«¿Acaso ellos se conocen…?», pensó Enzo, confundido por la situación, pues su ángel y el cascarrabias parecían tener algún tipo de relación. Y que a juzgar por la informalidad con la que se dirigían el uno al otro daban a entender que había cierta cercanía. Algo que le generaba más ruido, era el hecho de que nadie nunca se había dirigido a Jeong por su nombre, siempre donde sea que fuera se dirigían a él por el sénior seguido de su apellido. Nunca nadie había tenido el permiso ni la osadía de llamarlo solo por su apellido o por su nombre, más el jovencito nuevo parecía la excepción a la regla, debía averiguar qué tan cercanos eran si no quería que su plan fracasara.
—¡Vaya sorpresa! —exclamó Enzo para captar la atención de Soono—. Parece que estoy haciendo de mal tercio, en este momento.
—Oh, lo lamento mucho, señor Monteiro, no era mi intención interrumpirlo, solo me sorprendió encontrarme con un amigo aquí, lamento mi descortesía —dijo Soono disculpándose con una reverencia.
«¿Amigo?», pensó mirando a su superior quien con una sonrisa asintió con la cabeza, si había algo que a Enzo lo hacía enojar era ir detrás de alguien más. «Hijo de perra. ¿Acaso quieres jugar? Pues juguemos», pensó devolviéndole la sonrisa burlona y abrazo a Soono con uno de sus brazos atrayéndolo hacia él, sí, Jeong quería jugar a quien provocaba más, entonces no pensaba quedarse atrás.
—No tienes por qué lamentarlo —respondió con picardía—. Pero debes cuidar más tus modales. ¿Quedo claro? —preguntó presionando su pulgar contra el labio inferior del más joven haciendo que se colorara por el tacto.
—¡Sí!, ¿¡Eh?! —Antes de que Soono pudiera terminar, Jiwon tiro de su mano atrayéndolo hacia él, mientras miraba a Monteiro con desprecio, el moreno con una sonrisa victoriosa paso el pulgar por sus labios con aquella sonrisa picará y maliciosa.
Soono que no había visto se encontraba confundido al ver al más grande actuar de esa manera, él a diferencia de los demás no se daba cuenta de la tensión entre aquellos dos por lo que tiro de la camisa del mayor para llamar su atención. Fue en ese instante que el azabache lo tomo por sorpresa al abrazarlo con fuerza contra su pecho, por más raro que le pareciera no le negaría un abrazo a un amigo. Y mientras el rubio se encontraba distraído, el azabache le dedicó una última sonrisa burlona al peliblanco que se encontraba apretando la mandíbula como un sabueso.
—Siento mucho si fue repentino, pero me alegra tanto tenerte aquí, aunque no me hayas dicho que trabajarías en el mismo lugar que yo —respondió rascando su mejilla con un leve sonrojo.
—¡Oh! Bueno, yo no sabía que trabajabas aquí, aunque ahora que lo pienso tiene algo de sentido —respondió algo avergonzado—. Si eras un invitado de la gala era bastante obvio que trabajabas aquí.
—Por lo visto se conocen de algún lado —dijo Enzo acercándose a paso lento—. ¿Sería mucho preguntar la historia?
—Bueno, Jiwon y yo nos conocimos cuando ambos asistimos a una gala hace pocos días, hablamos un rato, nos intercambiamos números y desde ese entonces hemos estado viéndonos seguido. —explicó el de ojos azules.
—Ya veo. —Enzo soltó unas pocas risas, mientras maldecía para sus adentros, ahora si no jugaba bien sus cartas el fracaso sería inminente—. Bueno, deberíamos ir al estudio, hemos estado mucho tiempo fuera y deben estarnos esperando —dijo intentando tomar a Soono, pero Jiwon se lo impidió—. Si me permite su majestad, debo llevarme a mi compañero.
—Uh… Entiendo. —Jiwon soltó la mano del más joven, mientras dedicaba una última mirada de enojo a Monteiro, que sonreía satisfecho.
—Bien, nos vamos, ¡ah! Por cierto, su majestad, le recuerdo que no tiene nada de que preocuparse. El jovencito está en excelentes manos.
—Eso espero, Monteiro, eso espero… —dijo Jiwon en respuesta a su amenaza con una advertencia. Pues tenía muy en claro que sus manos eran el peor lugar en el que alguien puede haber estado.
En el set Enzo se encargaba de guiar al su pupilo por el lugar, presentándole a los encargados, señalándole las áreas designadas, cambio de vestuario y demás. En el poco tiempo de convivencia se dio cuenta de que el jovencito era alguien con un encanto juvenil y fresco como la brisa veraniega, sabía cómo expresarse ante desconocidos y una facilidad para relacionarse con otras personas. Sin embargo, aún se le hacía difícil creer que eso fue suficiente para haber penetrado la coraza de Jeong en tan pocos días, incluso podía decir que le tenía un poco de envidia.
Recordaba poco de cuando conoció a Jeong por primera vez y lo que venía a su mente sobre ese momento no le servía para explicar la situación actual. Su superior siempre se había presentado como alguien distante que no interactuaba con nadie más a menos de que fuera absolutamente necesario y de hacerlo iba directamente al asunto, a tratar que todo el tiempo era sobre el trabajo. En los encuentros que tuvieron después de la firma del contrato, cuando intentaba entablar una conversación con él, este lo evitaba por todos los medios posibles. Cuando intentaba bromear con él no reía ni sonreía permaneciendo con su rostro amargo y cuando lo llegaba a ofender de forma intencional o incidental se mostraba hostil. Más no respondía de la misma manera, sino que endurecía más su semblante con la intención de lucir amenazante. Algo que funcionaba con todos menos con él, por lo que aprovechaba su “inmunidad” para tomarlo como blanco de diversión cuando se encontraban, sí había algo que a le divertía era poner de malas a los cascarrabias.
Las únicas personas con las que lo había visto ser más “amigable” era con Kim, quien desde su punto de vista de se mostraba como un lamebotas de primera que siempre agachaba la cabeza por su jefe. Definitivamente, le faltaba carácter o al menos era lo que él pensaba. Mientras que del otro lado se encontraba el señor Moon, a quien Jeong siempre le mostraba respeto y lealtad, además de una sonrisa sincera, tanto así que confundió su relación pensando que eran padre e hijo.