La niña se despertó en medio de la noche con una sensación desagradable en su pecho, se sentía observada. Miró hacia la izquierda, pero allí no se veía nada, a excepción de su reflejo en el vidrio de su ventana. Miró a su izquierda y se encontró con el ramo de flores que la noche anterior le había dejado su mejor amiga. Un lindo arreglo hecho con margaritas y rosas, bastante alegre. Se acomodó nuevamente en la cama y se dispuso a dormir, pero nuevamente aquella sensación... La inquietó.
No había nadie allí, entonces ¿por qué sentía como si alguien estuviera viéndole de cerca?
Observó todo a su alrededor una vez más, hasta que su vista se posó en aquél arreglo floral. Entre la poca luz y la distancia a la que se encontraba el jarrón con flores, daba la sensación de que allí había un rostro oculto, mirándola.
Con un escalofrío, la niña se dio vuelta, dispuesta a ignorar aquello y seguir durmiendo.
Aquél rostro entre las flores pareció sonreír, o tal vez sólo fuera movido por una brisa imperceptible.