre es el que las termina sufriendo.

Recordaba la hoguera. Recordaba las llamas rodeando la plaza y llevándose las vidas de muchas de esas inocentes personas, recordaba también la mirada de Stacey sobre mí, y como minutos después desaparecía en la oscuridad, dejándome allí con el calor y la oscura presencia de Adriaen.

—Te dejaron, Mia— me recordó. Mi cuerpo se tensó cuando supo que estaba del otro lado del árbol donde yo me hallaba escondida— no les importas, sino que estuviera aquí cada una de ellas ayudándote. Pero te dejaron a tu suerte, aun sabiendo lo que había pasado contigo.

Pero ellas no sabían nada de eso. Ni Stacey ni Carla podían enterarse de lo que había ocurrido aquella noche, de cómo me había enterado y de cómo había visto a mi madre en una faceta de la que nunca me olvidaría. Se parecía a ella. Era diabólica, pero mi madre lo había hecho por razones diferentes a las de la Dama de rojo, a quien simplemente le importaba un pepino asesinar.

—¿Por qué estás de su lado, Adriaen? — mi pecho subía y bajaba, estaba exaltada, nerviosa, aterrada, por lo que me podría pasar si Adriaen me llevaba de vuelta. — ¿por qué estás de acuerdo con todo lo que ella plantea?

—Porque es la única forma correcta de hacerlo—respondió, parecía haber duda en sus palabras, pero lo atribuí a que de alguna manera yo seguía aguardando la esperanza de que no fuera cierto. De que el Adriaen que mostraba ahora solo fuera parte de mi imaginación. — si ella no obtiene lo que quiere, créeme, Mia, que van a pasar cosas mucho peores que lo que ya has visto. Hazte el favor de usar la cabeza como más te convenga, y espero que sea para no mantenerte con vida, porque si es ella la que te la quita, será mucho peor.

Pero yo ya no me quedé para escuchar el resto de sus palabras, en ese momento solo quería huir, ponerme a salvo, no pensar nunca más que había algo oscuro persiguiéndome y aguardando el momento en el que cerrara los ojos para venir atacarme. Sus ojos se mantenían en mi cabeza, y la manera en como observaba podía llegar a intimidar de verdad.

«El poder es la única recompensa, y no importa a quien tenga que asesinar, lo haré si es necesario»

Sus palabras eran como estacas de dolor que se enterraban en mis pies mientras seguía corriendo, huyendo del ejército que detrás de mí venía con agilidad, esquivando los árboles. No volteé a verlo, pero los reflejos dorados eran difíciles de ignorar.

Estuve a punto de rendirme, de pensar que quizá huir era una idea estúpida cuando ni siquiera sabía a dónde ir, pero no pude hacerlo, porque la idea que hallarme encerrada y amarrada con cadenas de nuevo era mucho peor que pensar en morir por el frío de la noche. Que ya estaba empezando a hacerse fuerte, y la luna empezaba a resplandecer plateada en el cielo nocturno.

Por segundos el hecho de haber observado un destello rojizo entre los árboles me hizo pensar que quizá ya me habían atrapado, pues los uniformes de aquellas terroríficas personas tenían detalles de ese color, pero lo que yo había visto era diferente. Lo sabía. Se había escurrido por los árboles y ya no se veía, pero si no me equivocaba había visto una larga cabellera roja sacudirse por el viento.




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