Buscando a quien amar

Diosa

Su cuerpo se ve hermoso desde aquí, mientras me muevo de manera suave dentro de ella. Junta sus manos con las mías con tantas fuerzas que hace que no pueda aguantar más, sé que lo está disfrutando mientras aguanta sus gemidos, son bajos y desesperantes, mueve su cadera con furia y lo hace jodidamente bien.

He subido su cuerpo, haciendo que quede a mi altura, viajo con mis manos hacia su cuello y allí depósito largos besos con pequeñas mordidas, siento su cuerpo estremecer mientras la escucho decir que no pare.

El ritmo es lento, voy a explotar en cualquier momento, quiero subir la intensidad pero ella está mordiendo sus labios y volteando sus ojos, le gusta demasiado como para ser egoísta, así que aprieto mis labios y cierro mis ojos intentando concentrarme, buscando durar un poco más.

Siento el sudor bajar por mi espalda, estoy exhausto, entierro mi cabeza en su pelo y siento como este se pega a mi cara por el sudor, gruño unas cuantas veces y aprieto sus glúteos con mis manos mientras me despego un poco para morder su espalda.

Ella está a punto de acabar pero ha tenido que ayudarse con los dedos, no he aguantado y he aumentado la velocidad de nuestros cuerpos para al final solo sacarlo y verla sonreír satisfecha.

—¿Te quedarás está noche?

—No puedo, debo volver a casa —digo dejándome caer junto a ella en la cama, mirando de manera atenta su rostro, miro sus ojos por unos breves segundos, llevo mis manos a su suave pelo color castaño y uno mis labios con los suyos, sus ricos y gruesos labios, podría perderme allí sin problema, sintiendo su respiración agitada en mi rostro.

Se despega de mi beso y sé que las cosas van a empeorar, pero no es cosa de hoy, está es la misma historia de siempre.

—Ya, dime algo que no sepa —comenta con una expresión de disgusto.

—No te pongas así, diosa.

—¿Diosa? —se acomoda y me mira atenta para empezar a cuestionarme y hacerme sentir más mierda de lo que soy—, claro, porque siempre vienes a mí cuando todo en tu vida va mal, respondo con un poco de empatía y sexo y luego vuelves a desaparecer por mucho tiempo.

—Solo intento arreglar las cosas entre los dos —cierro mis ojos con fuerza, sabiendo que Eva es al único lugar donde quiero volver cuando todo va mal.

—Ya es muy tarde John, por favor no me hagas enojar y solo lárgate —se para de la cama, recoge mi ropa del suelo y me la arroja en la cara para luego empezar a hablar de manera amenazante —. No vuelvas, recuerda que yo también tengo una vida, ¡una vida real! y que esta es la última vez en la que te abro la puerta, ya no más.

—No estás diciendo esto en serio, solo estás enojada —le respondo de manera tranquila mientras intento vestirme de manera rápida.

—Todos tenemos un límite John y este, este es el mío —me abre la puerta de la entrada y las lágrimas empiezan a salir de su rostro, intento acorralar su cara entre mis manos pero se niega—, cuando todo se joda de nuevo para ti, no se te ocurra pensar en volver.

Me ha cerrado la puerta en la cara «joder» y pensar que hace unos segundos estaba entre el medio de sus piernas y ahora estoy caminando por las calles, sin saber bien a dónde ir, faltan pocas horas para que el sol salga así que solo camino a casa donde me espera la soledad.

No he tenido que caminar mucho en realidad, busqué las llaves en mis bolsillos delanteros y por suerte la encontré. Entré a casa y me detuve justo en el baño, quité mi ropa y abrí el grifo, me quedé allí por largos minutos hasta que la luz del sol empezó poco a poco a colarse por mi ventana.

No había dormido y eso está jodidamente mal, me siento como un puto zombie que sobrevive a base de café, mi mente va a explotar en cualquier momento. Me pongo el uniforme de suéter y pantalón negro, y me coloco los mismos converse de siempre.

Al salir de casa me aseguro de llevar mis llaves y poner seguro a la puerta, no me sorprendería si olvido una de las dos. Subo a mi auto sin prisa y conduzco hacia el restaurante, para luego encerrarme en aquella cocina todo el día.

—Buenos días John, te ves cansado ¿Estás bien?

—Buen día Mae, solo un poco, nada de qué preocuparse.

Estoy aquí gracias a Mae, nacimos en el mismo barrio, al salir del nido donde vivía me lo he encontrado y él me ha recomendado en este buen restaurante, que hasta ahora me ha ayudado a mantenerme de pie. Si soy sincero debo agradecer su amistad, Mae es una bestia, es duro como el hielo, firme en sus decisiones, es muy raro cuando llama a alguien amigo, si algún día quieres encontrarlo, es el único en la cocina que lleva el pelo rapado y el brazo izquierdo lleno de tatuajes.

—Eso espero —comenta Mae volviendo a lo suyo, prender el horno para la pizza y empezar con las masas ya reposadas.

—No esperes nada, ya sabes cómo es John, es un cabezón que no hace caso de lo que le dicen.

Sí, y está chica de pelo corto y negro, cara delgada y ojos grandes color café es Greta, es simplemente ella, pequeña, caótica y malhumorada, me odia porque es amiga de Eva, siempre quiere renunciar al trabajo pero nunca lo hace.

—Bonito día para que empieces a joderme Greta —le respondo con cara de poca paciencia.

—¡Ya! No empiecen los dos, tenemos mucho que hacer aquí hoy —ordena Mae a lo que Greta y yo hemos retomado nuestras posturas y dejar de tirarnos mierda a la cara para empezar a organizar un poco y hacer los pedidos que nos traen los camareros.

Mientras pongo salsa de tomate a la masa con la que ha terminado Mae, he estado pensando. Me siento muy cansado, quiero dormir pero no puedo, me siento muy miserable y lo único que quiero, es que pase algo, algo tan bueno o tan malo, que me haga sentir despierto, que me saque de este estado "neutro" que no me deja ver las cosas con claridad.

 

¡Hola! Por favor, si te ha gustado la historia ¿Me dejas un voto(⭐)? Muchas gracias por leer, estaré actualizando rápido 💚




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.