La semana transcurrió un poco irregular, al menos para Borja, el cual estaba muy preocupado por el bienestar de su amiga. Stef durante los últimos días había pisado la oficina muy pocas veces y hablaba solo lo necesario con él. No deseaba presionarla pero se estaba comenzando a desesperar.
Estaba acostumbrado a lidiar con personas difíciles, pero ella era un tema aparte. Al ser tan cerrada, le era difícil ver más allá de lo que ella deseaba mostrar. Pero qué podía discutir él, si cuando se acercaban demasiado se cerraba lo más posible y no dejaba que absolutamente nadie, ni siquiera su hermana, le tendiera una mano para sacarlo de la oscuridad.
Él estaba muy concentrado en las últimas palabras que había escrito, de las cuales no estaba muy convencido, sentía que le faltaba algo, pero por más que releía no encontraba el fallo. Por lo que frustrado cerró su portátil y dejó caer la cabeza en el respaldo del sillón. No sabía si era la falta de inspiración o el no tener a su musa de frente lo que le hacía sentirse más inseguro de lo normal sobre su creación.
Estar en casa solo no le ayudaba mucho, sus pensamientos siempre regresaban a la misma chica. Sin saber qué hacer, se levantó de su sofá para revisar el refrigerador y el panorama que le mostró lo deprimió más; ni un solo mísero alimento se encontraba dentro de este. Resignado al no encontrar que comer, cerró el refrigerador y comenzó hacer la lista de compras, necesitaba tener al menos lo indispensable para sobrevivir.
Un sonido inundó su pequeño departamento, era su teléfono. Corriendo hacia el sofá donde se encontraba el artefacto contestó sin verificar de quién se trataba.
—Hola, Borjis —habló una voz que él conocía perfectamente.
—Hola Isabel —estaba decepcionado, por más que trató de ocultarlo no pudo.
—Pero qué ánimos querido, si así me vas a contestar cada vez que te llame evitaré hacerlo —respondió ella.
—Lo siento, pensé que eras otra persona —«Tonto de mi» pensó. Pero en serio esperaba que Stef le llamara, le había dejado unos mensajes preguntándole si todo iba bien pero ella no los había visto.
—¿Alguna conquista? —preguntó Isabel.
—Para nada. Solo cosas del trabajo —mintió.
—¿En sábado?
—Si, ya sabes que jamás descanso, prefiero mantener mi mente ocupada.
—Claro —ella no se tragaba eso, sabía cuando su amigo le estaba mintiendo y en esa ocasión lo estaba haciendo—. Pero por lo que te llamé... es que necesito que vengas al hospital —eso puso en alerta inmediatamente a Borja.
—¿Qué pasó? —estaba ansioso.
—Primero que nada tranquilo, no es nada grave, ya sabes que estoy trabajando en el Hospital Central.
—Lo sé —«El mismo en el que dejé a Stef aquella vez» recordó Borja.
—Bueno, pues, Vanesa está aquí.
—¿Qué? ¿Ella está bien? —sin importarle que iba en pijama, tomó las llaves y salió del departamento—. Isabel —llamó, se estaba alterando. Odiaba los hospitales y su amiga con su lentitud lo estaba poniendo peor.
—Borja, tranquilo. Ella está bien, solo tuvo una pequeña caída y se fracturó la pierna.
—¿Se fracturó? —«¿Y es que eso no es grave?» cuestionó. «Claro que lo es».
—Sí, le hicieron los exámenes correspondientes para descartar cualquier cosa y todo está bien, dejando la fractura de lado —eso lo tranquilizó un poco. Estaba subiendo a su coche cuando escuchó la voz de su hermana en el fondo.
—Chismosa —esa era Vanesa.
—Por eso te llamé, Vanesa no quería hacerlo y yo no permitiría que se fuera en un taxi.
—Tú no le hagas caso a lo que diga esa inconsciente —siempre que se topaba con Isabel se comportaba como una niña.
—Por eso estamos hablando, ¿En cuánto llegas? —ella trataba de ignorar a la hermana de su amigo pero era tan difícil cuando era tan irritante, el odio era mutuo aunque Borja no lo supiera.
—En una hora.
—Espero que no tardes mucho porque mi turno está por comenzar y no me fío de Vanesa.
—Ya soy mayorcita para cuidarme —volvió a escuchar a su hermana.
—Dile que guarde silencio y que se comporte hasta que llegue.
—Bueno, no creo que sea buena idea decirle eso a tu hermana, ya sabes que me odia y me está viendo con unas ganas de matarme.
—Tú solo ignórala, como siempre. Debo colgar, nos vemos en un rato.
—Está bien —y así se cortó la comunicación.
Durante el camino al hospital solo podía pensar en lo tonta e inconsciente que era su hermana. ¿A caso no le era suficiente con lo que pasaron años atrás? Aunque la entendía, sabía la razón por la que Vanesa prefería mantenerlo lejos de ese lugar.
Por otra parte, estaba el odio irracional que su hermana le tenía a Isabel, era tonto, su amiga siempre había sido amable y respetuosa, todo lo contrario a Vanesa. Pero lo que notó fue que desde la muerte de su madre las cosas empeoraron entre ellas.
En la entrada del hospital se encontró una imagen que jamás creyó posible. Sin fijarse muy bien donde aparcaba, se bajó del automóvil y se acercó al par que estaba intentando escapar o al menos su hermana lo estaba intentando.
—Vanesa —llamó Borja.
—¿Borja? —preguntó una asombrada Stef, sin soltar el brazo de Vanesa.
—Hola, Stef.
—¿Qué haces aquí? —inmediatamente ella se puso alerta.
—Vengo por la chica que está intentando escapar, la cual estás ayudando —respondió mientras se cruzaba de brazos.
—¿Vienes por Vane? —volteó a ver a su acompañante, ella desvió la vista.
—Exacto.
—Hola, hermanito, ¿Qué haces por estos rumbos? —preguntó con inocencia.
—¿Hermanito? —exclamó Stef.
—Sí, esta belleza de hombre es mí hermanito. El que por cierto es un mal educado ya que no se presenta como es debido.
—¿No dijiste qué no tenías familiares?
—No soy mal educado —alegó él, lo cual Stef ignoró, estaba muy concentrada en la mentirosa que había ayudado.
—Bueno, sí tengo.
—Me mentiste —acusó Stef.
—Solo un poquito —sonrió.