Boy Almighty

Capítulo 11.

Louis estaba manejando su auto esta vez. Se sentía con poder cuando salía de casa, pero las ganas de volver y ser quien los demás extrañaban, estaban a su lado.

Desde todo lo ocurrido, hablar con sus padres era lo menos importante. Y solo habían pasados horas desde que el inicio de la tormenta dio su caótica presentación, sin embargo, quería creer con todas sus fuerzas que no le importaba con su celular sonando y él sabiendo quién era. Si hubiera contestado al timbre de llamada, Jay seguramente se hubiera lanzado a gritarle con todas sus pocas fuerzas y Louis, estando con la cabeza caliente, le hubiera contestado lo egoísta que había sido. Pero no le dolería, ella saldría con su frase de que él había cambiado, ganando así por hacer sentir a Louis como un miserable.

Le tomó lo usual llegar a la casa del rizado, con felicidad y una sonrisa en sus labios que ayudaba a ocultar sus verdaderos sentimientos, ¿pero a quién le importaba eso? ¿Quién lo notaba? Harry no, al parecer. Y a Louis no le importaba aquello, quería engañarse y aceptar esa mentira.

La puerta no había cambiado. Nada material a su alrededor parecía haber tenido un cambio drástico como él, o como Harry. Solo ellos, porque habían sido humanos tontos al permitirse sentir demasiado.

Tuvo que arrastrar sus pies hasta llegar a la entrada del lugar, obligándose a no pensar demasiado.

Matt no estaba en los alrededores y ni siquiera se pregunta el porqué. Y sabía que si Des se lo preguntaba, se lo diría con voz alta, porque qué importaba contárselo a todo el mundo cuando no habría ninguna mejora sobre el asunto. Ya a nadie le importaba su moral, de todas formas.

Louis apretó el cigarrillo sobre sus labios, el último que le quedaba en la caja. Y cuando una sonrisa involuntaria se le pintó sobre sus labios como si fuera un lienzo en blanco, pensó en lo irónico que estaba resultando todo; su madre estaba muriendo de cáncer mientras él fumaba en su caro auto.

—Hola —saludó al rizado cuando subió al auto. Él ni siquiera le prestó atención, lo que hizo que sonriera mucho más sin razón alguna—. ¿Quieres faltar a clases?

Harry lo miró con una ceja alzada y mirada desafiante.

—No iré contigo a ningún lado —respondió.

Louis hizo un puchero, mirando las expresiones que Harry hizo cuando el olor de las drogas que había consumido antes le llegó a su nariz.

—¿Estás drogado? —le preguntó frunciendo su frente. El castaño se encogió de hombros recostando su cabeza en el asiento.

—Tal vez —susurró en respuesta y la sonrisa se borró en un segundo—. No quiero ir a clases —le terminó confesando con vergüenza. Porque sí, no se sintió nada avergonzado de que Harry lo mirara con decepción por lo que había hecho.

No se arrepentía de nada, no cuando no sentía nada.

—¿No deberías estar con tu mamá?

—Debería estar pero no lo estoy —respondió sin expresión, sus ojos cerrándose por no haber dormido nada—. ¿Tú qué harías si tu madre estuviera con cáncer a punto de morir?

Louis observó con demasiada atención como Harry se encogía de hombros y cómo su garganta se movía por la saliva que bajaba con incomodidad.

Le leyó los pensamientos enseguida y supo que la respuesta era un duro 'sí'.

—Estaría ahí para ella —terminó contestando en un susurro.

Louis chasqueó su lengua, sintiendo la forma en que su cabeza le estaba dando vueltas. Nada más que eso.

—¿Y con tu papá?

—¿No piensas llevarme al colegio? —preguntó con rapidez y con frente arrugada. Louis quiso estirar su dedo y repasar las líneas de su expresión.

—Estoy drogado —le recordó el cigarrillo en sus dedos e intentó llevarlo a su boca, pero de repente ya no estaba.

—Necesito ir al colegio.

Louis gruñó y lo miró con molestia.

—¿Para qué quieres ir, idiota? —preguntó subiendo su voz—. ¿Para que te golpeen porque eres un maldito niño con miedo? No trates de querer llamar la atención de esa forma.

Harry ni siquiera se inmutó por sus palabras, se dedicó a rodar los ojos.

—Entonces, adiós —susurró comenzando a abrir la puerta, pero Louis colocó el seguro rápidamente.

No quería que se marchara. No quería dejarlo ir, ya que era un maldito egoísta al aprovecharse del sentimiento que Harry le provocaba; tener los pies sobre la tierra y recordar la realidad.

Mareos y el cosquilleo en sus dedos, la droga dejando de funcionar de la nada.

—Te llevaré a tu maldito colegio —gruñó—. Ni siquiera has dicho algo de mi hermoso auto.

Harry permaneció mirándolo unos segundos, sin expresión. Hasta que sonrió.

Arrancó el auto después de ver los hoyuelos en las mejillas del rizado. Manejó con dificultad después de girarse con su propia sonrisa en su boca.



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En el texto hay: larry stylinson, gay

Editado: 20.03.2019

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