Veo venir lentamente calle abajo,
La música sonaba, suave, llenando la habitación con su agradable melodía.
Caravana que me trajo mil milagros en cadena
Ella estaba tirada en la alfombra, en el suelo de su habitación.
Y de la mano me lleva a bucear en silencio la profundidad de tus ojos peregrinos,
Miraba distraídamente el techo mientras acariciaba a su gato negro. No estaba pensando nada realmente, estaba como en un trance.
aprendices de un camino más que de una estación.
Frente a ella, estaba el cuaderno en el que solía anotar las letras de las canciones que le gustaban.
Veo venir un rumor de madrugadas y la mueca trasnochada
Había escuchado tantas veces aquella canción que no había tardado en escribirla, casi de memoria.
Del vigía de los sueños que nos quedan por parir. La ilusión de que no se haya dormido en los pliegues del olvido
La melodía estaba formada por dos voces y una guitarra, pero aunque pudiera parecer simple, era muy bella.
La emoción que da sentido a este viaje que es vivir. Veo venir la certeza con la duda, en su abrazo nos ayudan y nos tienden a la mano la misión de decidir.
Algo en la pausada voz grave de aquella chica, Malena Muyala, la relajaba. Últimamente su cabeza no la dejaba en paz, siempre pensando cosas que le hacían mal. Sin embargo, mientras escuchaba la segunda voz hecha una tercera más arriba, todo lo demás pasaba a un segundo plano.
Puedo ver, es tu luz entre la gente. Me pareces diferente, sin embargo en lo profundo te pareces tanto a mi.
Aquella canción era un bálsamo para sus pensamientos autodestructivos. Algo así como esa sensación agradable que experimentas cuando pruebas algo y es mejor de lo que esperabas.
Veo venir en un gesto avergonzado el destello enamorado, de unos ojos que delatan que algo queda por decir.
Luego de escucharla varias veces, sus músculos comenzaron a relajarse, y sus párpados a cerrarse. Tal vez con esa canción lograría que las pesadillas no la atosigaran esa noche.
En la voz de una niña que regresa, una herida que se cierra. La tristeza no fue eterna y hoy nos veo sonreír.
Sus ojos ya no veían, cerrados y presas del sueño. Sin embargo, aquella expresión de paz y la leve sonrisa en el rostro permanecerían mucho rato.
En la hilacha de unos versos encontré mi religión. Hilvanando con esmero hice rezo la canción.
La verdad sin artificio estandarte de mi voz.
Y en el árbol con espinas sólo rescata la flor.
Veo venir... Veo venir...
Te pareces tanto a mi.