Luna en pena

Su cuerpo pide un descanso, siente el agotamiento en cada hueso de su pequeño y maltrecho cuerpo. Pero su mente no quiere descansar. Ella sigue pensando, sigue reviviendo momentos que no quiere recordar. Sigue cubriéndose de capas y más capas, para intentar no ser dañada por los demás cuando hablen ciertos temas. Pero el problema no está afuera, ella puede ponerse mil capas, si así lo desea. El problema está en su interior, y su coraza no logrará jamás protegerla de sí misma, como prueban las lágrimas que han empezado a salir por sus ojos.
La niña mira la luna, y como siempre, cree ver un rostro allá arriba. La luna siempre le ha parecido un ser feliz, sin embargo hoy, sus cráteres forman algo curioso. O tal vez sea simplemente que ella está viendo las cosas desde otra perspectiva. Lo importante es que esa noche la niña cree ver a la luna triste.     
Sus lágrimas siguen cayendo por su rostro, y algunas caen a sus piernas, dado que las tiene abrazadas a la altura del pecho. Las lágrimas resbalan y rozan sus cortes y lastimaduras. Es demasiado pequeña para haber sufrido tantas cosas, sin embargo el mundo no es un ligar justo. Aquí nada se reparte equitativamente, ni siquiera las desgracias. Y ella lo sabe mejor que la mayoría.
La niña mira una vez más a aquella luna que parece llorar junto a ella, y apoya su cabeza contra la ventana que hay a su lado. 
Si pudiera reiniciar el año, haría las cosas diferentes. Salvaría al causante de sus pensas, o al menos viviría en una feliz mentira durante un par de meses, hasta que los acontecimientos volvieran a desencadenarse de aquél modo tan doloroso.