—¿Va a cooperar? Señor...
—Zack
—De acuerdo, Zack, ¿Podría por favor cooperar conmigo?
—Claro, se trata de Manuel — suspiró — desde que ocurrió todo he estado esperando a que vengan a hablar conmigo o con alguno de los empleados, pero eso nunca pasó.
—Me veo en la obligación moral de recordarle que no soy policía — dije — soy periodista, no está obligado a responder a mis preguntas.
—Cierto — dijo, sonriendo, sus colmillos quedando expuestos — ¿Entonces por qué debería cooperar con usted?
— Sería un lindo gesto.
—Un lindo gesto sería si aceptará salir conmigo.
—No haré eso, es poco profesional.
— Ay, ¿Por qué? ¿Quién lo sabría?
— Yo lo sabría — dije. — y no me gusta la idea.
—Eso es una lástima...
—Para usted, ahora, ¿Desde cuándo conoce a Manuel?
—Hace unos cinco años más o menos.
—¿Dónde lo conoció?
—En las calles — dijo, encogiéndose de hombros —. La mayoría nos conocemos de ese modo.
—¿Por qué lo contrató? — pregunté. — sabiendo que los antecedentes de Manuel son... inexistentes, básicamente.
—Por la misma razón por la cual contrato a estas personas, necesitan apartarse de las calles, dinero, apoyo.
—Manuel era drogadicto
— Él lo estaba superando.
— Permítame dudarlo.
— Permíteme contradecirla entonces — dijo, su semblante cambiado a uno serio. — él estaba mejorando.
Nos quedamos en silencio unos segundos, mirándonos a los ojos, en él se veía la determinación de probar su punto a toda costa.
—Usted no creé que Manuel asesinó a Barton — dije, afirmando lo que en sus ojos vagaba.
—No — Afirmó. — Manuel no era de esos, no era agresivo.
—Las drogas pueden nublar la mente, las personas son responsables de sus acciones, pero las drogas pueden hacer que hagas cosas que con una mente despejada no harías.
—Lo más peligroso que Manuel hacia estando drogado, era quedarse dormido en la acera con la cabeza colgando hacia abajo.
—Las pruebas hablan por sí solos.
—Pruebas que usted misma no cree que sean suficientes — Replicó. — de otra manera, no estaría aquí, investigando sobre Manuel.
No dije nada, él tenía razón, pero no lo iba a admitir, pero estaba segura de que él sabía que me había acorralado, y eso no me gustaba para nada, ni un poco.
—Si cree que Manuel es tan inocente, ¿Por qué no salió a defenderlo?
—Porque es difícil defender a alguien con el arma en la mano y un cadáver a sus pies.
Ambos estábamos de acuerdo con eso.
—Quiero hacerle una pregunta muy importante, señor Zack.
—Solo Zack.
Lo ignore. — Usted conoce a Manuel desde hace mucho tiempo, el suficiente para saberlo — me incliné sobre el mostrador —. ¿Dónde está la madre de Manuel?
Un tic en su mandíbula se hizo notar antes de qué desviará su mirada.
—No tengo idea, nunca me la presentó.
—Debe mejorar su manera de mentir, señor Zack.
— Davison — llamó Asher — creo que deberías detenerte.
—Sí, muñeca — secundó Zack — no creo que lo más sensato sea hacerme enojar.
—¿Es una amenaza, señor Zack?
—¿Para usted? Jamás, es solo una advertencia.
El silencio nos rodeó, yo no iba a desistir y él tampoco lo haría, Asher colocó una mano en mi hombro y me hizo retroceder, a regañadientes acepté el dejar el tema por la paz.
—Supongo que aquí termina su cooperación — dije, mi mano pasando entre mi cabello en un intento de tranquilizarme a mí misma.
—Supone bien.
—Okay, me retiro entonces — dije, asegurándome de que no se me quedaba nada antes de dar la vuelta, por el rabillo de mi ojo vi como una silueta pasaba rápido hacia la parte trasera del local. Interesante.
—Sabes, seguiré intentando que salgas conmigo — dijo Zack.
—Veremos dijo el ciego.
Saliendo de la tienda, desvíe el camino para ir a la parte trasera del lugar.
—¿Qué haces? — preguntó Asher, caminando a mi lado.
No respondí, en cambio busqué con la mirada una puerta, esta estaba escondida entre dos grandes contenedores de basura, me acerqué y justo en la entrada, como lo esperaba, estaba una mujer mayor sentada, quizás tenía unos cincuenta años, de piel oscura, su cabello afro lo tenía bastante corto, tenía pocas arrugas si no es que decir ninguna, vestida con el uniforme del lugar, dio una calada al cigarro en su mano y me miró al exhalar.
—¿Qué necesita?