Boulevard

Capítulo 3

Hasley 
Actuaba tan orgullosa con Zev. Nuestra pequeña discusión había sido más fuerte de lo que pensé y 
aunque no me gustase pelear con él, me molestaba demasiado que tuviera esa actitud ante el chico. 
Tal vez tenía sus razones para actuar de esa forma, pero su actitud no fue la mejor para advertirme 
sobre el rubio. Me resultaba gracioso el hecho de que Luke solamente me había hablado y creó a 
un Zev cabreado en tan solo unos segundos en una misma escena. 
Resoplé agotada apenas el profesor de ciencias sociales avisó que daba por finalizada la clase de 
hoy, dejé caer mi lapicero contra la mesa y guardé todo. El engargolado de mi libreta se enredó 
con mi pulsera y puse los ojos en blanco para después tratar de arreglar el pequeño accidente. No 
tuve tanto éxito, ya que al instante de alejar mi mano me hice un rayón sobre la piel. 
Hoy estaba quejándome más de lo normal. 
Salí del salón, me tocaba literatura y después con la profesora Kearney. 
Lo bueno de las clases es que había un pequeño descanso de diez a quince minutos. Mi cuerpo se 
tropezaba con otros y oía como varios gruñían, traté de escabullirme de todo el bullicio y cuando 
por fin dejé el pasillo principal, me di cuenta de que alguien me había embarrado algo de cátsup. 
¡Oh, vamos! 
Traté de quitar la mancha obteniendo como resultado una más grande. 
En realidad, no podía ser más torpe porque creía que eso era algo imposible. Maldije mil veces al 
aire y empecé a caminar por la parte contraria del pasillo principal, en donde el campo daba a las 
instalaciones de los edificios de química.

Mi vista viajó hasta el lado derecho de las gradas por simple curiosidad y confirmé lo que por un 
segundo pasó por mi mente. El chico del día anterior y el culpable de mi pelea con mi mejor 
amigo, se encontraba ahí. Debía parar mi necedad, pero al parecer fue más fuerte que mi cordura 
porque en lugar de trazar mi camino a la clase de literatura y no darla por perdida, tracé uno hasta 
donde él se encontraba. 
Generé muchas excusas para cuando me preguntase por mi presencia y si ninguna se volvía digna 
de cubrirme, no me arrepentía ni un solo segundo de estar acercándome. 
—¿No se supone que tú tendrías que estar en clases? —Luke preguntó con el entrecejo fruncido 
cuando me vio subir. 
—Supones bien, pero no tenía ganas de entrar. —Me encogí de hombros. 
Luke me miró como si lo que le hubiese dicho fuera lo más extraño del mundo. Él sacó de su 
bolsillo una cajetilla y a continuación un cigarro para llevárselo a los labios y lo encendió. Se 
acomodó sobre una de las gradas y estiró sus piernas. El cielo estaba azul y el aire seguía siendo 
fresco a la temperatura en las que nos encontrábamos. 
—Así que, Luke, ¿por qué te gusta fumar? —pregunté, sentándome a su lado, pronunciando su 
nombre con lentitud mientras lo miraba con cierta incertidumbre. 
—¡Vaya!, ya sabes cuál es mi nombre —rio y dio una calada. 
—No me costó mucho trabajo —admití—. Ahora contesta mi pregunta. 
Él me miró vacilante. 
—No esperes que responda todos tus cuestionamientos, Weigel, pero fumo porque me gusta, quita 
el estrés que siento en mi cuerpo. 
Sí, eso es lo que la mayoría de las personas que consumían tabaco solían contestar. Nada fuera de 
lo común. Nada diferente a lo esperado. 
—Hay otras formas, ¿lo sabes?, ¿lo has intentado? —intenté invadir 
más sobre el tema. 
—Sí y no quiero. —Ladeó la cabeza dándome a entender que eso sería lo último que saldría de su 
boca. 
—Eres un completo irrazonable, —repliqué. 
Él solo se encogió de hombros. Suspiré pesadamente. No sería tan fácil averiguar más sobre él, no 
lo sería para nada. Lo observé por unos segundos, me gustaba como vestía. Traía una camisa de 
cuadros azules y debajo de ella una playera negra, la cual llamó mi atención: era un triángulo y en 
uno de sus lados salía como un a reo iris. 
—¿Qué significa? —Mi dedo índice apuntó, él recorrió la dirección y enarcó una ceja de nuevo hacia mí. 
—¿No sabes? —me preguntó incrédulo y yo negué apretando mis labios—. Dios, ¿qué eres? 
—¿Acaso eso es tan importante? —refuté. 
—Eso, tiene nombre y es una de las mejores bandas que pudo existir. 
Es Pink Floyd y la imagen que estás viendo es de unos de sus álbumes — 
defendió. 
—¿Ya se separaron? —cuestioné inocente ante su tono de voz tan agresivo en sus palabras. 
—¿Qué está mal contigo? —Él parpadeó un par de veces y me miró durante varios segundos—. 
No puedes hablarme. 
—Al menos puedes intentar decirme qué género tocan, tal vez podría escucharlos y… —No pude 
terminar porque él me interrumpió. 
—No es Michael Bublé. —Luke torció los ojos. 
—¡Michael Bublé es bueno! —defendí, chillando con mi entrecejo fruncido. 
—Para temporadas navideñas —dijo vacilante. 
—Ahora yo estoy indignada —dije y miré hacia el frente. Mi menté trabajó rápido y lo volví a 
mirar confundida—. ¿Cómo sabes que me gusta? 
—Sueles tararear alguna que otra canción de él en historia. —Dejó salir un poco de humo. 
Sentí mis mejillas arder de la vergüenza. No era que mi voz fuera la mejor para cantar y él ya lo 
sabía. 
—Eso es vergonzoso —musité—. ¿Cómo lo conoces si se supone que no te gusta? 
—No puede gustarme algo sin antes haberlo probado, en este caso escuchado. Aunque en realidad 
lo conozco porque mamá pone en diciembre sus canciones navideñas —confesó esbozando una 
sonrisa lánguida. 
—¡Mi mamá también! 
—Genial —dijo y me enseñó su pulgar. 
¿Había sido sarcasmo? 
Guardé silencio sin saber qué otra cosa decir. Luke hizo tronar su lengua y me miró, yo le di un 
gesto confundido ante su semblante. Estaba pensando. Hizo un puchero con sus labios y ladeó 
hacia un costado su cabeza durante unos segundos para después dirigir su vista a su mochila y cogerla. 
De ella, sacó una libreta de espirales con un forro negro; en la portada yacía un cuadro blanco en 
donde tenía escrito algo que no pude alcanzar a leer, pues él ya la había abierto buscando una 
página. Pude ver que tenía rayas, dibujos y palabras obscenas. Luke se detuvo en una lista y dudó 
en si debía mostrármela, pero al final accedió. 
Mi mano la sujetó y mis ojos curiosos empezaron a leer. 
—Son muchas bandas, pero solo conozco a John Mayer —le dije con una sonrisa de superioridad. 
—Es lo que creí. —Se levantó y tiró el cigarro al suelo para luego aplastarlo. 
Guardó todo dentro de su mochila, la pasó por su hombro y empezó a bajar las gradas. Miré su 
espalda atónita. ¿Acaso dije algo malo? 
Me levanté rápidamente y lo seguí, tratando de averiguar la razón de su comportamiento 
desprevenido y brusco. 
—¿Qué haces? —pregunté cuando estuve a su lado. 
—Alejándome de ti —respondió a secas. 
—¿Por qué?, ¿qué hice? —Extendí las palmas de mis manos a mis lados. Luke se detuvo y me 
miró. 
—John es un grandioso cantante, pero me ofende que no conozcas a nadie más en esa lista —habló 
incrédulo—. Ni siquiera a Green Day. ¡Esto 
no puede ser real! 
—Tal vez he escuchado una canción de ellos —jadeé—. ¡No soy una fanática de la música 
pesada! 
—No es música pesada, Weigel —explicó con pausa, haciendo una seña con sus dedos, lleno de 
exasperación. 
—¡Para mí todo lo ruidoso lo es! —bramé golpeando con la planta de mi zapato. 
—Pues tú eres pesada porque eres muy ruidosa. 
—¡Oye! —exclamé. 
—Necesitas iluminar tu camino hacia la música verdaderamente buena 
—inquirió. 
—Eres un grosero. Es de mala educación criticar los gustos de otras personas solo porque sean 
diferentes a los tuyos.



#4788 en Novela romántica

En el texto hay: desamor, amor

Editado: 05.01.2024

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