No hay llamas eternas.
No hay ángeles y arpas.
No hay finales felices.
No hay tragedias al final.
No hay nada.
Solo yo y lo que pretendo hacer.
Solo yo, con lo que quiera creer.
No hay lágrimas de despedida.
Al final es solo el ciclo de una vida.
No hay lágrimas de tristeza.
Solo recuerdos y fotos sobre la mesa.
No hay lágrimas de alegría.
Es tarde para ellas.
No hay nada.
Nada en absoluto.
Solo yo, y lo que quiera pensar.
Solo yo, y lo que me permitan ser.
Solo yo, y lo que me permito hacer.
Si fuera tarde para todo, ¿Qué podría hacer?
Si hubiese tiempo, ¿Qué hubiese hecho?
Si los instantes que me componen se hubiesen al fin despegado.
¿Seguiría siendo yo? ¿Incluso del otro lado?
Y si ya no hay nada, ni siquiera yo, entonces...
¿Por qué aún recuerdo la caricia del sol?
¿Por qué aún siento la tibieza de mis manos al entrelazar mis dedos?
¿Por qué sigo pensando que no queda nada si es evidente que aún respiro?¿Por qué respiro?
Si ya no quedara nada.
Si no queda nada ya.
Si nada quedará.
Si al final mi vida solo son instantes.
Si al final de los instantes está la incertidumbre.
Si al cruzar la incertidumbre no encontrara nada. Y al no encontrar nada quisiera darme la vuelta.
Y al dar la vuelta no hubiese nada.
Nada en absoluto.
Solo yo, con lo que decido creer.
Solo yo, con lo que encuentro a pesar de mis creencias.
Solo yo, con mis creencias a pesar de lo que encuentre.
Solo yo.
Solo.