2002
Este es un cumpleaños muy colorido con temática de Hello Kitty. Es en el mismo vecindario en el que vivo, un poco alejado de mi casa, pero aquí, según mamá, todos éramos vecinos.
No hay muchos niños pequeños con los que jugar, tampoco es como si hubiese pocos, pero todos me caían mal, especialmente el rubio que se come sus mocos en una esquina.
Veo a Diana, la cumpleañera, correr con su feo disfraz de gata junto a los chicos de la fiesta mientras reía y decido unirme.
Saco un mechón de pelo que se había escapa hacia mi boca mientras corro detrás de los niños en el patio trasero de la casa. No soy de mucho correr, me canso con facilidad, así que me dirijo donde está nuestra vecina Martha con su nuevo bebé sentada en una de las mesas con mamá y me acerco para ver al pequeño Sebastián.
Observo al chiquillo con atención. Tiene la nariz torcida, sus ojos parecen querer salirse de su cara, sus cejas son tan tupidas que se unían entre si y puedo jurar que estas están comenzando a invadir el tabique de su nariz. Para hacerlo peor, tiene la boca demasiado grande, tanto que sus labios se destacan en todo su rostro. Hago una mueca, tal vez un poco exagerada; ese niño no es feo, es horrendo.
Martha, a pesar de estar hablando con mamá, nota mi expresión. Sonrie de manera dulce antes de dirigirse a mí con voz suave.
—¿Te duele algo cariño? —estoy a punto de responder cuando la mirada severa de mi madre me dice que me callara, por lo que solo niego con la cabeza sonriendo de forma inocente.
No soy una niña de callarme lo que pienso, pero esta mañana recibí una clara amenaza y, de camino acá, mi madre me dio una larga charla pidiéndome o más bien ordenándome que solo jugara y me mantuviera callada en todo momento. La verdad es que no entendía por qué, pero decidí obedecer por amor a mis juguetes que serían encerrados si no hacía caso.
Diana viene corriendo con su horrible disfraz hacia nosotros. Llega sofocada y habla con dificultad hacia su mamá narrando todo lo que ha hecho en su cumpleaños.
—¿Verdad que está bonito mi disfraz, mami? —se balancea de un lado a otro esperando una respuesta.
Martha, su mamá, abre la boca para contestar. De un momento a otro siento que mi lengua pica, es una sensación que se ha convertido en parte de mi diario vivir, muchos creen que solo soy una pequeña malcriada, pero no lo puedo evitar, si no hablo pronto temo que explotar.
Mi mirada va desde Diana al bebé y viceversa. No puedo seguir en silencio.
—No —todas miran en mi dirección. Mamá parece querer estrangularme, pero no me importa –ese disfraz es feo, pareces una vaca muerta en lugar de gata.
Veo los ojos de Diana humedecerse. Podría detenerme a pedir perdón, pero ya he comenzado y no voy a detenerme hasta decir todo lo que pienso. Miro a mi vecina y al bebé en sus brazos.
—Sebastián parece un troll, solo le falta ser verde —Martha abre la boca sorprendida y mira a mi madre con reproche.
—¡Karol! —mamá sonríe nerviosa y rasca su nuca tratando de hablar sin saber que decir— ¿Cómo estas criando a esa niña?
—Yo-yo lo siento —se agacha a mi altura y me mira con sus ojos entrecerrados– Themies, cariño, discúlpate con Diana y Martha —aunque su tono es dulce, puedo sentir la exigencia en su voz.
—Es la verdad mamá —su cara comienza a tornarse roja de vergüenza, sabe que ya no habrá como detenerme —ese traje me va a hacer vomitar y me duelen los ojos con ese bebé tan feo— hago un puchero y me cruzo de brazos.
—¡Mamá! —Diana llora desconsoladamente atrayendo la atención de todos en el lugar, Martha la consuela sin dejar de mirar a mamá y a mí de forma acusatoria.
—Llévate a tu hija de aquí, Karol —mamá se disculpa y me arrastra por todo el patio hasta a llegar al interior de la casa.
El padre de Diana, Paul, viene con un pequeño pastel en sus manos y nos ve de forma extraña debido a lo rápido que caminamos hacia la puerta principal. Antes de salir observo que llevaba un pantalón muy ajustado de un color marrón horrendo.
—Ese pantalón parece caca.
—¡Themies! —suspira profundamente y casi corriendo me saca de la casa llevándonos hasta el auto estacionado no muy lejos.
Una vez mamá me asegura en los asientos de atrás, subí al asiento de piloto. Voltea a verme y le doy mayor sonrisa de oreja a oreja. Vuelve su mirada al frente y se queda en silencio por unos segundos antes de lanzar un grito de frustración y golpear su frente contra la bocina repetidas veces haciendo que emita su característico y fuerte sonido.
Adiós juguetes.
Editado: 22.01.2021