Todo empieza en una ciudad, la que tú quieras, en el momento del año que te haga sentir más cómodo. Un rayo atraviesa el cielo al otro lado de tu ventana y la lluvia desenfrenada cae, mojando a los que paseaban desprevenidos por las calles y por la playa. En solo unos minutos todo se vuelve negro, las nubes tapan la luz por completo, el viento se vuelve loco y comienza a llevarse todo lo que sus dueños no alcanzaron a agarrar, levanta la fina arena y la convierte en un arma. Azota a todos los que corren para huir de él, mientras ves por la ventana sin sufrir por su furia.
De improvisto, se abre tu ventana, y tu tan contento que estabas del lado de adentro de tu casa, sientes las primeras caricias del viento. Las gotas de la lluvia mojan tu rostro y el piso, el viento vuela las hojas sobre las que habías estado garabateando, tus oídos pitan por el ruido repentino, tus ojos entrecerrados intentan encontrar la ventana, y tus manos sienten las gotas y la arena al intentar parar el azote del viento.
Los marcos de madera por fin están juntos, y la traba puesta, pero al darte vuelta tus hojas están desparramadas y mojadas. Por si fuera poco, cuando las terminas de juntar descubres que el viento se ha llevado la última hoja, y te has quedado sin final. No encontrarás las palabras justas otra vez, pero quizás ese final no era el que deseabas, así que toma la lapicera y comienza a escribir otra vez. Todo empieza en una ciudad, la que tú quieras...