La vida está llena de momentos, pero hay unos más importantes que otros, yo los llamó mis momentos decisivos, aquellos que cambiaron para siempre el rumbo que tendría mi futuro. Es fácil deducir que la muerte de mi familia fue uno, pero el que realmente me cambió para siempre ocurrió cuando lo conocí.
Conocer a Dominic fue el factor más importante en la formación de mi personalidad.
Habían pasado meses desde el trágico final de mis seres amados, vivía en el bosque, de la comida que podía robar de los pueblos por los que pasaba, no había tomado un baño hace mucho, estaba deprimida, en piloto automático, constantemente solía pensar que, si la venganza de mi familia estaba hecha, no tenía un propósito para vivir.
Ni siquiera recordaba hace cuánto tiempo no pronunciaba palabra, era la miseria andante. Un alma errante sin futuro o sentido.
Hasta que ocurrió.
Estaba cansada de mantener mi forma animal, por eso decidí descansar un rato como humana, fui despertada por el ruido de una jauría de animales salvajes que querían comerme, en cualquier otro momento hubiera corrido o luchado por preservar mi vida, pero estaba tan agotada que decidí entregarme al destino.
Así fue como lo conocí, Dominic que en ese entonces no sabía lo que era o siquiera su nombre, apareció frente a mi como un majestuoso lobo defensor, derrotó a los animales y me insto a montarme en su lomo, no fue hasta que llegamos a una casa escondida en el boque que él tomo su forma original.
Ante mí se alzaba un hermoso hombre, su belleza era como de otro mundo, jamás había visto a alguien así, tenía el pelo plateado y unos ojos azules tan claros que podría haberlos confundido con el agua de una cascada. Como la niña que era en ese entonces solo pude pensar que estaba muerta, que él era un ángel en el cielo.
Ese pensamiento solo duro un instante, porque una pregunta horrible se instaló en mi mente ¿Las brujas íbamos al cielo?, acaso no era como esas personas dijeron, que estábamos condenadas al infierno.
Mis dilemas infantiles eran un poco ridículos, más porque en la actualidad no creo en esos conceptos, de existir alguno de esos lugares no creo que sean como los pintan los cuentos humanos.
—¿Qué hacías sola en el bosque? —fueron las primeras palabras que me dirigió, a pesar de sonar dulces estas eran pronunciadas con una voz firme.
Solo pude mirarlo atentamente ¿Siquiera recordaba cómo hablar?, en ese momento tenía la voz rasposa y me dolía la garganta, creo que notó mi reticencia a hablar, así que se dirigió nuevamente a mí con el tono de voz más dulce que le escucharía nunca. Aun lo atesoro como un recuerdo preciado.
—¿Cómo te llamas? —preguntó mientras se agachaba para estar a mi altura.
—Pyra —respondí con un hilo de voz.
—Mucho gusto, Pyra —Mi nombre danzaba en su boca, tal vez por su extraño acento—. Soy Dominic —Se presentó—. Dime, ¿Qué hacías en el bosque? ¿Dónde está tu familia?
Con esas palabras rompió un hechizo que me devolvió a la realidad, una donde era huérfana, estaba sola en el mundo y vagaba por los bosques como un espíritu.
Tal vez debí reaccionar distinto, una niña normal lloraría por estar perdida o entraría en shock por recordar lo sucedido, pero esa pregunta fue un detonante para mí.
No quería ser más ese tipo de persona.
—Muertos —respondí con todo el odio que podía imprimir en mi voz.
En ese entonces no podía saberlo, que esa respuesta marcaría mi destino.
Gracias a ella Dominic se interesó en mí, la extraña niña del bosque que no tenía a nadie más, pero no estaba llorando por ello. Vio el fuego en mis ojos, ese que solo los sobrevivientes tenemos.
Ese mismo que él tenía.
Decidió adoptarme por un tiempo, mientras decidía que era lo mejor, a donde podía enviarme o que haría conmigo. Ni siquiera lo discutimos, o me lo comunicó, fue natural. Me ayudo sin esperar nada a cambio.
Los días pasaron hasta convertirse en meses, no me presionaba a hablar, respetaba mi espacio y cuidaba de mi cuando estaba en casa, solía salir a trabajar cada cierto tiempo, siempre volvía con un aura oscura, a pesar de eso nunca faltó la comida o elementos básicos. Tenía una extraña sonrisa que solo le veía esbozar pocas veces, levantaba una comisura de su boca, pero no llegaba a sus ojos.
Fueron buenos meses, a pesar de que sabía que no podría quedarme así toda mi vida, como un parasito que estaba en la casa de un amable hombre, quería obsérvalo un tiempo más. Antes de hablar acerca de mi historia.
Así lo hice, luego de uno de sus viajes, le di la prueba de lo que era, de que confiaba en él lo suficiente para mostrarle mis dones. Nunca olvidare la mirada que me dirigió, era una de lastima, aunque en ese momento no la entendía. Años después comprendería que el sufría por ser lo que era, que llevaba una carga pesada en su espalda, y lamentaba profundamente que yo tuviera que llevarla, por eso decidió hacerme su aprendiz.
Cambió totalmente sus actitudes conmigo
Porque ese día descubrió que era una bruja y tenía que hacerme fuerte para enfrentar lo que venía.