—Buenas tardes, es un placer tenerlos aquí —les dio la bienvenida la camarera, quien al ver a Jiwon se quedó pasmada.
Jiwon, quien no la había reconocido aún, volteo hacia ella para recibir el menú, pero al verla recordó un pequeño detalle, aquella razón por la que había se había propuesto nunca más volver a aquella cafetería.
—Muchas gracias —agradeció Soono tomando la carta del menú.
—¿Les gustaría ordenar ahora? —preguntó la camarera que los estaba atendiendo con los nervios de punta, ya que, al igual que Jiwon, esperaba no tener que cruzarse con el azabache de nuevo.
—Un americano, por favor —respondió el mayor sin dejar de mirar el menú.
—Un café helado con crema batida y una rebanada de pastel de manzana, por favor.
—Entonces serán un americano, un café helado con crema batida y una rebanada de pastel de manzana, en unos minutos estará lista su orden —respondió ella anotando en su libreta, se marchó de la mesa y se dirigió a la barra a toda prisa donde estaba su compañera del día anterior atendiendo.
—¿Y a ti qué te paso? —preguntó su compañera que al verla así.
—¿No quieres cambiar de puesto?, ¡recuerdo lo mucho que te quejabas de atender la barra ayer! —respondió.
—¿Eh?, ¿qué mosca te pico a ti? —preguntó de vuelta confundida, a lo que ella señaló con la mirada la mesa que había ido a atender hace unos instantes—. Ahora entiendo, yo me encargo.
Este pequeño reencuentro estaba comenzando a andar con el pie izquierdo. Sin embargo, Jiwon se mantenía decidido en disfrutar de esta salida y poder conocer mejor al jovencito de encantadora mirada.
—Parece que te gusta bastante el café —comentó Soono—. Yo no soy mucho de tomar café, sobre todo el que es amargo, realmente me impresionas.
—¿En serio? —preguntó un poco nervioso—. No diría que me guste bastante, solo que debido a las múltiples actividades que realizo en mi puesto debo mantenerme activo, sí quiero seguir el ritmo, por eso necesito de esos niveles de cafeína a veces, aunque tampoco puedo negar que me gusta el sabor amargo del café. —respondió.
—Suena a que realmente necesitas de esas dosis de café para seguir con tu día —dijo soltando una risa.
—¿Se nota? —preguntó riéndose por el pequeño comentario—. Bueno y por lo visto a ti no te gusta el café amargo, ¿o acaso me equivoco?
—El café y lo amargo en general, no podría darte muchas razones, pero en general no me gusta para nada, cuando toca mi lengua lo primero que quiero es escupirlo.
—Suena a que eres bastante sensible para los sabores fuertes.
—¿Se nota demasiado? —preguntó.
—Tal vez —respondió y ambos comenzaron a reír —. ¿Puedo preguntarte algo? Si no quieres responder está bien, no quiero obligarte ni hacerte sentir incómodo.
—Bueno, si no es nada raro, puedes preguntar lo que quieras —asintió.
—¿Naciste aquí en Corea? —al preguntarlo Soono lo miró confundido—. ¡Perdona! Es solo que tus rasgos son muy… Peculiares, ¡claro, eso no significa que sea malo! Es solo que tu acento suena bastante nativo como para creer que seas extranjero.
—No te preocupes, entiendo y respondiendo a tu pregunta, sí, nací aquí al igual que mis padres, por si también te lo preguntabas.
—Ya veo, perdona por hacerte este tipo de preguntas tan personales —se disculpó agachando la cabeza por la vergüenza.
—Tranquilo está bien, desde que soy un niño me cuestionan mi nacionalidad todo el tiempo a causa de mis ojos azules y cabello rubio.
—¿Eh?, ¿cabello rubio? —pregunto bastante sorprendido, todo este tiempo pensaba que su cabello era negro.
—Sé que es raro, pero es verdad —respondió—. Uno de mis ancestros es extranjero y portaba estos rasgos, a partir de la generación de mi tatarabuelo todos los descendientes comenzaron a tenerlos.
—¿Entonces tus rasgos son hereditarios? —pregunto con bastante curiosidad.
—Si, pero se han ido mezclando con los rasgos asiáticos típicos con el paso del tiempo. La piel blanca como porcelana, nariz pequeña y ojos rasgados, pero eso no evita que nos hayan tratado como extranjeros, incluso le pasa lo mismo a mi padre por tener barba.
—Suena a que han tenido que aclarar varios malentendidos —dijo y Soono río un poco—. Creo haber visto algo parecido, pero no recuerdo donde.
— Disculpen, les traigo su orden —dijo la camarera mientras colocaba el pedido en la mesa, al ver que no se trataba de la misma que los atendió momentos atrás, Jiwon suspiró aliviado—. Disfruten su comida.
— Muchas gracias —agradeció Soono, mientras daba el primer bocado a su pastel—. ¡Oh, esto está muy rico!, ¿todos los postres aquí son así de buenos?
—No lo sé, solo vengo por el café, hasta el momento no he probado los postres en absoluto —respondió y le dio un sorbo a su café.
—Deberías probarlo, está muy rico —dijo Soono mientras tomaba un trozo con la cuchara—. ¡Ten prueba!
— ¡Uh! —en ese instante Jiwon se congeló, el jovencito había acercado demasiado la cuchara a su boca casi rozando sus labios, su corazón se aceleró y sus mejillas se enrojecieron en un instante.
«¿Acaso me dará de comer en la boca?», pensó para sí mientras intentaba formular una respuesta, ya sea con palabras o con acciones «¿Debería tomar la cuchara o acercar más mi boca?», estaba comenzando a dudar en cómo responder, hasta que su mente fue devuelta a la realidad.
—¿Jiwon, estás bien? —preguntó Soono aún con la cuchara en el aire.
—¡Eh!, ¡claro que sí! —respondió tartamudeando mientras tomaba la cuchara entre sus manos para luego llevarla a su boca—. Está muy rico.
—¿Verdad que sí? —dijo alegre y siguió comiendo con aquella sonrisa—. Oye Jiwon, tus mejillas están rojas, ¿tienes fiebre? —preguntó e intentó poner una mano en su mejilla.
—¡Eh!, ¡no! —respondió sobresaltado cubriendo sus mejillas—. Solo hace mucho calor, es todo, entonces naciste aquí.