Era el segundo fin de semana desde que Borja había comenzado a trabajar con Stef, y cada vez se le hacía una mujer más misteriosa e interesante. Al ser sábado por la mañana, no tenía nada qué hacer, solo pensar en todas las cosas que estaban mal en su vida y que de a poco su oscuridad se apoderará de su mente. No era fácil lidiar con la depresión, la ansiedad y otros tantos trastornos que perseguían a Borja.
A sus veintidós años había sufrido más de lo que debería.
Los fantasmas del pasado se comenzaron a colar en la cabeza de Borja, no había nada que él pudiera hacer. Únicamente había una opción; el alcohol. Pero si recurría a el siempre que tuviera una crisis, terminaría siendo un alcohólico de primera, y no quería terminar como su donante de esperma, ya suficiente había tenido con un borracho en su vida. Decidió acampar en el sillón de su pequeña sala y leer un poco, un buen libro siempre era su segunda opción, por lo qué tomó un libro al azar de su librero y se sentó en su sillón.
Estaba a punto de comenzar con su lectura cuando alguien llamó a la puerta. Con fastidio se levantó, mientras Chama —su perro— jugaba con una de sus pantuflas en la cocina. Iba a llamarle la atención pero sabía que sería una pérdida de tiempo. Chama estaba obsesionado con esas pantuflas, así que siguió su camino hacia la puerta. Ni siquiera preguntó quién era, porque solo una persona lo podía visitar. Y no se equivocó, parada frente a él estaba Vanesa, su hermana mayor, que como de costumbre vestía como si fuera un arcoíris andando.
—Hola —saludó Borja.
—Hola hermanito —respondió ella mientras se le tiraba encima abrazándolo, aunque Borja no se acostumbraba por muchos años que pasaran.
—Vanesa —le llamó la atención.
—Está bien, ya no te abrazo.
—Entonces deja de hacerlo Vane —ella se alejó de él con cara de fastidio.
—Cuando ya no esté en este mundo vas extrañar mis abrazos, gruñón.
—Como digas.
—¿Y si me dejas entrar hermanito? —preguntó Vanesa, con las manos en la cintura.
—¿Y si no quiero, hermanita? —añadió Borja, con picardía.
—Serás baboso, mejor quítate de la puerta que quiero ver a mi bebé —lo apartó de la puerta e ingresó sin ser invitada.
—Algún día de estos te cerraré la puerta en la cara, Vanesa.
—Sí, claro, mejor dime dónde está esa preciosura que te hace compañía —puso los ojos en blanco mientras caminaba hacia su sillón y se dejaba caer.
—Si te refieres a Chama, está en la cocina destruyendo mi único par de pantuflas.
—Con razón no me recibió como siempre lo hace, deberías educarlo mejor, Borja.
—No te metas donde no te llaman Vanesa.
—Gruñón.
—Tonta.
—Infantil. Mientras voy a buscar al perro, ve contándome sobre tu nuevo trabajo —se quedó callado por un momento, mientras pensaba en que decirle... hasta que decidió contarle solo lo necesario, porque conociendo a Vanesa y lo metiche que era, no tardaría en tenerla en su oficina.
—Normal, nada del otro mundo.
—Estas trabajando en una de las mejores empresas del país y me sales con que "normal". A otra persona con ese cuento, dime la verdad Borja Alfredo Loson —respondió ella mientras salía de la cocina con Chama en brazos, aún así el perro no soltaba la pantufla, al contrario, se aferraba con más ganas de ella.
—No ha pasado nada interesante, Vane —«acepto que en mi primer día me entregaron uno de los proyectos más importantes de la empresa y que trabajo con una mujer que es tan enigmática como hermosa» pensó.
—Claro, digamos que te creo. Hazte a un lado para que esta belleza y yo nos sentemos —Borja se deslizó, cediendo un espacio a su hermana y su perro.
—Ahora querida hermana arcoíris —dijo refiriéndose a la ropa de Vanesa—. ¿Qué te trae por aquí?
—¿A caso no puedo visitar a mi hermanito querido?
—Eso ni tú te lo crees.
—Que poca fe me tienes Borja, solo vine a visitarte y saber sobre tu nuevo trabajo.
—Mmm..
—"Mmm" serás bobo, te recuerdo que no hace mucho vivíamos juntos y es normal que te extrañe —eso le sacó una pequeña sonrisa.
—¿Así que me extrañas? —preguntó divertido.
—Sí, y deja de burlarte, porque aún te puedo dar un par de nalgadas, muchachito.
—Tonta —Vanesa le enseñó la legua—. Pero qué madura eres.
—Súper madura, querido —respondió mientras acariciaba al perro.
—Por supuesto, hermana.
—Pero en serio Borja ¿Estás bien en tú nuevo trabajo? ¿Son amables contigo? ¿El ambiente de trabajo es bueno? —sabía que Vanesa se preocupaba por él más de lo que debería y se lo agradecía, pero la época de acosos había quedado atrás. Ya no estaba en el Instituto, no le podían hacer más daño. Atrás quedaron los golpes y los insultos a los que fue sometido durante años, simplemente por ser diferente.
—Tranquila Vane, el trabajo va muy bien, todos son amables conmigo, de hecho, mi compañera de trabajo que se llama Stef ha sido muy buena —pudo ver como su hermana destensaba un poco los hombros.
—¿Así que una compañera de trabajo, eh? —y ahí estaba el principio del fin para él, estaba tan concentrado en tranquilizar a Vanesa que se le salió el nombre de Stef.
—Sí ¿Y?
—Cuéntame de ella, ¿Es bonita?
—¿Por qué tu primera pregunta sobre ella es si es bonita? ¿Por qué no preguntas si es inteligente o buena persona?
—Yo...
—Vanesa, no creí que fueras tan superficial.
—No lo soy.
—No lo parece.
—No lo soy y lo sabes bien, simplemente fue lo primero que se me vino a la mente —ella sabía como le jodía ese tema a su hermano. El ser superficial y juzgar una persona solo por su aspecto era una de las cosas que más odia Borja de la sociedad.
—Claro, simplemente déjalo. Pero para que te quede claro, Stef es una mujer muy inteligente y se ha portado conmigo como muy pocas personas lo han hecho a lo largo de mi vida —estaba sorprendida porque su hermano defendiera con tanto ímpetu a una persona que solo había conocido durante dos semanas, eso llamó mucho su atención.