Lilian no esperó mucho tiempo para correr a abrazar a su madre, la cual terminaba de poner la mesa. Jimena se había esforzado para poder darle a Elena la mejor bienvenida posible. Estaba plenamente convencida de que lo dicho la noche anterior la había afectado demasiado.
¡Incluso a Jimena aún le costaba asimilar la noticia!
A diferencia de la pequeña niña, Elena tuvo que apoyarse en Jessid, si no lo hacía estaba segura de que terminaría en el suelo. Su querida amiga se encontraba completamente demacrada, sus huesos se notaban sobre su piel, sus regordetes cachetes terminaron siendo hoyos en sus mejillas.
Esos ojos que demostraban vitalidad y energía, ahora estaban opacos. Estaban cansados de esa lucha que enfrentaban.
—Respira un poco, Elena —susurró Jessid a oídos de la joven con mucho cuidado, para que ninguna de las otras damas lo escuchara.
Él también tenía grabado en su memoria cómo era Jimena en los días de colegiatura de su compañera. Ella se encargó de mostrarle las fotografías de ellas dos juntas, al igual que ese hombre que desconoció el interés que Elena tenía sobre él y que, decidió estar con la amiga de su mejor amiga.
»Debes mantener la calma, no quieres asustarlas, ¿o sí?
Elena se armó de valor, mientras sentía el apoyo de Jessid a su lado, sintió que no se encontraba sola en esto. Comenzó a reflexionar acerca de lo sucedido esos últimos años, el hecho de que no imaginó que cuando se reencontrara con su antigua amiga, si lo llegaba a hacer, sería de esta forma.
Otra de las personas que invadía los pensamientos de Elena, era la pequeña Lilian. Esa niña chiquita que necesitaba recibir amor para poder crecer de manera adecuada. Al final de cuentas, eso era lo que se suponía debía suceder.
—Elena —dijo Jimena tomando las manos de su amiga.
—Jimena —sonrió ella intentando esconder ese semblante abatido.
Parecía que ella tenía un nudo en su estómago, el ver a su amiga así era demasiado doloroso, pero, si no cuidaba sus palabras, podría herirla si decía alguna imprudencia. Porque sí, ese era uno de los grandes defectos de Elena: Su boca suelta.
—Es un gusto verte —afirmó la joven madre. —A pesar de que sea en esta situación —suspiró.
No era un secreto a ninguno que era difícil para todos. La mirada de Jimena se posó sobre Jessid quien no se había llegado a separar ni un instante de Elena; su agarre seguía firme, pues en algún momento le podría dar un patatús a su amiga, y no era lo que necesitaban precisamente.
—¿Él es tu pareja? —preguntó haciendo que las mejillas y orejas de Jessid se tiñeran con un color rojizo.
Deseaba decir que sí, que eran algo. A pesar de eso, no eran nada más que compañeros de trabajo, eso mismo fue lo que Jessid se encargó de confesar. Una pequeña, débil traviesa sonrisa apareció en los labios de la joven madre.
Ella nunca supo que su querida amiga estuvo enamorada del padre de su niña, ¡ni siquiera la misma Elena lo hizo hasta que fue demasiado tarde!, incluso, el mismísimo Logan no supo que él también amaba a su mejor amiga, no hasta el día en el que tendría que casarse.
El pasado de ese trío de amigos era demasiado confuso para ellos. La idea de que se había desarrollado un triángulo amoroso sin el conocimiento de ellos mismos fue lo que impidió que supieran qué hacer con sus sentimientos.
Fue la responsable de que su amistad y relaciones se vieran afectadas negativamente.
—Jessid —Llamó Lilian con una radiante sonrisa. —¡Te mostraré mi cocinita! —Exclamó tomando al hombre de la mano y lo arrastraba a su habitación.
Ese fue el momento indicado en el que las antiguas amigas podrán hablar sobre lo que sucedía, era un tema difícil para ambas, mucho más para Lilian, quien desconocía que el tiempo de su madre en ese mundo estaba llegando a su fin.
—Yo… —masculló Elena intentando dar por iniciada una conversación. —Me alegra verte otra vez, Jimena.
Ella era honesta con sus palabras, no obstante, no le agradaba del todo verla en esa condición, parecía que lo que ella había conocido de su amiga tiempo atrás, hubiera sido borrado de sobre la faz de la tierra.
Aquella sonrisa ahora era melancólica, estaba claro que en los ojos de Elena, se escondía el dolor y miedo que su amiga sentía. ¿Qué podrían hacer? ¿Había alguna salida o simplemente debían sentarse a esperar que llegara su hora?
—Sé que quieres saber lo que ha sucedido. Pero, ¿te gustaría esperar a que Lilian esté durmiendo? No deseo que ella se entere de lo que está pasando. Aún no es la hora.
—¿Cuándo sería esa hora? —indagó Elena con un poco de confusión.
En los casos en los que ella había llegado a trabajar, además de los rumores en el bufete de abogados en los que ella trabajaba, mucho se decía acerca de lo mal que lo pasaban los hijos cuando no se les informaba lo que estaba sucedo y la razón por la que su papá, mamá o cuidadores, ya no estaban junto a ellos.
—No lo sé —contestó Jimena en un tono de resignación. —Mi enfermedad está muy avanzada, lo está tanto que en cualquier momento podría morir.