Buscando A Papá

CAPÍTULO 6: ¡No te atrevas a morirte!

El corazón de Elena dio un vuelco, ella no esperaba que la posibilidad de que su amiga falleciera fuera tan alta como para que pasara ese mismo día. Sus manos estaban sudorosas, su mente se bloqueó frente a lo que estaba sucediendo. 

Por un lado, tenía a Jimena, y por el otro a esa pequeña niña que recién se enteraba del cruel destino de su madre. 

—Jessid, por favor. Llévala al hospital, me encargaré de Lilian, nos vemos allá. —Dijo a manera de orden mientras su pecho sentía ahogarse.

Su compañero no abrió su boca para decir nada, un simple asentimiento fue suficiente para hacerle entender a Elena que haría lo ordenado y que todo saldría bien; a pesar de que el interior del asistente no creyera lo mismo.

Según parecía el tiempo de Jimena estaba llegando a su fin, Jessid rogaba para que, por lo menos, pudiera marcharse habiendo solucionado todo con su hija, aclarando cada detalle para que Lilian creciera sin ningún remordimiento.

¿Qué sería de la niña si después de tener esa reacción no volvieran a ver a su madre? 

Jessid sacudió su cabeza de un lado a otro mientras conducía, estaba intentando dejar atrás todas esas ideas que le hacían pensar lo peor; no, eso no sería así, Jimena tenía que vivir un poco más para poder disfrutar otro tiempo con su hija.

En cuanto a Elena, ella corrió a la habitación de la pequeña Lilian. La puerta, tal como lo sospechaba, tenía el pasador, por lo que abrirla en ese momento era imposible. Su corazón estaba bombeando rápidamente la sangre, no solo había subido un par de escalones como si fuera un gato, sino que la vida de su amiga estaba en riesgo, y su hija, se encontraba conmocionada frente a la noticia.

La abogada apoyó su espalda sobre la puerta, se dejó caer lentamente hasta el suelo mientras apoyaba su cabeza sobre sus rodillas. 

—Lilian ¿Me escuchas? —preguntó en un intento de dar por iniciada una conversación.

Como esperaba, el silencio fue su respuesta, no se daría por vencida. No era de la clase de personas que se dejaban caer fácilmente.

»Sé cómo te sientes en este momento. Créeme que me siento un poco desconcertada, así como tú. Aunque mis padres siguen vivos… perdí a mi abuelita, que fue la mujer que me crio junto con mi abuelo. Ellos son mis verdaderos padres. 

Hizo una pausa lanzando un suspiro, era un tema que siempre le dolería tocar, de hecho, se prometió a sí misma que no lo haría otra vez, pues, los culpables estaban detrás de una reja. Ahora, Lilian necesitaba escuchar esa historia, no deseaba que se sintiera sola en su dolor.

»En ese entonces, estaba a punto de celebrar mi fiesta de cumpleaños, habían pasado dos veces en las que no pude ver a mi abuela ese día, por lo que estaba tan emocionada de mostrarle el lugar donde comenzaría a trabajar, que pedí un servicio de taxis para que la llevara a dónde yo estaba. Cabe destacar que mi abuelita no llegó a su destino. 

Ese fue el momento en que la voz de Elena se quebró por completo mientras comenzaba a sollozar en silencio. 

»Mi felicitación de cumpleaños fue un: «El dueño de este celular ha tenido un accidente, necesitamos que venga a reconocer su cuerpo». ¡¿Cómo podría recibir una noticia así?! Una pareja ebria fue la responsable de que mi abuelita no pudiera llegar. 

Al otro lado de la puerta, Lilian estaba escuchando cada una de las palabras de su nueva amiga. Las dos estaban llorando como niñas pequeñas, bueno, una de ellas lo era. A la pequeña le costaba asimilar el hecho de que su madre podría morir en cualquier momento.

»Lilian, sé que me escuchas. Te pido por favor que no dejes pasar ni un instante lejos de tu mamá… Nunca sabes cuándo será la última vez en la que la verás; es difícil, pero… cuando eso suceda, te juro que estaré a tu lado para cuidarte, no te dejaré sola.

La puerta finalmente se abrió y una diminuta figura se abalanzó sobre Elena para abrazarla con fuerza, mientras las lágrimas de ambas amenazaban con inundar la habitación. 

Deseaban estar así por el resto del día; sin embargo, el tiempo parecía que se estaba agotando; debían llegar rápidamente al hospital, mientras la pequeña Lilian continuaba haciendo un intento en asimilar la noticia y el hecho de que su madre estaba en urgencias, sus ojos no dejaban de derramar lágrimas.

Ellas estaban convencidas de que era algo injusto, pero así era la vida, no había un boleto que te asegurara la estancia por algún tiempo determinado; sino que, la muerte podría llegar de sorpresa, en cualquier momento, a cualquier edad. Y no todos estarían preparados para enfrentarla con tan solo un poco de esperanza.

—Está descansando —fue lo primero que salió de los labios de Jessid cuando vio que las dos señoritas se acercaban a él.

El estado de ambas no era el mejor, pero estaban haciendo su más grande esfuerzo para mantener la calma. Y sí, ahí estaba Jessid, consolando a las dos Magdalenas que tenía a uno y a otro lado, las cuales necesitaban una dosis extra de cariño mientras toda esa pesadilla terminaba.

Una de las enfermeras llegó a hacer la ronda debida, estaba asombrada por el semblante tan demacrado de Jimena, aun así, se limitó a regalarles una sonrisa a los presentes y decirles que podían pasar. 




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