Brenshka: Mitades obsesivas

Capítulo 11 Reformando al monstruo

 
 


Hay voces al fondo del pasillo, una de las voces llama mi atención. Dulce, tierna, suave; son las que palabras que describen esa voz. Aunque hay un tono de preocupación en ella, no lo entiendo. Habla con mi madre de manera apresurada que no soy capaz de entender que es lo que busca en esta casa. Una voz varonil se une, y en esta ocasión soy capaz de escuchar que es lo que quiere. Me hecho al suelo y acerco el oído izquierdo en la rendija debajo de la puerta.

—Mi hijo nos contó lo sucedido, y no pienso retirarme hasta no hablar con el suyo y aclarar todo esto. —Frunzo el ceño al escuchar esas palabras, ¿De qué hijo está hablando?

—Ya se lo he dicho a su esposa y se lo repito a usted: no sé de qué me habla. Y mucho menos prestaría a mi hijo a hablar con ustedes sin el consentimiento de su padre. —La conversación parece empeorar, el hombre maldice y le promete a mi madre hacerme pagar por algo que supuestamente he hecho.

—Su hijo es un peligro, señora. Noté a mi hijo distante, despertaba en las noches horrorizado y me pedía no asistir más a clases. Y su maldito hijo es el culpable. Ha dañado a mi hijo de una forma en la que debería pagar estando en una cárcel para menores. —Fue en ese instante que recordé de quien hablaba.

Realmente no creo haberlo dañado tanto. Lo único que hice fue acorralarlo en el baño de hombres, le mostré el cúter que tenía en las manos —únicamente pretendía asustarlo, no intentaba dañarlo realmente—, fue él quien se alarmó al verlo y terminó cortándose él mismo en el estómago. Supe en ese momento que me metí en un gran lio, y lo único que pensé en ese instante fue amenazarlo obligándole a callar la boca.

—Siento... Siento mucho eso, señor. Pero mi hijo fue enviando a Suecia; el país de origen de mi esposo. — ¿A que ha venido eso? ¿Por qué Suecia? Quiero pensar que esto es sólo una mentira, no creo que sea capaz de enviarme a un país desconocido.

— ¿No hace un momento dijo que no me permitiría hablar con él, si su padre no lo autorizaba? —Silencio total, ellos deben creer que miente.

Una carcajada seca y sombría me provoca un estremecimiento.

—Y no lo autorizo, Edgar. Justo vengo del embarcadero en el que le he dejado marcharse, sospechaba que por su corta edad no podría partir al otro lado del mundo, pero se fue sin ningún problema. Mi esposa creía que volvería con él, sin embargo he vuelto solo. —Me parece imposible que pretenda hacerles creer que no vivo más aquí.

— ¿Pretende que crea sus mentiras? —No ha caído. Ahora lo escucho más molesto.

—Tiene derecho a creer lo que le apetezca —ha elevado la voz—. Bemory se ha marchado, y no volverá en mucho tiempo. Le recomiendo que tome a su esposa y se marche de mi casa, o me veré obligado a sacarlo por mi propia mano.

No parece importarle las palabras de mi padre, porque segundos después escucho el grito horrorizado de quien sospecho es su esposa, los gritos van en aumento, mi madre grita pidiendo que se detengan. ¡Maldición!, alejo la oreja de la puerta, apartándome; esto lo he iniciado yo, estoy seguro que me culpara por ello.

Pego un salto al escuchar un portazo tiempo después.

—Hice al maldito sufrir, lo he molido a golpes —habla con dificultad, sin duda también lo ha herido.

—Lo sé, José. Pero deberías pensar antes de actuar, ese señor podría presentar cargos por lo que le hiciste —sus voces se escuchan más cerca—, no estuvo bien.

—No soy estúpido, el idiota es un marica, no creo que acuda a la policía. Ya lo has visto, se ha ido corriendo en cuanto tuvo tiempo —carcajea y maldice después—. Creo que me he roto un par de costillas.

Escuchar eso me hizo sonreír. Nada me gustaría más que sufriera.

—No lo creo. Pero podemos ir ahora mismo al centro de salud para estar seguros. —Es absurdo que pretenda ayudarlo, él no se molestó en ayudarla cuando fue él quien la hirió hace días.

— ¡Tonterías!, no necesito ir y perder el tiempo en diagnósticos. Estaré como nuevo en unos días —eso es lamentable para mí.

Podría venir después y desquitarse por algo que he ocasionado. Después de lo que me hizo la última vez, temo que en esta ocasión logre dejarme peor.

—Martha.

— ¿Si?

— ¿Qué es lo que querían? —Cierro los ojos, pidiendo mentalmente que no revele la verdad— ¿Qué es lo que hizo esta vez? —Insiste.

Hubo un silencio. No sé qué ocurre detrás de la puerta, y de algún modo estoy agradecido de estar aquí y no frente a él, pidiéndome que confiese que maldad he hecho. Pero mamá está ahí, con él, dando la cara por mí.

—Yo no lo sé, llegaron molestos, pidieron hablar con Bemory por algo que supuestamente hizo a su hijo —pausó, y al insistir mi padre querer saber más, continuó—: Debe ser algo malo José, el señor Edgar dijo que merecía estar en una cárcel. Yo... Yo no creo que eso esa verdad, no creo que mi hijo sea esa persona que afirman ellos. —Estoy seguro que romperá a llorar en cualquier momento.

—Deberías plantearte que si lo es —no me sorprende que intente poner a mi madre en contra mía. Todas mis acciones me acusan como el único autor—. Escucha Martha, tú amas a ese niño, yo solo soy su padre. Y nuestro deber es hacer creer a todo mundo que él se ha marchado de México. Te escuché decir que lo enviamos a Suecia; es mejor que lo crean así.

—Pero si esta...

— ¡Ya sé maldita sea!, sé que está en el sótano. Pero para todos él está en Suecia y ahí permanecerá por mucho tiempo —mamá ha comenzado a llorar—, no quieras hacerte la dolida, tú has creado la mentira y por tu bien espero que así continúe. Por lo visto nuestro hijo no es un santo —pude escuchar su risa—, si es tan grave como te dijeron, Bemory podría ir a la cárcel, ¿Quieres que eso suceda?

Me alarmo al escucharlo, ¿Acaso tendría el valor de entregar a su único hijo? No quería herir a Tadeo, fue un error. Necesito decirle que no ha sido mi intención. Estoy a punto de pedirle que no me entregue, cuando escucho el grito de mamá interrumpiéndome.




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