BrÍo

CAPÍTULO 4: LA MISIÓN EN EL CAOS.

En otro lugar muy muy lejano, a años luz de la Tierra, alguien despertó de un profundo sueño. Abrió los ojos, y confuso no sabía qué ocurría. Escuchaba un montón de voces, gritos y pasos por todo el lugar en el que habitaba. Pese a haber dormido bastante, se sentía cansado. Le costó levantarse, pero la curiosidad de saber qué pasaba lo motivó a hacerlo. Estaba vestido con su pijama, e inmediatamente se puso el uniforme y el traje como buen soldado por lo que es conocido.

Su habitación era muy pequeña, tenía lo necesario: una cama, un armario y un escritorio. Todo era de colores grises y oscuros. Tenía un pequeño espejo en el escritorio, donde pudo ver con sus propios ojos lo agotado que estaba. No había dormido bien. Se entretuvo con sus pensamientos al mirarse fijamente, pero alguien abrió la puerta. Era un compañero, que lo llamó por su nombre:

-¡Tyreth! 

A la primera lo escuchó y lo miró. Su compañero le informó:

-¡Vamos! Nos están llamando a todos.

Tyreth veía a sus demás compañeros correr, le preguntó a este:

-¿Qué ocurre?

-No lo sé, quieren que todas las tropas se reúnan en el Salón de Caden.

Y al decirlo, se fue corriendo para no llegar tarde.

Mientras, confundido, Tyreth cerró la puerta para terminar la preparación del traje. Estaba compuesto por una armadura negra y plateada, era pesada, pero podía soportarlo. El traje tenía puntas afiladas, donde podía astillar a los enemigos que se acercaran a él. De su armario, sacó lo que le diferenciaba de los demás, la prueba de que valía más que cien soldados: su capa. Antes de ponérsela, la miró detenidamente. Conocía de sobra lo que significaba llevarla, y eso siempre le hacía difícil ir con ella. Pero, tras unos segundos, se la puso correctamente, y lucía imponente. Los años no le perdonaban,  teniendo 47 años. Se dio cuenta que tenía un poco de barba, pero no se afeitó. Ahora sí, salió de su habitación, cerrando la puerta con un escáner que identificaba sus dos manos. 

Ahora sí, se fue junto a la cantidad de soldados, todos ellos iban con atuendo militar de tonos azulados oscuros. Pero, al igual que Tyreth, llevaban la armadura, solo que no tan bonita ni detallada. Esto les distinguía de los demás que eran superiores a ellos.

Todos corrían, salvo Tyreth, que iba andando calmadamente.

El pasillo, y toda la estructura en la que habitaban era de colores sombríos. Para ellos representaba la seriedad, el poder y la seguridad que ejercían.

Todo estaba modernizado con tecnología avanzada. Las paredes y el suelo estaban hechos de material que las personas de la Tierra no conocían.

Toda la multitud de soldados fueron al llamado Salón de Caden. 

Tyreth fue a la derecha, avanzó todo un pasillo repleto de habitaciones como la suya, y al final, bajó con los demás unas escaleras. Donde se hacían cada vez más anchas y amplias, ya que se acercaban a este lugar.

Bajaron y bajaron muchas escaleras, hasta que Tyreth vio este gran Salón. Hacía tiempo que no se realizaba una llamada a la unidad completa de soldados de la Nave Eventide. 

Esta nave era donde habitaba toda la unidad completa de soldados. Gigantesca, capaz de albergar la vida de hasta trescientas mil unidades. Pero, no todas estaban entrenadas al mismo nivel, ni todas tenían la misma función. Sin embargo, todas se dedicaban al mismo cometido: mantener la seguridad interplanetaria.

Volviendo al Salón de Caden, era increíblemente alto y con una gran longitud. Estaba construido para poder reunir a toda la Nave.

Tyreth observaba a lo lejos a un montón de compañeros suyos de pie, esperando la llegada de los restantes. Seguía bajando las escaleras faltantes, hasta que llegó abajo del todo. 

Sin embargo, no continuó, se echó a un lado de las escaleras para dejar al resto de sus camaradas que eran inferiores a él pasar.

Hasta que llegó otro como él, del mismo rango. Era un amigo y compañero de su escuadrón, que tenía más o menos su misma edad. 

-¿Sabes algo de lo que pasa? -Preguntó su compañero.

-No. Vayl, esto pinta mal. -Respondió seriamente Tyreth.

-Hace años que no nos reunimos todos, desde la Operación Eclipse.

-Sí… la paz parece que no nos va a durar para siempre. -Expresó Tyreth desanimado.

-Bueno, tal vez los hermanos Eventide lo solucionen.

-¿Lograr la paz como lo hizo su padre?

Pero, alguien se metió en la conversación diciendo:

-Tranquilos, no sabemos ni si nos llaman por un problema. -Dijo un compañero que se acercó.

Los dos reconocieron su voz y lo saludaron.

-¡Dorian! -Exclamaron ambos.

Estrecharon las manos, y mientras lo hacían, más soldados llegaban de las escaleras y avanzaban hasta sus respectivas posiciones. Dorian era más joven que sus dos compañeros, doce años más joven.

-¿No sabes qué planean tus primos? -Le preguntó Vayl.

-Que va. Ellos solo me dan órdenes, no me dicen nada porque saben que os lo contaré a vosotros. 

Los tres se rieron, pudiendo estar calmados mientras el resto de las tropas estaban nerviosas, angustiadas y sumidas en el caos esperando la razón de la llamada. 

Tyreth los observaba y les dijo a sus amigos:

-Pobres novatos, la mayoría no estuvieron en la Operación Eclipse.

-Eso es porque la mayoría de soldados murieron en aquellos días. -Dijo Vayl.

-Cierto… -Contestó Tyreth con cierta tristeza.

Dorian lo notó y quiso animarlo, pero llegó el último compañero del escuadrón: Zane. Tenía entre la edad de Tyreth y la de Dorian.

Lo saludaron con gusto, y aunque la ocasión no era la mejor, estaban felices de estar los cuatro juntos.

Zane les comentó:

-Ya faltan pocos soldados por llegar.

-Pues a esperar a que nos llamen. -Dijo Vayl.

Dorian quiso de nuevo animar a Tyreth, le preguntó:

-¿Estás bien?

-Sí, sí, no te preocupes.




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