Borden

Capítulo 22.

Stacey

«No voy a enamorarme de la hija de la asesina de mi madre»

Las palabras dichas por Dave se repetían una y otra vez en mi cabeza como un mantra, haciéndola doler, el eco que se producía golpeaba con fuerza las paredes de mi memoria produciendo punzadas dolorosas. Era demasiado dañino para sistema, para mi corazón, para mis sentimientos.

«La asesina de mi madre»

Parecía un bucle, en mi cabeza las palabras resonaban, se repetían, iluminaban el pozo sin fondo que pertenecía a mis recuerdos perdidos tratando de buscar en él a la persona a la cual Dave se refería, tratando de relacionarlas con la mujer que durante toda mi vida había llamado madre, pero al hallarles significado simplemente no podía, porque las palabras de Dave contrastaban con la mujer que yo conocía.

¿Por qué Dave había dicho aquello?, ¿a quién se había referido realmente?

No podía conectar nada. Mi cabeza era un auténtico desastre, incapaz de entender nada. Aquel odio con que había pronunciado las palabras, aquella rabia al decir que sería como un castigo tener sentimientos por mí, devastaba mi corazón y lo ponía a palpitar lento, con tristeza.

Si alguna vez había tenido esperanzas en un nosotros, hoy se había esfumado cualquier oportunidad que hubiera visto en mis pensamientos.

El dolor que plagaba mi cabeza y me nublaba la vista me hizo caminar con dificultad por el pasillo, podía sentir cualquier ruido hacer trizas mis tímpanos poniendo a mi cabeza a lamentarse. El dolor era simplemente más fuerte que la última vez. Las imágenes pasaban fuertemente por mi cabeza, con rapidez, no sabía si eran reales, tampoco sabía dónde estaba. En mis recuerdos, iba caminando por una angosta calle, estaba oscura y al final relucía una luz amarillenta. Al llegar al final, una mujer vestida en cuero rojo me esperaba, en una de sus manos tenía colgando un farol.

Mi vista se resquebrajaba, era borrosa, se movía en varias direcciones y no se lograba distinguir bien. Pero ahí estaba la mujer, con una mano estirada hacia mí y la otra cargando el farol, con el que iluminaba solo la parte donde ella estaba parada.

—Ven conmigo, ma princesse— su voz suave, melódica, calmaba el dolor de mi cabeza y provocaba que quisiera estar cerca de ella. — tu lugar es conmigo.

Mis pasos eran lentos, arrastrados. Mis manos se aferraban a las paredes de los lados haciendo fuerza para que mi cuerpo no se fuera al suelo, en donde había pequeños charcos de agua por la lluvia que había caído.

—Ayúdame— susurré, intentando mantener mis ojos abiertos y fijos en la mujer, a la cual el rostro seguía sin vérsele. — no puedo caminar.

Mis pies dolían, no entendía por qué mi cuerpo estaba tan débil.

Cuando estuve a punto de llegar a ella, de rozar sus yemas con las mías, de poder sentir por fin algo de paz frente al dolor que quemaba en mi cabeza, algo la jaló hacia atrás. Dos brazos se agarraron con fuerza a su cuello, sacándole un grito ahogado y provocando que el farol se estrellera contra el suelo, y el vidrio se hiciera añicos. La oscuridad reinó en el estrecho camino.

Se escuchaban quejidos en medio de las sombras. Personas chocando con el suelo, golpes, gemidos de dolor, respiraciones agitadas. El dolor en mi cabeza fue mayor cuando una voz masculina gritó mi nombre en medio de la penumbra.

—¡Stacey! — fue fuerte, aunque al final sonó con dificultad. —¡Corre!

¿A dónde? ¿Quién era el que estaba hablándome?

Mis manos terminaron por resbalarse en el cemento de las paredes y el peso de mi cuerpo me hizo caer de rodillas en el pavimento.

—Vamos— una voz, esta vez femenina, sonó detrás de mí al tiempo que unas manos heladas me agarraban por mis axilas y me ayudaban a ponerme de pie. — debemos salir de aquí.

La calle detrás de nosotras estaba en completa oscuridad, por lo que cuando dos guardias aparecieron con faroles iluminándolos, nos tomaron por sorpresa.

—¡No dejen que escape! — la voz ahogada de aquella mujer resonó, produciéndome escalofríos, y haciendo que los guardias se acercaran con rapidez en nuestra dirección, por lo que nos tocó salir corriendo en dirección contraria.

A mi lado, la chica trataba de lanzarles flechas mientras intentábamos escapar.

—¡Dave! — gritó, cuando uno de los guardias se lanzó sobre ella, llevándola al suelo.

Dave, Dave, Dave.

Una mano tiró de mí y cuando vi la espalda ancha de un hombre retrocedí dos pasos, queriendo en realidad huir de la desastrosa situación, sin embargo, el hombre me agarró por el brazo y giró su rostro hacia mí, sus ojos azules se fijaron en los míos que seguramente refulgían de miedo.

—Estoy aquí, tranquila — su voz susurrada, ahogada por la agitación de pelear contra los guardias, me produjo un fuerte escalofrío mucho mayor al que aquella mujer me había provocado. Este se sentía diferente. — no voy a dejar que te atrapen.

Sin saber en realidad a qué se refería, asentí.

Me soltó para poder ponerle atención al guardia que había estado a punto de enterrarle su espada en el pecho, Dave fue más rápido y lo apartó, y mi concentración se mantuvo en sus movimientos ligeros, en la manera en la que su cuerpo se movía para escapar de la espada de los guardias, lo maravilloso que se veía peleando lado a lado con aquella mujer que me había levantado y a la cual aún no le había visto el rostro.

No tuve en cuenta la presencia de otro guardia, el cual vino hacia mí poniendo su espada contra mi cuello para evitar que me moviera y obligarme a caminar. Intenté soltarme, pero la hoja de la espada estaba demasiado cerca de mi piel, un poco más y la cortaba.

—¡Dave! — mi grito desgarró mi garganta, pero terminó por llamar la atención del hombre que no tardó en llegar hacia mí.

La espada no tardó en alejarse de mi cuello y Dave me agarró de la mano para ponerme detrás de él, quedando como mi escudo ante el guardia que no tardó en blandir la espada y hacer que Dave se moviera con rapidez entre la oscuridad. Lo último que logré escuchar, fue un quejido de dolor, seguido de la imagen del cuerpo del guardia cayendo frente a mí, muerto.




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