Años atrás…
Quedaba poco menos de un mes para el inicio de vacaciones. Lo que era mejor, estaba muy cerca de entrar a la primaria, por fin terminaba la densa etapa del jardín de niños, lo que equivalía a futuros retos escolares. No que a Saul le interesara mucho, no con los constantes problemas que tenía en casa. Solo era un paso más hacia su meta, uno de varios que tenía por delante.
Desde pequeño Saul se había caracterizado por ser diferente del resto. Era serio, callado, antipático y algo huraño con aquel que osara irrumpir en su espacio personal. Sobre todo, si se trataba del sexo femenino. Y es que, siendo él varón ¿para que querría relacionarse con las féminas?
Nunca había hallado el sentido a rodearse de mujeres. No las odiaba, solo le causaban aburrimiento y enfado con sus múltiples preguntas bobas sobre quién era la más bonita o cómo le gustaban a él las mujeres. La última vez que Saul respondió una interrogante, lo hizo al azar. Le habían cuestionado por su gusto en el cabello y no dudó un solo instante en responder que le gustaba largo. No porque fuera verdad, en realidad apenas si prestó atención a lo dicho, tan solo recordó que en su familia tanto Ian como su madre llevaban el cabello largo y era gracioso porque a Saul no le gustaba para nada.
Después de aquella vez, las niñas, tontas, bobas, descerebradas, habían hecho una especie de concurso sobre quién llevaba el cabello más largo y que la ganadora se casaría con él.
No podían ser más ingenuas.
¿O sí?
Rara vez había algo que llamara la atención de Saul lo suficiente para querer acercarse. Pero aquella ocasión hubo algo "alguien" que captó toda su atención y escasa curiosidad.
Se trataba del salón de juegos.
Saul siempre lo había aborrecido, porque él se encontraba en tercer año ya, y esa sección era para los niños de primer ingreso. Sin embargo, no fue el entorno lo que le instó a entrar allí, no. Había un niño, un pequeño rubio de piel lechosa y ojos azules que se balanceaba en uno de los columpios.
Saul lo observó largos minutos impulsarse con los pies. El niño mantenía la mirada baja y parecía estar a punto de llorar. No era de extrañarse, pues los de primer ingreso tendían a hacerlo a menudo. Saul jamás lo había hecho, por supuesto, él nunca dejaba que le vieran de ese modo porque su padre decía frecuentemente que eso te hacía ver débil y patético. Pero aquel niño no lucía ni lo uno, ni lo otro. Al contrario, se veía adorable y lindo.
Y si a Saul le hubieran preguntado con quién se casaría, no habría dudado en responder que con el sol. Porque eso le había parecido el niño en un primer momento.
—¿Por qué quieres llorar? —preguntó al sentarse en el columpio de junto.
Por vez primera era él quien se entrometía en el espacio personal de alguien más.
El niño, parpadeando repetitivamente, lo miró asombrado.
—¿Tú eres de tercer año?
Las ganas de ironizar al respecto no le faltaron a Saul, sin embargo, supo componerse a tiempo.
—Lo soy. Pronto saldré y estaré en primer año de primaria. —respondió orgulloso de su próximo logro, lo que ocasionó mayor desesperanza en el pequeño.
—Yo no creo poder...
—¿Por qué no?
El rubio se encogió de hombros y retomó el balanceo con los pies.
—Dicen que es muy difícil y yo no soy inteligente. Además, no tengo mamá ni papá. —de nuevo los labios le temblaron en reprimidos deseos de llanto.
Saul suspiró profundamente y lo encaró con seriedad y altivez.
—¿Y eso que tiene que ver? Mi hermano dice que el éxito proviene de uno mismo. Si te esfuerzas seguro que lo logras.
Los ojos opacos del niño brillaron esperanzados.
—¿Enserio, piensas eso?
—Si. —afirmó Saul, posicionándose a espaldas del rubio para proceder a empujarlo—. Todo lo que necesitas es un pilar en dónde apoyarte. Pueden ser tus familiares o amigos, hasta los compañeros.
El pequeño sonrió por el cosquilleo en el estómago, producto del impulso que hacía el columpio al ir cuesta arriba.
—¿Tú serías mi amigo?
—Claro. Y me llamo Saul Clifford. —profirió apuntándose el pecho con frivolidad.
—Yo me llamo Noah Styles. —dio un salto fuera del columpio e instó a Saul a tomar asiento en el columpio para empujarlo—. Entonces seremos mejores amigos hasta que te gradúes. Tendré que ser más inteligente para poder alcanzarte. —amplió su sonrisa y siguió empujándolo con fuerza.
Ese día se habían hecho amigos. La primer y única amistad verdadera que tuvo Saul a lo largo de su vida. Aquel primer encuentro había desencadenado en un lazo indestructible. Pronto descubrió que Noah no era el sol por lucir como tal, representaba al astro porque brillaba, irradiaba luz propia aún en medio de sus tristezas y temores.
Solo un mes estuvieron juntos. Y el último día, Ian había acudido para tomarles una foto a ambos. La de Saul se había perdido, pero la segunda fotografía había permanecido con Noah hasta ese momento.
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Editado: 17.01.2024