Australia no era un mal lugar para Eva, o al menos así lo pensaba ella, no había visto mucho del lugar, pero le gustaba o tal vez solo le gustaba pasar tiempo con Kevin Miller. El chico Miller se había estado haciendo cargo de ella mientras estaba en el hospital, le traía comida, se quedaba hablando con ella hasta que se durmiera, en las mañanas el chico estaba ahí junto a su camilla esperando que la chica abriera los ojos, Eva al principio no estaba muy segura de ese chico, pero después de conversar con él por horas y ver cómo la trataba, estaba empezando a confiar en él.
Evangeline había estado en el hospital solo para observación, los doctores no estaban muy seguros de lo que le estaba pasando a la chica, pero tampoco podían tenerla ahí más tiempo, Eva estaba saludable, sus órganos funcionaban bien, no había tenido más recaídas, por lo que no había razón para que la chica estuviera más tiempo en el hospital.
El joven Miller se había ofrecido a llevarla donde fuera que se estaba dirigiendo aquella vez que se la encontró, Eva al principio se negó, pero después de que Kevin insistiera, la chica aceptó, no estaba muy segura de qué decirle cuando el chico le preguntara a dónde tenía que llevarla, Evangeline ni siquiera contaba con dinero para poder comprar un tiquete de avión, tampoco tenía magia para hacer que Kevin la olvidara y simplemente volver a Nueva York a encontrarse con sus hermanas, pero por el momento, la chica solo se centraba en salir del hospital.
Evangeline no había tenido mucho tiempo para entristecerse por el hecho de haber perdido su magia, el joven Miller la ayudaba mucho en eso, la mantenía entretenida, además el chico era muy gracioso, amable, carismático, Eva se mantenía entretenida mientras estaba con él, el chico se iba cuando ella estaba dormida, por lo que no pasaba mucho tiempo sola. Aunque ella aún sentía la falta de su magia, era como si un órgano hubiera sido removido de su cuerpo, sentía como un vacío que empezaba desde su corazón y terminaba en los dedos de sus pies, la chica no pensaba mucho en eso, solo quería encontrar a sus hermanas. Pero en una noche, cuando la tormenta la despertó, no pudo dormir el resto de la noche, por lo que estuvo pensando en cómo le pasó lo que le pasó, y llegó a una simple conclusión, aunque era dolorosa, podía explicar todo lo que le estaba pasando a su cuerpo, y aunque no quería aceptarlo, nunca tendría cura, ni mucho menos su magia de vuelta.
La chica Hark había perdido su magia a manos de Han, o Astoreth más bien, la vez que la mujer le había inyectado fuego celestial para que no pudiera usar sus poderes, aquel fuego se había adherido a su sangre, causándole aquellos dolores insoportables que tenía por todo el cuerpo, y cuando murió, aquel fuego lo único que hizo fue expandirse con más velocidad, pero al volver por la fosa, fue éste mismo el que la protegió de que no muriera atravesándola. Al principio todo sonaba confuso en la mente de Evangeline, pero con el tiempo y de tanto pensarlo, comenzó a tomarle más sentido, era la única explicación que tenía, aunque la chica no sabía si había perdido la totalidad de sus poderes, estaba segura de que no podría volver a ser la misma. Eva tenía que ir con sus hermanas, para que ellas fueran las que la diagnosticaran y se aseguraran de que lo que ella pensaba era correcto y que le dijeran si en algún momento se podría recuperar. Eva no estaba acostumbrada a vivir sin magia, siempre había sido una bruja, por lo que eso la estaba destruyendo por dentro.
Evangeline no quería dejar que el dolor entrara en su cuerpo, que la falta de magia por todo su cuerpo afectara sus sentimientos, era algo doloroso, pero por ahora, solo quería concentrarse en encontrar a sus hermanas, abrazarlas, enterarse de qué había pasado, que ellas la vieran y supieran que había logrado escapar del Garg. Pero todo lo que Eva estaba sintiendo no ocultaba su verdadero dolor, que era la falta de su magia, Kevin hacía que la chica se distrajera, pero al final del día, era eso, una distracción, y en las noches siempre soñaba con volver a sentir la magia correr por su cuerpo.
Los días que Eva estuvo en el hospital, los cuerpos voladores que había visto, que la habían llevado ahí, aumentaban, Kevin parecía no verlos, nadie parecía verlos, pero eran miles de cuerpos semitransparentes flotando por todas partes, al principio Eva creyó que estaba alucinando, pero después de verlos tantos días, y que éstos aumentaban cada vez más, sabía que lo que estaba viendo no era normal. No sabía si aquello estaba pasando en el resto del mundo, o si solo ella podía verlo. Tenía que encontrarse con Sally y Jess eran las únicas que podían ayudarla a descubrir lo que realmente estaba pasando. El hecho que los cuerpos cada vez crecieran en cantidad, hacía que la piel de Eva se estremeciera, algo malo le estaba pasando a las personas a su alrededor, no estaba segura de qué, pero sí estaba segura de que no era algo bueno.
El joven Miller era un hombre solo, no tenía pareja, vivía solo, sus padres eran de Estados Unidos, por lo que él estaba por su cuenta en ese país, llevaba alrededor de cinco meses en Australia. El chico no podía explicar lo que había sentido con Eva, era como si la soledad de ambos los hubiera unido, ella no tenía a nadie para que la acompañara mientras estaba internada en el hospital, y él había perdido su trabajo, el chico se estaba planeando volver con sus padres, pero aún no quería verse como un fracasado frente a los ojos de las personas que le dieron la vida. El chico le había contado todo a Eva y él creía que ella también a él; aunque Eva ocultó varios detalles, los cuales los humanos no podían saber; el chico sabía que ella quería volver con sus hermanas, pero la chica Hark no era muy fan de hablar de su familia o vida personal, aunque Kevin respetaba la decisión de la chica, la curiosidad crecía día con día. El chico Miller simplemente podía haberla dejado en el hospital, pero cuando quiso irse, había algo que le pedía que se quedara, Kevin nunca había sido fiel seguidor de sus instintos, pero esa vez, decidió hacerlo, se quedó con Eva todo el tiempo, algo de lo que no se arrepintió, la chica era hermosa, amable, y siempre parecía tener algo que decir.