Hasley
El deporte nunca fue uno de mis fuertes, la actividad física no estaba entre mis facultades que
hiciera con facilidad u orgullo. No era un secreto que yo fuese la peor en la clase.
El entrenador Osborn no paraba de gritarme y hacer sonar aquel quejoso silbato para que corriera
sin detenerme. Apenas llevaba dos vueltas de cinco, alrededor de trescientos metros y yo ya
proclamaba por todo el oxígeno del mundo.
No podía seguir.
Rendida, me detuve jadeando y me apoyé sobre las rodillas. Tendría que aguantar al señor Osborn gritándome de nuevo.
—¡Vamos, Hasley! —oí que exclamó Josh, uno de mis compañeros.
—¡Ni de broma! ¡Ya no puedo!
—¡Exagerada! —carcajeó el castaño—. ¡Te espero el año que viene en la meta!
Me limité a entrecerrar los ojos y mostrarle el dedo del medio.
Usualmente me llevaba mejor con los chicos. En realidad, me sentía en confianza con aquellas
grandes bestias, me divertía mucho, aunque sus pláticas se basasen en obscenidades, curvas y
videojuegos.
Escuché una risa familiar, ronca, sabía de quien se trataba. Volteé hacia aquella dirección en las
gradas, las cuales no estaban tan lejos de donde yo me encontraba jadeante. Luke me miraba
divertido con sus
manos dentro de los bolsillos de sus tejanos negros, mientras levantaba sus cejas.
—¿Te diviertes? —Él habló primero, preguntando por lo alto y mirándome en espera de mi
respuesta.
—Sí, lo hago, es fantástico correr bajo el sol —le di una sonrisa falsa.
Traté de recuperar mi respiración normal, abatiendo mis manos en frente de mí y dando una gran
bocanada de aire.
Él hizo una seña con su cabeza para que me acercara. Giré mi cabeza en busca del entrenador.
Aún no regresaba. Soltando un suspiro y no muy convencida, me acerqué a él. Me detuve a una
distancia considerable de las gradas. Alcé la mirada y Luke se encontraba con sus brazos
apoyados en el barandal. Él estiró uno de ellos a mí y lo miré con el entrecejo fruncido.
—Sube —pronunció suave ante mi mirada confusa.
—No puedo, si el profesor me ve me hará correr el doble de lo que me hace falta —expliqué
mirándole con una mueca de ímpetu por su petición.
Luke rodó los ojos, pero no quitó su mano incitándome a que la agarrase. La cogí y él me subió
fácilmente. Crucé una de mis piernas por el barandal torpemente haciendo que se enganchara,
jadeé. Luke rio. Su brazo se posó por mi cintura y ayudándome a cruzarla completamente, zafó mi
pierna y una vez que pude tener mi equilibrio lo miré.
—¿Hay algo en lo que no seas torpe, Weigel? —rio mientras mordía el arito que yacía en su labio.
—¿Algún día me llamarás por mi nombre? —ataqué rodando los ojos, cansada de lo mismo y su
actitud un tanto jocosa.
—Lo hice el primer día en que cruzamos palabras —recordó esbozando una sonrisa con los labios cerrados y diversión en sus ojos.
—Me gustaría que lo siguieras haciendo —suspiré cansada.
Me senté en una de las gradas para poder descansar mis piernas y reposar un poco a causa del
cansancio que sentía por haber corrido tanto.
—Es tan aburrido llamar a las personas por sus nombres. —Se sentó a mi lado. Volteé hacia él y
no sé cómo ni en qué momento, pero ya tenía entre sus rosados labios un cigarrillo—. El mundo
debería tener originalidad y no copia de copias.
—Lamento decirte que no eres el único que lo hace —hablé mirándole mal.
—Pero sí de los escasos —ganó sonriendo.
Tomó una calada y se quedó durante unos segundos con el humo en sus pulmones para después
expulsarlo.
—Deberías estar en clases, ¿no es así? —pregunté intentando iniciar una conversación normal y
así también evadir el tema antes sacado por ambos.
—No ha venido la maestra —respondió haciéndose hacia atrás para apoyar sus codos en un
escalón.
—Mmm, ya —musité mirando hacia el cielo.
—¿Quieres? —Me ofreció un cigarro, a lo que yo me negué y él bufó
—. ¡Aburrida!
Me levanté para darme la vuelta y mirarle.
—¿Por qué consumes eso? —pregunté.
Luke frunció su ceño por mi pregunta tan lanzada desde la nada, pero luego la suavizó. Él me
había mencionado sobre aquello el día en que nos conocimos, así que ya no era un secreto para
mí. El chico se levantó y relamió sus labios, dibujando una sonrisa. Odiaba que fuera tan
egocéntrico.
—No comprenderías, mi querida Weigel —susurró.
—Tú qué sabes. —Me crucé de brazos—. No me conoces, no sabes nada de mí para poder
llenarte la boca de suposiciones a mi persona.
—Por Dios, Weigel, ni siquiera fumas —recordó—. No trates de entender algo cuando no conoces
sus derivados. —Él se acercó hasta mí—.
Eres muy ingenua y empiezo a creer que también inocente.
Empecé a carcajear por lo último. Yo no era ingenua, ni mucho menos inocente, me consideraba lo
suficiente inteligente para entender su inmadura mente, yo tenía experiencia. Él no tenía el derecho
de tan solo hablarme unos días y pensar que ya me conocía lo suficiente. Era un completo
estúpido.
—Piensas que me conoces y no es así —dije enojada.
Él sonrió más, ¿acaso le divertía mi mal humor?
—Tal vez me estoy equivocando. —Se encogió de hombros sin
eliminar su sonrisa lánguida—. Y honestamente no lo creo.
—¿Qué? ¿Dirás que amas las motos, te drogas con tu grupo de amigos malos llenos de tatuajes y
ropa de cuero negra, mientras se escapan de sus casas y se saltan la barda para ir a cualquier bar
de mala muerte? —Mi voz en ningún momento abandonó su toque sarcástico.
—Deja de leer tanta literatura basura, Weigel —carcajeó, ganándose una mirada fulminante por mi
parte a causa de lo irritante que se estaba comportando en ese mismo instante. Empezaba a
sacarme de mis casillas.
Quizá solo era un imbécil en busca de algo bueno que lo relajase. Sin embargo, no me tragaba mi
propio pensamiento—. Pero sí, tengo una moto, solo en eso has acertado, lo demás es incierto.
Pásenme la pistola, por favor.
—Estás siendo muy molesto ahora —me quejé. Él rodó los ojos y puso su cigarro entre sus labios.
¿Cómo demonios era que no se le acababa?
Luke sacó el humo por sus labios y llegó hasta mi rostro—. ¿Podrías dejar de hacer eso?
Enojo, eso fue lo que me invadió debido a su acción. No me gustó que lo echase en mi cara, por lo
que no pude evitar arrebatarle el cigarro de su mano y llevarlo detrás de mi espalda, procurando
no quemarme con este.
—Hey, devuélveme eso —se quejó.
—Te hice una pregunta —puntualicé, sonando calmada e ignorando su petición.
—Y ya te la respondí —dijo a regañadientes mostrándose su semblante vacío—. Dámelo.
—Solo quiero… —intenté hablar, pero Luke interrumpió.
—¡Demonios, Hasley, regrésamelo!
Espetó sin ninguna pizca de emoción y eso causó que me removiera. Él se acercó a mí y sus dedos
tocaron mi mano, deslizándolos sobre mi piel.
—Ustedes, ¿qué hacen? —La voz autoritaria de alguien hizo que girara sobre mis talones.