Brecha de esperanza

CAPÍTULO 3

— Conozco algo que puede aliviar tu ansiedad.

<<Maravilloso>> pensé. La mula tenía buen ojo, ya veía porque le iba bien al ver sus zapatillas Valentino; enfundado en una polera y jagger Fendi. El condenado sabía elegir a sus víctimas.

Se acomodó a mi lado sin preguntar. Tiró la capucha hacia atrás dejando ver su cabellera rubia; era lindo y eso podía usar a su favor en caso que las víctimas fueran féminas. Espera... yo era una chica.

Bufé arrastrando mi trasero un poco lejos de él. Ya entendía el porque se descubrió. Me quedé pegada observando los arbustos recortados de varias formas delante mío.

El tipo carraspea su garganta. Hago una mueca al verlo encender un cigarrillo. Agradecía que el viento estuviera en sentido contrario. Da una calada, expulsa el humo y dice:

— Fría noche... ¿Gustas?

— No, gracias. — respondo borde al cigarrillo.

— Esto quizá te guste. Es de buena calidad. Te sentirás en las nubes.

De su bolsillo saca una pequeña bolsa  conteniendo polvo blanco. Sonrío sin gracia.

— ¿Heroína? Menos.

— No te gusta pasarla bien, eh.

<<Por favor. No seas ridículo.>>

— Solo no arruino mi vida. — contraataco seca.

Él ríe.

— Chica lista. Pero me causas curiosidad porque acertaste con mi mercancía; muchos lo confunden con cocaína.

Ahora si dudaba de su intelecto. Desenbuchar su comercio; resaltando su ilegalidad; ¿este tipo carecía de neuronas?

— Es fácil diferenciarlos cuando trabajas con brigadas antinarcóticos.

Me retorcí de risa en mi interior. Si, claro. Lo decía quien casi arruina esa operación.

Su cuerpo se tensó, intentó disimular su estupefacción dándole una calada profunda a su cigarrillo; lanzó la colilla y la pisó.

— No obligo a nadie a consumir.

Ahora parecía un gato huraño dispuesto a defenderse así sea a arañazos. No pasó desapercibido el movimiento de su mano a su espalda. La mula estaba armada. Era de esperarse.

— Buen punto. Cada quien decide que consumir, pero no estoy de acuerdo con tus tácticas. Te aprovechas de las personas con vulnerabilidad emocional; te vale un carajo sus vidas ya que por ellos estás forrado en verde; les destrozas la vida aún más y lo sabes. ¿Tienes hermanos?

— Eso no te importa.

— Exacto. — concuerdo — pero a ti si. Alguna otra mula como tú los engatusará y dulce karma.

Me estaba ganando a pulso un agujero en el entrecejo.

— Eso no pasará. — la dureza de su voz me confirmaba que ya lo había pensado. Todos lo piensan antes de entrar al negocio pero dinero es dinero. <<Eso no pasará>> se citan hasta convencerse.

Me apoyo sobre mis manos y estiro mis piernas y las cruzo. Con la mirada en el cielo estrellado respondo aburrida:

— Ajá. Y si pasara, no me importa.— entrecierro los ojos hacia una estrella en particular y añado: — No te delataré si eso piensas; la vida se encargará de ti. Ahora largate.

De reojo lo veo levantarse. Lo ignoro hasta que siento como una pequeña piedra cae sobre mi regazo, era un caramelo.

Antes de marcharse musita un <<Vete al diablo>>.

Al fin completamente sola agarro el caramelo entre mis dedos, observo el envoltorio detenidamente. ¿Me quería ver la cara de estúpida? 
Estupenda táctica de enganche. El ingenio hace al "empresario" ¿no?

Lo lanzo lejos de mí, siendo tragado por el arbusto. Me pongo de pie, sacudo los pequeños retazos de cesped que se habían pegado a la falda. Avanzo oliendo un mechón de mi cabello preocupada a que oliera a marihuana.

Por lo visto nadie salió a buscarme. Desconsiderados. No importa. Puedo cuidarme sola. Tenía dos ideas: esperar en el auto o regresarme caminando a la ciudad. La segunda me daba terror llevarla a cabo así que...

— Es masomenos de este tamaño. Cabello ondulado, castaña.

— Es ella.

La voz del grillo rojo y Adam me hizo levantar la vista del suelo. Suspiré de alivio con solo verlos. Hablaban con un grupo de chicos. Maya les mostraba la pantalla de su celular y Adam movía las manos de aquí para allá como si jugaran charadas. Se alejaron hacia otro grupo cuando estos negaron.

Me quedé observándolos como idiota al caer en cuenta que posiblemente me buscaban a mí. El grito de Maya me despabiló en mi sitio.

— ¡Aledis! — corrió evidentemente aliviada hacia mí con su primo pisandole los talones. Me abrazó como ella solía hacerlo. Ella transpiraba dramatismo.

— No debiste soltar mi mano. — reprocha el pelinegro.

— Claro, me encanta estar rodeada por ebrios hormonales.

— No hacía falta el sarcasmo.

Blanqueo los ojos; cruzo mis brazos y lo miro hastiada.

— Quiero volver a casa. — volteo hacia Maya — ¿Podrías llamar un uber?

Me arrepentía de haberme dejado el móvil cargando pero no lo vi necesario, este vestido ni bolsillos portaba; y me daba pereza llevarlo en la mano.

— Respecto a eso... no hay señal.

Me rindo.

— Gran noche. — mascullo con sorna.

Alrededor no solo estaban los fumadores, se habían sumado más grupos quienes bebían y conversaban entre sí. No sé cuánto tiempo teníamos de haber llegado, no le echaba más de una hora; vasos rojos desperdigados por el césped; las rejas tenían de adorno papel higiénico.

— Hey. Los estuve buscando. — me tensé al oír a Kilian a mis espaldas. Saludó a Adam con palmadas en la espalda; la pelirroja lo detuvo cuando se acercó a ella.

— Y yo intentando llamarte. — recrimina el grillo, levanta su celular y añade: — Se te olvidó un pequeño detalle. No hay señal.

Él sonríe con cierta culpabilidad. Lleva su mano y rasca su nuca.

— Si... Perdón; también olvidé decirles que los esperaba en la parte trasera de la verja.

Ay, Dios. Pudimos evitarnos todo este ajetreo. No obstante, Maya andaba dinamita esta noche.

— ¡¿Es en serio, Kilian?! ¿Dónde tienes la cabeza?

— Maya... — advierte su primo.




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