—¿Por qué a mí no me enseñas el nombre de las pistolas? — le pregunté a Dave en ese momento en el que ambos nos encontrábamos organizando las armas en el estante luego de la práctica. —¿no es necesario acaso?
Dave sonrió, divertido por mi pregunta, y luego negó con un movimiento de su cabeza. Lo miré confundida.
—No— me quitó el arma que tenía en las manos en ese momento y la puso en su lugar—no lo es en lo absoluto.
Yo simplemente lo miraba mientras él lucía bastante concentrado en el asunto. Se hallaba concentrado, pero podía notar que había cierta distancia. En cómo se movía, en cómo evitaba mi mirada, e incluso, en su manera de hablarme. A pesar de que su sonrisa estaba ahí, sí, quizá un poco apagada, en sus ojos había una bruma pesada que seguro demostraba lo confusos que eran sus pensamientos. Me preguntaba qué le sucedía, sin embargo, me lo guardé para mí.
—¿No es importante que sepa los nombres y en qué situación las puedo usar? —le seguí preguntando, retomando la conversación justo cuando volvió a mirarme.
—Ya tendrás tiempo para eso después— explicó, apuntándome con una pistola pequeña. Había practicado ese día con esa. — justo ahora es mejor que conozcas como disparar una sin importar la situación en la que te encuentres.
Lo miré con una mueca.
—Hoy aprenderemos como desarmar a tu oponente. — alzó la pistola, apuntando al cielo, la camiseta que llevaba se subió apenas, y mis ojos hicieron un esfuerzo por no buscar la piel descubierta—sígueme.
Suspiré caminando con él cuando se dio la vuelta para ir al centro de la pista. Sus piernas largas iban con rapidez, mientras que las mías demostraban la flojera que tenía de seguir practicando.
—¿No había acabado ya el entrenamiento? — el aire ya se había tornado más frío, estábamos bajo los hermosos rayos de la luna y por supuesto, los demás ya estaban cenando, posiblemente bañados y acostados en sus camas calentitas, mientras nosotros seguíamos aquí, congelándonos. Cuando Dave se volteó hacia mí lo miré irritada y él simplemente se limitó a sonreír de lado. — tengo hambre, Dave.
—Yo también, carotte— suspiró, entregándome la pistola que acepté de malas maneras— pero debo enseñarte esto.
Me di por vencida y puse atención a sus palabras, las cuales me provocaron sueño y cuando él se percató de que en realidad no le estaba prestando atención, me dijo que pasáramos a la práctica.
—Le das un golpe aquí— decía mientras hacía la demostración del movimiento. Golpeó con su codo aplicando bastante suavidad el lado opuesto de mi codo, haciendo que doblara levemente el brazo— y le quitas el arma.
Ni siquiera me di cuenta de nada cuando ya él tenía en sus manos el arma que antes había estado en las mías. Mis ojos entrecerrados y mi boca medio abierta le sacaron una sonrisa que me hizo mirarle los labios. Seguro se dio cuenta de su intencionada acción porque apartó su rostro de inmediato, quizá avergonzado, o incómodo. No sabría decirlo.
—Ahora intenta quitármela tú — dio algunos pasos hacia atrás— te doy un regalo si logras hacerlo.
Mi interés en su propuesta quedó demostrado cuando alcé una ceja mirándolo con una sonrisa de labios apretados.
—¿Cómo qué? — crucé mis brazos sobre mi pecho— ¿cantarás para mí de nuevo?
La mirada que me echó me dejó claro que él nunca había tenido intenciones de darme eso como regalo. Se vio incrédulo por algunos segundos, pero luego sonrió, satisfecho por mi propuesta.
—Si es lo que quieres— encogió sus hombros— pero primero debes quitarme la pistola.
Después de varios intentos, seguía sin lograr tocarla siquiera, Dave era demasiado ágil apartándose de mí, su brazo era largo y aunque me vi tentada a prestarle atención a sus músculos marcados, me obligué a concentrarme en el arma que seguía en el aire, lejos de mi alcance. No era pequeña, y él solo me llevaba algunos centímetros por delante, pero no sabía si era el hecho de que tanta cercanía nos empezaba a afectar a ambos, o si en verdad era torpe tratando de quitarle el arma. Por la mirada de Dave, que se había desviado a mis labios en repetidas ocasiones, supe que era la primera.
—Por favor, tengo hambre, haz un esfuerzo, carotte.
Su brazo se mantenía extendido sobre su cabeza, en sus labios una sonrisa divertida me ponía difícil la tarea de concentrarme en la pistola y la maldita cercanía que empezaba a hacerme sentir calor a pesar del frío que nos envolvía.
Di un salto con la mano abierta para tratar de alcanzar la pistola, sus labios a centímetros de los míos me advirtieron con una sonrisa que su intención era que no la alcanzara en ninguna oportunidad. Además, por el salto, había quedado a escasos centímetros de él, la cercanía era mayor ahora. Y ambos fuimos consientes de eso. Los latidos de mi corazón se dispararon, sonaban en mis oídos y me hacían preguntarme si él no los escuchaba, pero estaba tan concentrado en mis labios que dudaba que pudiera hacerlo.
—Dave— el susurro me salió bajito, y el suspiro que le siguió choco con sus labios de manera directa. Estaban ahí, tan cerca, entreabiertos, dejando salir la pesada respiración que dejaba claro cómo se sentía.
—¿Sí?
Nos envolvía una extraña aura donde se mezclaban ambas energías, atrayentes, poderosas, calientes.
—Yo…— ni siquiera era capaz de pronunciar la frase completa. Quería un montón de cosas en ese momento, pero la principal y la que se robaba mis pensamientos era el pensar cómo se sentirían mis labios contra los suyos. Quería besarlo. Pero cuando estaba a punto de pronunciar aquellas palabras que iban a marcar un antes y un después en lo que sea que pasaba entre los dos, él se adelantó.
—Quiero besarte— estaba a nada de que ocurriera.
La mano con la que había tenido la pistola estaba ahora en mi espalda, pegándome más a él y el frío del arma junto al calor que me provocaba su toque creaban sensaciones que pronto se fueron extendiendo con rapidez por todo mi cuerpo. Y solo bastó con un asentimiento de mi parte para que Dave se impulsara un poco más, rozando con suavidad mis labios, dejándolos ahí, sintiendo las deliciosas sensaciones que nos envolvieron a ambos, y antes de que pudiéramos llamarlo un beso, la voz de Scolly nos interrumpió, haciendo que nos separáramos como si el otro fuera fuego. Y en ese momento, lo éramos.
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Editado: 12.09.2024