La primer mañana creí verte en la multitud y el corazón me dio un vuelco ¿Era acaso un sueño? Si, me había olvidado los anteojos, te confundí con alguien más. La tristeza duró un momento antes de que me diera cuenta de que aunque no estuvieras a mi lado, seguías en mi corazón. Sin mucho esfuerzo, podía rememorar tu última risa.
Decidí entonces que si no podía vivir ese viaje con vos, iba a saturar todos mis sentidos, a sobrecargar hasta mi última terminal nerviosa, para después volcar todo en palabras que te hicieran dar una idea de lo mucho que te pensé mientras estábamos lejos.
El primer día recolecté colores y sonidos. Tres flores amarillas, dos flores blancas; el ruido de alguien cayéndose y las risas amigables de quienes le ayudaron a levantarse; una piña tomada del lugar exacto en el que cantamos Rumi Cani; un concierto salido del corazón dentro de una estatua que parecía un vivero; una ramita de retamas y tres hojas que encontré caídas. Recolecté palabras en una agenda, risitas y el ruido de vasos y mates pasando de mano en mano. Recolecté el ruido del viento frío y el olor del bosque.
El segundo día recolecté caricias y canciones. Abrazos furtivos, tactos nuevos a los que me fui acostumbrando en el último tiempo, pero que no se parecen al tuyo. Recolecté voces, jóvenes y viejas, conocidas y extrañas, tímidas o descaradas; todas ellas entonando la música que les hacia vibrar el alma.
El tercer día recolecté tristeza, las despedidas siempre son una crónica anunciada. Pero al mismo tiempo fui juntando fuerzas para abrazarte la próxima vez que te vea.
Estuviste al lado mio todo el tiempo, tal vez no te pude ver ni vos a mi, pero te sentí como una presencia agradable en cada una de mis decisiones.
Este es para mis amigos Juli y Lucas, que no pudieron venir al viaje de coro y los extrañé mucho.